Orgullosos de 2,2 millones de salario mínimo vital

En vez de analizar por qué tantísima gente necesita un subsidio para llegar a fin de mes, el relato oficial lo convierte en un “éxito social”

La ministra de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, Elma Saiz, interviene durante una jornada para conmemorar los cinco años del Ingreso Mínimo Vital

La ministra de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, Elma Saiz, interviene durante una jornada para conmemorar los cinco años del Ingreso Mínimo Vital- Marta Fernández / Europa Press

¡Ey Tecnófilos! ¿Qué está pasando por ahí? ¿En qué clase de país cabe que el Gobierno saque pecho por tener 2,2 millones de personas cobrando una paga asistencial para poder subsistir?, ¿en qué cabeza cabe que eso se venda como un logro?, ¿desde cuándo vivir del Estado se ha convertido en una medalla y no en un síntoma de fracaso colectivo? Pues en España, amigos.

En vez de analizar por qué tantísima gente necesita un subsidio para llegar a fin de mes, el relato oficial lo convierte en un “éxito social”. Como si el objetivo no fuera que cada ciudadano tenga un trabajo digno, sino que aprenda a sobrevivir con lo justo mientras el Estado le da la palmadita en la espalda.

Y ojo, que la cosa tiene truco, porque muchos de esos 2,2 millones que cobran el Ingreso Mínimo Vital, también hacen sus ñapas en B. Un trabajito sin factura por aquí, una chapucilla en metálico por allá… Y así se cierra el círculo perfecto del apalancamiento: paguita + economía sumergida = comodidad sin compromiso.

¿El resultado?:

  • Falta mano de obra.
  • Sobran excusas.
  • La cultura del esfuerzo se evapora.
  • Y los que tiran del carro pagan la fiesta.

Mientras tanto, el Gobierno aplaude. Porque cuanto más dependes, menos protestas.

Y cuanto menos protestas, más dócil eres. No es igualdad. Es igualar por abajo. Es institucionalizar la mediocridad. Es asfixiar al que emprende para sostener al que se resigna. Esto no es justicia social. Es una trampa. Una trampa en la que hemos caído como país… y de la que algunos no quieren salir.

¡Se me tecnologizan!

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