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El sector forestal busca aunar productividad y paisaje: “Necesitamos pinos, frondosas y también eucaliptos”
Representantes de la Xunta, la universidad y la industria reivindican el consenso que marcó el plan forestal para afrontar el futuro, pero urgen resolver el problema de la propiedad del monte para no trabajar como "camiones sin matrícula"
Juan Picos, subidrector de la Escola de Enxeñaría Forestal; Alfredo Fernández, director de Xera; Ana Oróns, secretaria xeral de Fearmaga; y Alberte Piñeiro, subdirector de Recursos Forestais de la Consellería do Medio Rural, abordaron el futuro del sector forestal en el tercer foro Los Retos de la Galicia rural/ EDG
La aprobación del Plan Forestal de Galicia trazó una hoja de ruta común y consensuada para el monte gallego, que tiene entre sus objetivos profundizar en la biodiversidad, la multifuncionalidad y la contribución económica del territorio. Es asunto de capital importancia en tiempos de sostenibilidad y cambio climático, además de ciertas urgencias por detener el abandono y envejecimiento del rural. Y también lo es porque Galicia viene de sufrir la peor ola de incendios, en cuanto a superficie quemada, del último siglo, en buena medida agravada por los factores anteriores.
Bajo este escenario de esperanza y preocupación, consustancial al sector forestal y al ser humano, el tercer foro Los retos de la Galicia rural, organizado por Economía Digital analizó las potencialidades del monte gallego en una mesa de diálogo que compartieron Alfredo Fernández, director de la Axencia Galega da Industria Forestal; Juan Picos, subdirector da Escola de Enxeñaría Forestal de la Universidade de Vigo; Ana Oróns, secretaria xeral de la Fearmaga; y Alberte Piñeiro, subdirector de Recursos Forestáis de la Consellería do Medio Rural.
Fue este último quien puso énfasis en la necesidad de planificación a largo plazo del recurso forestal en base a la «diversificación, cooperación e innovación». Mostró su preferencia por el concepto de diversificación para referirse también a la moratoria del eucalipto, recientemente extendida hasta 2030 aunque todavía motivo de debate por las medidas de flexibilidad que introdujo la Xunta y por el crecimiento de la especie a pesar de las limitaciones a su cultivo. Para Piñeiro, en el monte gallego «necesitamos coníferas, frondosas y también eucalipto». Y se requiere una gestión forestal que concilie la biodiversidad y el producto con la conservación del paisaje: «Si queremos avanzar como sector tenemos que estar a la vanguardia en productos y en cuidado del monte, que además de ser productivo, debe ser atractivo paisajísticamente para los gallegos y una parte de su identidad», dijo.
Del propietario al silvicultor
Las ideas de consenso y oportunidad presiden los diálogos sobre el futuro del sector forestal. Juan Picos defendió la importancia de contar con una «buena» hoja de ruta compartida y pidió centrar los esfuerzos en «ajustarnos a esos compromisos», pues el Plan Forestal contempla hitos intermedios que se pueden ir revisando. «Es un sector que necesita un rumbo», alegó. Y en una línea similar se manifestó el director de Xera, que pidió ser «inteligentes» para aprovechar las oportunidades que vendrán, citando, por ejemplo, la madera para construcción. También avanzó que, junto al Plan Forestal, se está trabajando en un plan director para la industria del sector. «El cambio climático es un reto muy importante para el sector y hay situaciones que están cambiando a una velocidad muy importante, lo que condiciona las decisiones que tomamos, que en nuestro campo son muy a largo plazo, por lo que es posible que tengamos que revisar el plan con más periodicidad», razonó Alfredo Fernández.
Ana Oróns, que representa a una industria de gran capilaridad y muy integrada en el territorio como son los aserraderos y rematantes de Galicia, introdujo un elemento clave para una gestión exitosa del recurso: «Solamente se promueve el cambio a partir de aquellos propietarios que asumen personalmente y toman las riendas de gestionar activamente su propiedad. Solo así conseguimos cambiar el territorio. Tenemos que pasar de propietario a silvicultor, y a un silvicultor activo», enfatizó. La secretaria xeral de Fearmaga resaltó la importancia de que el propietario «conozca las demandas del mercado» a la hora de plantar para que su producto se pueda poner en valor.
La estructura de la propiedad
Este es otro elemento central en el desarrollo forestal. La estructura de propiedad del monte en Galicia no solo dibuja un mapa fragmentado, sino que detecta numerosas parcelas cuyo dueño no está identificado. Juan Picos comparó esta situación con la de camiones que estuvieran operando sin matrícula y advirtió que es un problema a resolver si se quiere evitar problemas futuros.
Piñeiro apuntó a dos figuras predominantes: la de muchos propietarios con parcelas pequeñas y la de los montes mancomunados. A su entender, la mejor fórmula de potenciar una mejora en la ordenación pasa por la profesionalización de estos propietarios y por la cooperación entre ellos en modelos de gestión. También defendió la «clarísima complementariedad» entre el sector forestal y el agroganadero. «El terreno de juego para los sectores agrícola, ganadero y forestal es el mismo. Cambiará la camiseta del equipo, pero los jugadores son los mismos», afirmó.
Los montes productivos arden mal
El monte productivo arde menos y de manera diferente. Los explicó Juan Picos desde la experiencia de unos terrenos recuperados de los incendios que, a través de la universidad, gestionaban de manera ejemplar para experimentar sobre la multifuncionalidad. Se quemó entero, pero el profesor de la Escola de Enxeñaría Forestal destacó dos aspectos diferenciales respecto al terreno abandonado: se recupera mejor del fuego y este avanza con menos intensidad, lo que puede ser la diferencia «entre que las llamas lleguen a las casas en una hora o en dos días», apuntó.
Los incendios, especialmente vivos en la memoria por la oleada del pasado verano, son uno de esos obstáculos con los que lidia el desarrollo forestal, y sin un monte bien gestionado es más sencilla su propagación y, por tanto, su virulencia a la hora de devorar hectáreas. Ana Oróns apuntó, además, que tienen un «efecto desincentivador sobre el propietario y el productor». «No hay nada más desalentador que un propietario que hizo una gestión adecuada y ve que todo se volatiliza», aseguró. Puso como ejemplo que por cada metro cúbico que se quema el impacto se triplica, pues se dejan de aprovechar tres metros cúbicos. «Es un efecto demoledor para la gente, pues ya no tiene ganas de volver a invertir en el monte«, explica.