Pélets: subirse al carro del ecologismo, garantía de blanqueo

Los políticos tienen la misma inercia por acaparar terrenos sociales que no les corresponden, porque llevan tiempo ocupados por personas y colectivos que, con mayor o menor suerte, hemos hecho de la defensa del medio ambiente el hilo conductor de nuestra acción

Dos voluntarios recogen las bolas de plástico que han llegado a las costas gallegas

La organización ecologista Arco Iris pide la intervención de la UME para poder retirar las bolas de plástico de la costa gallega. Foto: Europa Press

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Circuló hace tiempo por las redes un vídeo en el que quedaba claro que la naturaleza podría sobrevivir sin la presencia humana, pero no al contrario. Más tarde o más temprano, el equilibrio natural acabaría por restañar las heridas que le hemos infligido al Planeta. Sin embargo, nuestra mera existencia depende en gran medida de la respuesta con que la Tierra nos “agradezca” nuestros desvelos por acabar con ella.

Del mismo modo, los políticos tienen la misma inercia por acaparar terrenos sociales que no les corresponden, porque llevan tiempo ocupados por personas y colectivos que, con mayor o menor suerte, hemos hecho de la defensa del medio ambiente el hilo conductor de nuestra acción social. Mientras para el movimiento ecologista ese pensamiento es hegemónico y vertical, para los profesionales de la política se convierte en una mera herramienta transversal que lo mismo sirve para planchar un huevo que para freír una corbata. Tratar al medio ambiente como un instrumento y no como un fin fue el principio de una gran performance que cada día tiene menos seguidores, porque se puede engañar a muchos algún tiempo. Pero no a todos todo el tiempo.

Por todo ello, llama la atención el cinismo y la hipocresía de la que abusan los políticos de uno y otro bando, que se dedican con fruición a tirarse el medio ambiente a la cabeza unos a otros, como si se tratara de aquella criatura discutida a la que salvó de una muerte segura Salomón.

La crisis de los pélets en las playas ha provocado de nuevo ese efecto de aldabonazo en muchos mercaderes de las ideologías de poco pelo

La crisis de los pélets en las playas, en plena época electoral, ha provocado de nuevo ese efecto de aldabonazo en muchos mercaderes de las ideologías de poco pelo. Años y años llevamos limpiando playas Red Natura llenas de microplásticos, sin que a nadie le importara una higa. Pero ahora es distinto. Las circunstancias han cambiado.

El Gobierno Central tardó más de la cuenta en informar a la Xunta y solo lo hizo cuando ya estaban convocadas unas elecciones autonómicas, tratando de sacar tajada y petróleo de la arena. Por su parte, la Xunta volvió a cometer los mismos errores de comunicación que creíamos superados con la crisis del Prestige.

Tratar de convertir en patrimonio propio las iniciativas ajenas y la anécdota en categoría es impropio de un país civilizado y respetuoso. Hasta una eurodiputada portuguesa ha tenido que salir a la palestra para dejar en evidencia las vergüenzas de un Estado incapaz de gestionar de forma eficaz y rigurosa cualquier crisis ambiental. A veces es lógico llegar a pensar que, en lugar de avanzar, retrocedemos como los cangrejos.

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