Que Trump no nos impida ver el bosque

La ola ‘trumpiana’ que nos desvela cada día a causa de las nuevas ocurrencias del inquilino de la Casa Blanca no debe condicionar nuestra necesidad de mirar a lo lejos, más allá del barullo, e implantar estrategias empresariales comprometidas con la sostenibilidad, el entorno y el buen gobierno

Archivo – El presidente de EEUU, Donald Trump

La victoria electoral de Donald Trump el pasado 5 de noviembre ha significado una patada al tablero geopolítico que, dicho de modo coloquial, ha dejado todo patas arriba. Desde que tomó posesión como el 47 presidente de los Estados Unidos, sus decisiones no han hecho más que generar incontables incertidumbres y muy pocas certezas en el ámbito social, en el económico y en la protección del medio ambiente.

El retorno de Donald Trump a la Casa Blanca, después de perder la presidencia contra Joe Biden en 2020, se consolidó gracias a una larga e intensa campaña basada en bulos, medias verdades, muchas consignas sin fundamento alguno y por cuestionar con especial entusiasmo el cambio climático y las políticas de protección del medio ambiente. 

Estas tesis han sido aceptadas como una cuestión de fe por sus seguidores acérrimos, pero también por los líderes empresariales, más por temor que por convicción, para evitar ser víctimas de la polarización social promovida por el trumpismo. Se trataba de colocarse en la acera de los vencedores para no ser atropellados por una corriente social en la que pesa más el entusiasmo de veneración al líder que las propuestas razonables y sustentadas en bases científicas.

Esta situación ha sido aprovechada por algunos líderes empresariales, que han caminado por la senda de la sostenibilidad arrastrando los pies, y que reclamaban una moderación en el Pacto Verde Europeo, ya que lo consideraban una barrera burocrática que dificulta el crecimiento económico de las corporaciones mercantiles. “Sin crecimiento económico no habrá crecimiento verde”, proclamó en 2023 Ana Patricia Botín.  

Los vientos de cambio de EE.UU. tuvieron un efecto directo en Europa. El panorama político del Viejo Continente giró hacia la derecha, por el fuerte impulso de los partidos ultras, negacionistas del cambio climático, que adquirieron mayor peso en la conformación de los respectivos parlamentos nacionales y también en el Europarlamento.  

La presidenta de la Comisión, Úrsula von der Leyen, anunció el pasado 8 de noviembre, su intención de presentar una propuesta para simplificar la normativa existente y aliviar las cargas administrativas de las empresas, una iniciativa conocida como Ley Ómnibus de Simplificación. Se trata, sin duda, de una cesión ante las presiones de las formaciones políticas del ámbito de la derecha europea para poder renovar el mandato y que afecta especialmente a la Directiva sobre Informes de Sostenibilidad Corporativa, al Reglamento sobre Taxonomía de la UE y a la Directiva sobre Diligencia Debida para la Sostenibilidad Corporativa.  

Obviamente, esta decisión ha sido interpretada como un paso atrás de la Comisión Europea por los sectores más ecologistas y celebrado por las organizaciones empresariales porque supone una “simplificación normativa, que es fundamental para mejorarla competitividad de las empresas”, como es el caso de la CEOE¹. 

Este cambio de tendencia indica claramente que la figura de Donald Trump está opacando todos los objetivos de crecimiento económico sostenible y de cambio de modelo de producción, diseñado para frenar el cambio climático y preservar el planeta.

Si bien es cierto que la normativa europea imponía demasiadas trabas burocráticas, con requisitos farragosos para las empresas, el análisis de la evolución de las compañías en los últimos años indica que el compromiso con el entorno, las personas, la sostenibilidad y la buena gobernanza aporta valores intangibles a sus cuentas de resultados, muy superiores a los que se consiguen con el ahorro de costes por el cumplimiento de la legislación europea del Pacto Verde. 

La V edición del Atlas Gallego de la Empresa Comprometida nos ofrece algunos datos que avalan esta afirmación. El análisis comparativo de las 26 entidades mercantiles que han participado en este estudio desde 2020 refleja la capacidad de resiliencia en el momento de la pandemia y de recuperación posterior, con un incremento de la facturación global del 70,8% en cuatro años. 

Es evidente que el compromiso con el entorno, las empresas y el medio ambiente aporta a estas empresas valores que les permiten competir con ventajas frente a sus rivales y mejorar los resultados económicos. 

Por tanto, nos atrevemos a replicar a la presidenta del Banco Santander y decirle que “sin compromiso, no habrá crecimiento económico sostenido”. La ola trumpiana que nos desvela cada día a causa de las nuevas ocurrencias del inquilino de la Casa Blanca no debe condicionar nuestra necesidad de mirar a lo lejos, más allá del barullo, e implantar estrategias empresariales comprometidas con la sostenibilidad, el entorno y el buen gobierno. Es pensar en el futuro y le acompañarán los resultados.

1. Comunicado CEOE a propósito del primer paquete Ómnibus de la Comisión Europea

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