Aniversario del golpe catalán con un gobierno extraordinariamente débil

Un año después del asedio a la consejería de Economía, Torra y Sánchez mantienen abierto un diálogo que no va a ningún lado

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Aniversario del asedio a la Consejería de Economía. A partir de ahora, un rosario de celebraciones de los eventos más importantes para los protagonistas del golpe. Muchos de ellos siguen en prisión provisional; otros permanecen huidos y pretenden ser exilados. El Parlament sigue cerrado desde julio, solo porque los dos grupos secesionistas no tienen un acuerdo mínimo para que pueda funcionar el rodillo, y entonces consiguen que el president del Parlament, Roger Torrent, cierre la institución sine die.

En consecuencia, el Govern no gobierna ni manda leyes a un Parlament cerrado. La única actividad es la apertura de embajadas y el postureo con provocaciones y soflamas medidas.

Nervios en la ANC por qué no hay más que fuegos de artificio. Nadie se atreve a traspasar la ley con riesgo de repercusiones judiciales y los juegos florales de amenazas y deseos no dan mucho más de sí. De momento, con la incertidumbre de la capacidad de inflamación de las movilizaciones anunciadas.

Torra y Sánchez mantienen abierto un diálogo sin sentido

Quim Torra y Pedro Sánchez mantienen abierto un diálogo que los dos saben que no conduce a ninguna parte porque las exigencias del primero no pueden ser satisfechas, sencillamente, porque vulneran o no están contempladas en la Constitución. Ahora, el expresidente fugado Carles Puigdemont cree que la independencia no llegará antes de veinte años. Muy largo lo fía.

Por parte del Estado no hay avances. Inquietud por los próximos compromisos parlamentarios de Sánchez que necesitan los votos del Pdecat y ERC. El partido de Oriol Junqueras amenaza con un alto precio de sus votos, saco en el que, al menos de boquilla, mete la rebaja de la calificación penal de los procesados, suprimiendo el delito de rebelión.

Estamos en un statu quo parecido al que existía entre Francia e Inglaterra con Alemania cuando los primeros declararon la guerra después de la invasión de Polonia. Hasta mayo del 41 la guerra era de juguete. Luego los alemanes avanzaron que rayos hasta ocupar toda la Europa Occidental.

El Gobierno es muy débil. Lleva dos ministros dimitidos… y ya hay una nueva amenaza

Enfrente, un gobierno débil. Transcurridos los cien días, aparecen charcos por todas partes. Dos ministros dimitidos y otra amenazada. Las revelaciones sobre supuestos contactos de la ministra de Justicia, Dolores Delgado, con el comisario Villarejo y conexiones con el juez suspendido Baltasar Garzón. Un fuego que todavía no se ha extendido, pero del que diversas fuentes indican que hay más munición.

La amistad íntima de la ministra con Baltasar Garzón y, a sensu contrario, la animadversión con los miembros del Tribunal Supremo, entre los que se encuentra Pablo Llarena, que sentenciaron la inhabilitación del polémico magistrado, explicarían alguna de las conductas de la ministra de Justicia, enfrentada también con Margarita Robles, ministra de Defensa de quien depende el CNI.  

La negativa de Delgado a asumir los costes de la defensa de Llarena en el pleito interpuesto por Puigdemont en Bélgica, después corregido, como tantas cosas, por Pedro Sánchez, solo se explicaría por esa animadversión antigua con el magistrado.

La debilidad de Sánchez es palpable

Pedro Sánchez es incapaz de poner en marcha una agenda a medio plazo. Sus iniciativas, muchas de ellas acciones de marketing instantáneas, pretender crear la ilusión de que existe una agenda política.

Cenando con un viejo amigo en Madrid, corresponsal extranjero, me di cuenta de esa percepción desde el exterior. Me dijo: «Lo único que ha rematado Sánchez es sacar al dictador del Valle de los Caídos. Y eso si la justicia lo certifica en los pleitos que se avecinan».

El último fogonazo para tapar la polémica sobre su máster ha sido la carta de una reforma exprés de los aforamientos, más tímida que la que ya había planteado Ciudadanos y que no cuenta con apoyos para sacarla adelante. Anunciar una reforma casi por Internet, sin consultar con nadie, no tiene otro precedente que la que hizo Zapatero del artículo 135 de la Constitución para evitar o retrasar la intervención de la Economía española.

Las medidas que Sánchez ha puesto sobre la mesa no han llegado a ninguna parte

La triquiñuela para evitar el bloqueo de la ley de estabilidad en el Senado tiene un camino largo y todavía incierto. Hay que recordar que Pedro Sánchez está gobernando con los Presupuestos del PP y que no se vislumbran certezas de poder aprobar unos nuevos el año que viene.

Sánchez ha puesto encima de la mesa un muestrario de medidas que no se han llevado a la práctica. Cada vez es más difícil presentar un programa de gobierno fiable que contente a tantos partidos con intereses muchas veces contrapuestos. La virulencia del día a día ya no oculta la falta de una agenda política a medio plazo con inquietantes señales de una desaceleración económica.

Una campaña electoral continua y ninguna reforma

No hay proyecto para las grandes reformas que necesita la economía española, la educación, la política energética, sometida a un corta y pega. El espejismo de una acción exterior se quedó en el fogonazo del Aquarius, que prometía el liderazgo de España para solucionar el problema migratorio. No ha habido más noticias.

Estamos ya en campaña electoral, lo que dificulta y pone mayor precio a los apoyos que necesita Sánchez en el Congreso de los Diputados. Sin solución de continuidad, elecciones en Andalucía como prólogo de las autonómicas, municipales y europeas. Roto el consenso sobre Cataluña –no se ha reunido con los líderes del PP y de Ciudadanos– Sánchez se expone a un incremento de la tensión con vistas al juicio del Supremo, en una situación de gran debilidad.

Lo único que sabemos a ciencia cierta es que el presidente no va a convocar elecciones generales mientras tenga un pequeño clavo al que agarrarse.

No es mucho para una situación tan compleja como la que tiene el presidente, que solo cuenta con el apoyo seguro de ochenta y cuatro diputados de los trescientos cincuenta que tiene la Cámara baja. Con esos mimbres quiere armar un cesto hasta el 2030. Desde luego, lo más parecido a una quimera.

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