Cs afronta el relevo de Arrimadas con un nuevo enemigo en Cataluña

El enfrentamiento con Valls añade complejidad a la búsqueda de Cs de un nuevo líder en Cataluña tras la descapitalización sufrida desde su victoria el 21-D

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Carlos Carrizosa aceptó este miércoles el cargo de líder de la oposición en el Parlament. Que cumpliera esta mera formalidad el mismo día en que Manuel Valls remataba la ruptura con Cs con una ráfaga de torpedos dirigidos directamente a la estrategia marcada por Albert Rivera, no es más que un capricho del calendario, pero sintetiza el pantanoso terreno en el que la formación afronta en Cataluña el relevo pendiente de Inés Arrimadas, una operación nada clara porque Carrizosa no está por la labor de ser el candidato en las próximas elecciones catalanas; urgente porque, una vez dictada la sentencia del procés, que se espera para otoño, Quim Torra podría optar por finiquitar una legislatura que está resultando estéril, y con la complicación añadida de haber ganado un enconado rival en Barcelona en la figura de Valls.

El ex primer ministro francés está convencido de que puede ejercer de azote del independentismo y el populismo y a la vez dedicarse  también –asumiendo un rol que estrenó de manera descarnada este miércoles– a sacar los colores desde el constitucionalismo a la formación naranja, que según él, ha dejado huérfanos a sus votantes del 21-D en aras de competir con el PP por liderar la derecha española.

La marcha de Arrimadas sirvió para reforzar la apuesta de Rivera por consolidar a Cs como alternativa de gobierno, y fuentes consultadas por Economía Digital la asocian además a la voluntad de la propia Arrimadas de rebajar la intensidad de la actividad que tenía que desplegar como jefa de filas del partido en Cataluña. El suyo culminaba un goteo de traslados de Barcelona a Madrid de cuadros de la formación que en el último año ha incluido a los también exdiputados del Parlament Fernando de Páramo y José María Espejo.

Las pistas que las municipales en Cataluña arrojan sobre el futuro de Cs permiten ver la botella medio llena, porque el partido creció un 34% en número de concejales, o medio vacía, porque lo hizo pese a perder más de 39.000 votos, sigue sin tener ni un solo alcalde y en Barcelona ha pasado de cinco a cuatro ediles. Pero a nadie se le escapa que hay un hueco que cubrir y que esa descapitalización de dirigentes puede pasar factura en las próximas catalanas.

Sin liderazgos claros

La apuesta inicial para reemplazar a Arrimadas en el Parlament era Lorena Roldán, pero las críticas encajadas por su presencia, tocada con una barretina, en una fotografía tomada en la manifestación de la Diada de 2013 acabaron por enfriar esa opción. Roldán acabó siendo nombrada portavoz en el Parlament, mientras que el liderazgo del grupo en la cámara catalana lo asumió finalmente Carrizosa, número dos de Arrimadas hasta la marcha de esta y que ya en el momento de ser designado dejó claro que no está interesado en ser el próximo candidato.

Así las cosas, habrá que atender también a otro frente, el del ayuntamiento de la capital catalana, donde la también diputada Mariluz Guilarte pasa, tras la ruptura con Valls, de ser la número dos de este a ser la presidenta del grupo de Cs, lo que le comporta más protagonismo, sí, pero también ser la primera en encajar las pullas de aquel que puedan darse en el día a día municipal. Y en la Diputación de Barcelona, Cs reserva como como un caramelo la presidencia del grupo a Celestino Corbacho, el concejal que Rivera ha birlado a Valls. Cuyo fichaje, por cierto, sirvió al líder del partido para arrinconar definitivamente a la antigua jefa de filas municipal, Carina Mejías, relegada a cambio al número cinco de la lista al Congreso por Barcelona y que finalmente se quedó sin escaño. El exministro socialista, en todo caso, es un independiente y además asegura que a estas alturas de su trayectoria solo le interesa la política local.

Es en esa tesitura que Cs tiene que afrontar en Cataluña un relevo que tendrá que concretarse en unas primarias a lo largo de los  próximos meses. Pero antes, hará falta que alguien dé un paso adelante.

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