La otra pandemia en España: el virus político

El prestigio de la clase dirigente se hunde a mínimos durante la crisis del coronavirus. Lo atestiguan personalidades, expertos y los propios políticos

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No hacía falta que el alcalde de Badalona (Barcelona) se saltara el confinamiento y fuera detenido ebrio al volante para empeorar la opinión de la ciudadanía sobre la clase política. La imagen de la clase dirigente ya estaba deteriorada y la crisis del coronavirus sólo ha hecho que empeorarla, según confirma el grito de personalidades de la sociedad civil, según constatan las encuestas y según ratifican algunos expertos consultados que siguen de cerca la evolución de la vida política.

A estas alturas, poco importa que se le coloque un micrófono a un deportista, a un músico, a un sociólogo, a un catedrático e incluso —y aquí viene lo sorprendente— a un político. Su aproximación al problema público será más o menos compleja, más o menos abrupta, pero el diagnóstico de fondo coincide: los políticos dejan mucho que desear.

Nadie se ha expresado con más contundencia, quizá, que el presidente de la Junta de Extremadura, Guillermo Fernández Vara (PSOE), que recientemente ha augurado que «esta crisis se llevará por delante a toda la clase política de España». Conviene anotar el pronóstico para comprobar su acierto.

De no hablar de política a hablar mal de la política

Fernández Vara no predica en el desierto. De hecho, el presidente extremeño no hace más que amplificar los mensajes cada vez más frecuentes y desacomplejados de figuras de la sociedad civil. Uno del seleccionador de fútbol, Luis Enrique Martínez: «Veo una actitud lamentable de todos los políticos, los que gobiernan y los que están en la oposición. Solo piensan en sus intereses y no en el interés general. Es lamentable». Otro del cantante Loquillo: «La clase política debería estar a la altura de los ciudadanos».

Otro del compositor Alejandro Sanz: «Yo creo que la ciudadanía ha estado muy por encima de muchos políticos que han intentado utilizar esto. Creo que no es el momento para eso”. Uno más del entrenador de fútbol Paco Jémez: «Lo que debería indignar es que el Gobierno tenga a sanitarios y policías sin el material necesario».

No son expertos, por supuesto. Pero reflejan un cambio, el de que quienes antes huían de la cuestión política con el conocido pretexto de no meterse en líos y que, ahora, no tienen problema en expresar su hartazgo con los políticos del momento.

Subamos al peldaño hasta quienes estudian y analizan la cosa pública. El ensayista Yuval Harari, uno de los autores más influyentes del instante: “Si tenemos políticos que nos mintieron durante años, hay menos razones para confiar en ellos en esta emergencia”.

El círculo vicioso de la política

¿Que está pasando? Responde al otro lado del teléfono Josep Mª Castellà Andreu, catedrático de Derecho Constitucional Universidad de Barcelona y presidente del Club Tocqueville —una entidad muy activa en el debate político—: «La crisis del coronavirus ha puesto de manifiesto algo que antes de ella se comentaba en muchos foros o en tertulias de amigos: los políticos son parte del problema más que de la solución a los problemas públicos que afronta nuestro país. Ahora hemos sido conscientes de las consecuencias de utilizar criterios de selección de ministros o de parlamentarios que tienen que ver más con lógicas de reparto interno de poder en los partidos que con su experiencia o trayectoria profesional y el conocimiento del sector que han de gestionar».

Otra opinión, la del director senior de contexto político de la agencia Llorente y Cuenca, José Luis Ayllón, antiguo alto cargo del gobierno de Mariano Rajoy. «Es complicado simplificar. Es muy comprensible que haya ciudadanos que consideren que debería haber más cercanía entre los políticos porque cuando peor están las cosas en la sociedad, lo lógico es que vayan más de la mano. Hasta ahí creo que no hay mucha discusión». 

El podcast de La Plaza de esta semana analiza las últimas medidas del Gobierno

Vuelve a tomar la palabra Josep Maria Castellà, buscando la raíz de los problemas.  «A los puestos altos de la política se puede llegar muy joven: la formación es interna en el partido (concejal, asesor, diputado autonómico y nacional…) y se cobran sueldos inimaginables para profesionales con bastantes años de duro trabajo. Esto genera un círculo vicioso: difícilmente podrán salir de él porque la lógica de selección y ascenso en el mundo profesional es completamente distinta del político y lo que se valora en un sitio no importa tanto en el otro».

El papel del Gobierno

Sigue Ayllón, ahora en busca de explicaciones sobre la brecha existente entre la clase política. Y descarga culpas en el Gobierno por la continua apelación que ha realizado durante la crisis al consejo de los expertos. «¿Quiénes son? ¿Son diez, son doce? ¿Cuántos son? ¿Tienen nombres y apellidos? Creo que en este caso es necesaria la transparencia para que el resto de partidos siga tus pasos. Es una situación crítica, pero para estar cerca del Gobierno es necesario saber adónde quiere dirigirse. Si no, sinceramente, creo que es imposible».

Castellà señala otra dificultad del momento: la falta de credibilidad y el cortaplacismo imperante. «Es importante la credibilidad de las palabras de los políticos. Y también importa el tipo de acercamiento que hagan a la realidad, que acaba siendo cortoplacista, ideológica, o basada en cálculos electorales. Se echa en falta una visión responsable, a largo plazo, que incorpore los desafíos enormes que la sociedad deberá afrontar al acabar el Estado de alarma, durante la crisis que seguirá».

El presidente del Club Tocqueville vuelve la vista atrás y a los lados y halla un pasado y un presente mejor: «Esto no ha sido siempre así en España ni lo es aún en todos los países: basta mirar la generación de políticos que protagonizó la Transición, de todos los partidos: había buenos profesionales, que en cualquier momento podían volver a su cátedra, a su carrera diplomática, a su despacho profesional o su empresa. Y ahora lo podemos ver mirando los currículums y las actuaciones de los ministros que gestionan la crisis sanitaria en varios países europeos. Ello se refleja en la alta popularidad de algunos dirigentes de gobierno extranjeros como Merkel o Conte». 

De Podemos al Rey

Ayllón, que no lleva tanto tiempo alejado de la primera política, remata sus comentarios acaso como lo haría en su anterior vida: «Todo esto nos ha cogido con un gobierno de coalición con un grupo de radicales (Podemos) que hace incompatible el pacto con otros partidos. Esto es muy difícil que pueda funcionar porque se sabe, además, que hay una pugna política ahí dentro».

Castellà concluye con un mensaje de esperanza:  «Por fortuna tenemos instituciones que funcionan y están asentadas: la Corona, la Judicatura, autoridades independientes, y que sería irresponsable cuestionar o poner en peligro. También tenemos el marco de seguridad que es la Unión Europea. Pero hacen falta al mismo tiempo liderazgos creíbles y capaces de pensar en las reformas imprescindibles para el futuro».

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