Todas las palabras que se tiene que comer Pedro Sánchez

Pedro Sánchez renegó repetidamente de Pablo Iglesias y del gobierno de coalición antes de la firma de preacuerdo entre el PSOE y Unidas Podemos

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“La mejor dieta para un político es comerse sus propias palabras”. La frase es de Winston Churchill y, recientemente, la parafraseó Mariano Rajoy cuando se refirió al aumento del IRPF que aprobó su gobierno pese a prometer que haría todo lo contrario. Ahora es Pedro Sánchez y, en menor medida, Pablo Iglesias, los que deberán aplicarse el consejo de Churchill después de rubricar este martes el preacuerdo para un gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos.

Sánchez tiene un sinfín de declaraciones contra Iglesias por tragarse. No solo a partir de las elecciones del pasado 28 de abril, sino desde que alcanzó la secretaria general del PSOE en 2014. Durante cinco años ha disparado dardos contra el líder morado.

En una entrevista en Antena 3 con Gloria Lomana, poco después de situarse por primera vez al frente del PSOE, Sánchez aseguró que “ni antes ni después, el partido socialista va a pactar con el populismo”. Añadió que “el final del populismo es la Venezuela de Chávez, la pobreza, las cartillas de racionamiento, la falta de democracia y, sobre todo, la desigualdad”. Así atacó a Podemos, la formación con la que ahora negocia el nuevo gobierno.

Después, en 2017, no escondió su desconfianza hacia Iglesias en el programa de Pablo Motos. En uno de los juegos, cuándo le preguntó a quién no dejaría nunca las llaves de casa, podía elegir entre siete personalidades: Donald Trump, Ángela Merkel, Felipe VI, Susana Díaz, Mariano Rajoy, Albert Rivera o Pablo Iglesias. Y Sánchez afirmó que a quién no dejaría las llaves es a Iglesias.

Presidente insomne

El pasado septiembre, en una entrevista en La Sexta con Antonio García Ferreras, Sánchez lanzó el ataque más duro contra Iglesias y su propuesta de “gobierno de coalición”: “el problema sería que debería aceptar que el ministro de Hacienda, de política energética, el que se encarga de la seguridad social fuera una persona del círculo cercano y de confianza del señor iglesias, con poca experiencia política o de gestión pública”. En estas circunstancias, Sánchez aseguró que “sería un presidente del gobierno que no dormiría por la noche, junto al 95% de ciudadanos de este país que tampoco se sentirían tranquilos”.

Menos de dos meses después, Sánchez ha firmado un preacuerdo para un gobierno de coalición con una formación de “poca” experiencia de gestión política que, según sus palabras, le puede convertir en un presidente con insomnio.

Sánchez ha renegado repetidamente de Iglesias y de sus propuestas. En vez del “gobierno de coalición” que reclamaba Unidas Podemos, Sánchez puso sobre la mesa de negociación en junio pasado un “gobierno de concertación”: todos los ministros serían socialistas y los morados ocuparían algunos puestos en el segundo y tercer nivel de la administración. Sánchez definió esta fórmula de “razonable, sensata y ambiciosa”. Iglesias la rechazó de cuajo.

En julio, Sánchez se abrió por primera vez a integrar ministros de la órbita de Unidas Podemos, pero con la condición de que fueran “independientes” y de reconocido prestigio. Iglesias consideró una “idiotez” este planteamiento.

Hablar de “presos políticos”

Posteriormente, Sánchez vetó a Iglesias como vicepresidente de su gobierno. Aseguró que el líder morado era el único obstáculo para formar un ejecutivo de coalición. Entonces afirmó que “necesito un vicepresidente que no hable de presos políticos”, tal como hizo para referirse  los dirigentes independentistas encarcelados.

Ahora ha firmado un preacuerdo de gobierno con quién habla de “presos políticos” aunque, respecto a Cataluña, tan solo han acorado fomentar un diálogo para resolver el conflicto políticos dentro de los límites de la Constitución.

La posibilidad de un gobierno de coalición quedó enterrada en julio después de que Unidas Podemos se enrocase en exigir para ellos el Ministerio de Trabajo. Los socialistas no estaban dispuestos a transigir con Trabajo, ni con los llamados ministerios de Estado, pero si con las carteras más sociales. La formación morada quería más. Iglesias dijo que pretendían “humillarnos”. La guerra de filtraciones de conversaciones y documentos finiquitó las negociaciones.

En una reunión con colectivos LGTBI, la vicepresidenta Carmen Calvo resumió el estado de las relaciones con Unidas Podemos: no se fiaban porque su aspiración era “formar dos gobiernos en uno”. La número dos de Sánchez mantenía entonces que esto sería un foco de inestabilidad que acabaría en un adelanto electoral al cabo de unos meses.

Desconfianza mutua

Tanto Sánchez como Iglesias han reconocido en público que uno desconfía del otro. Después de despachar con el rey Felipe VI en el palacio de Marivent (Palma de Mallorca), Sánchez afirmó en agosto pasado que “de tantas veces decir que desconfía del partido socialista, he acabado por desconfiar yo también de las posiciones del señor Iglesias y de Unidas Podemos, Por lo tanto, es recíproca esta desconfianza».

En la primera sesión de investidura, el 22 de junio pasado, Sánchez pidió repetidamente al PP y Ciudadanos que se abstuvieran en la sesión de investidura. Así no necesitaría el voto de Unidas Podemos. Iglesias estalló.

Con el preacuerdo que firmaron este martes, Sánchez e Iglesias pretenden que, esta vez sí, las negociaciones lleguen a buen puerto. Iglesias fue el primero que reconoció que para ello deberá tragarse algún “sapo”.

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