Sant Jordi es amarillo y el merchandising también os hará libres

El soberanismo convierte Sant Jordi en una jornada reivindicativa para pedir la libertad de los políticos presos

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Siempre lo es en buena medida, pero este Sant Jordi, con la Generalitat intervenida en aplicación del artículo 155 y los principales líderes independentistas en prisión preventiva o en el extranjero, ha sido el más politizado de los últimos tiempos. Lo dice el presidente del Parlament Roger Torrent en la plaza Catalunya. “Sant Jordi es una ocasión de reivindicar nuestras libertades. Lo es siempre, y este año, más aún”. Este Sant Jordi, el menos institucional porque la Generalitat no celebra ningún acto, es también el más político. Y el más amarillo, claro.

“El sábado nos quisieron quitar los colores y las palabras”, dice el diputado de Junts per Catalunya Eduard Pujol en declaraciones a las puertas del Palau de la Generalitat. Se refiere a la confiscación, en la final de la copa del Rey, de camisetas amarillas, y también a los intentos de minimizar la ya tradicional pitada, otra vez tremenda, al himno.

Hay un par de docenas de flores, pero incluso cuando había apenas tres, los fotógrafos ya habían empezado a inmortalizarlas

Frente a eso, vindica Pujol, el día del libro es celebración de las palabras. Y, este año, también del color vetado en las entradas al Wanda Metropolitano. Mientras habla, tras él la gente sigue depositando rosas amarillas en las vallas con las que se ha blindado el acceso a la Generalitat de la plaza Sant Jaume. Hay un par de docenas de flores, pero incluso cuando había apenas tres, los fotógrafos ya habían empezado a inmortalizarlas, conscientes de su potencia simbólica, o metonímica, o lo que sea. Que los símbolos, las metonimias y las metáforas son asuntos eminentemente literarios, y este lunes es el día del libro.

El caso es que el amarillo, ese gran éxito del márqueting soberanista, es trendy, y para comprobarlo basta con repasar la cola para entrar al Palau, que la Generalitat no celebra este lunes actos institucionales, pero sí mantiene la tradicional jornada de puertas abiertas. Son 250 metros de espera en que la proporción de rosas amarillas respecto de rosas rojas es de dos a uno.

En las paradas de la Assemblea Nacional de Catalunya (ANC) y Òmnium Cultural, las flores son indefectiblemente amarillas

En las paradas de flores hay de todo. Pero en las de la Assemblea Nacional de Catalunya (ANC) y Òmnium Cultural, las flores son indefectiblemente amarillas. A cuatro euros las de la ANC. Un euro más caras las de Òmnium, que, eso sí, se lo curra más y las empaqueta con un plástico con el lema “Que la libertad deje de ser leyenda”. La  metáfora es tan clara como siempre, pero esta vez (aún) más subrayada: el dragón, cómo no, es el Estado. Frente a él, hay tres Jordis encarcelados plantándole cara, que no serán santos ni mártires, pero a los que se perfila casi como si lo fueran: el ex diputado Turull y los ex presidentes de las dos entidades, Sànchez y Cuixart.

La modesta réplica de Cs al amarillismo es regalar unas rosas artificiales hechas de chapa de madera que los propios militantes han pintado de naranja. Han tuneado 3.800, me dicen en la parada de los de Inés Arrimadas. En la parada del PP, que, en un día tan amarillo sigue insistiendo en su azul corporativo, se regalan flores de verdad, pero rojas, claro, aunque su líder, Xavier García-Albiol, difundía el domingo vía Twitter una foto en que unas vendedoras de badalonenses pintaban de amarillo con un spray unas rosas blancas, y celebraba su ingenio.

Best-sellers del procés

En las paradas de libros también hay de todo, aunque los de política, y, específicamente, los libros sobre el procés, no paran de ganar terreno. De los escritos por periodistas, como Los entresijos del ‘procés’, de Oriol March, o On eres l’1-O?, de Quico Sallés, a los que tienen por autores a algunos de los que han vivido los últimos años de la política catalana en primerísima fila:  Empantanados, de Joan Coscubiela; De héroes y traidores, de Santi Vila, o Cómo ganamos el proceso y perdimos la república, de Josep Martí Blanch, editado por ED Libros.

El nuevo subgénero monopoliza los stands de los partidos, que no venden rosas, y de las entidades independentistas. A media mañana, el ex alcalde de Barcelona Xavier Trias firma ejemplares del suyo, Tot el que no es volia dir, en la caseta del Pdecat. En la de la ANC, en la que atruena el volumen de una tele que va emitiendo mensajes de Sant Jordi de los ex consellers ahora en el extranjero, es Vicent Partal, autor de Nou homenatge a Catalunya, quien está firmando un rato después, aunque dice una de las dependientas que quien lo está petando en ventas és Quim Monzó.

En la parada de ERC tienen incluso un libro en castellano, La voz del pueblo, de Gabriel Rufián, pero los que se están llevando el gato al agua, al menos a media mañana, explican en la parada, son Vam fer un referéndum, de Andreu Pujol Mas, La novel·la de Sant Jordi, de Màrius Serra, y Missatge urgent des dels escons 4 i 5, el libro en el que los ex diputados de Catalunya Albano-Dante Fachín y Àngels Martínez dan cuenta de la pasada legislatura y de su breve paso por el Parlament y por las filas de Catalunya Sí Que es Pot (CSQP).

Este Sant Jordi ultrareivindicativo también es la fiesta de los gadgets independentistas

En el stand de Esquerra se pueden coger también puntos de libro dedicados a diferentes “líderes encarcelados por hacer avanzar los derechos civiles”. La colección incluye a Gandhi, Mandela, Benazir Bhutto, Antonio Gramsci u Oriol Junqueras. También hay uno de los marcadores dedicado al conjunto de los 16 líderes independentistas en prisión o en el extranjero que en el reverso lleva las direcciones de los centros penitenciarios en los que están cada uno de los nueve presos.

Este Sant Jordi ultrareivindicativo no es solo la fiesta de las palabras y del amarillo. También es la fiesta de los gadgets independentistas. De un merchandising que, además de a efectos proselitistas, sirve también para nutrir las arcas de las entidades. Hay pegatinas, camisetas, bolsas, posters, gorras y llaveros. Los pins con las efigies de los presos, o del ex comisario de los Mossos Josep Lluís Trapero, y los lacitos amarillos, omnipresentes, son gratis en las paradas de los partidos, pero en otras valen dos euros. Las reproducciones en miniatura de las urnas del 1-O reclaman ya un presupuesto mayor. Cuestan 12 euros.

Puigdemont, como Son Goku

Mención aparte merece la parada de la acampada independentista de la plaza Catalunya, donde todo, de los pins y los lacitos a un “calendario de la libertad”, cuesta lo que uno tenga a bien aportar a la caja de resistencia. Si la caseta de la ANC la coronaba una rosa amarilla gigante, aquí el principal reclamo visual es un cartel con un Carles Puigdemont tuneado con el pelazo rubio (o amarillo) de Son Goku. “Nuestro presidente es un superguerrero”, reza el poster. El dragón es el Estado, y Puigdemont és Sant Jordi, que, para la generación del Club Súper 3, debe de ser algo parecido al superhéroe de Dragon Ball.

A pocos metros de allí, en el epicentro de la plaza, la Assemblea ha montado una instalación en homenaje a los presos que constituye el punto culminante de la sublimación de lo amarillo en que se ha convertido este Sant Jordi. El montaje es de lo más sencillo: unos paneles presididos por un cartel que reza “Libertat presos políticos” y en los que cualquiera puede colocar su rosa amarilla. Y hay que decir que, a cuatro o cinco euros el ejemplar, ahí hay ya una buena pasta.

El tercer teniente de alcalde de Barcelona, Jaume Asens, deja su rosa amarilla alrededor de la una de la tarde

El tercer teniente de alcalde de Barcelona Jaume Asens deja la suya alrededor de la una de la tarde. Minutos después, desfilan el secretario de Economía del govern, el republicano Pere Aragonès, y su correligionario Torrent. El presidente del Parlament ha estado paseando por el centro de la ciudad con un pin de una rosa roja decorándole la solapa. Pero ahora se ha cambiado (de pin), y también su rosa se ha vuelto amarilla.

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