Un despacho con la sombra de la corrupción escrita en las paredes

Extracto del tercer capítulo de 'Andreu Mas-Colell, el minnesoto que fracasó en política': "Pretoria fue el ensayo general de lo que viene. Aquel asunto de corrupción en el que siguen imputados Prenafeta y Alavedra marcará el futuro"

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Economía Digital avanza los extractos más jugosos del tercer capítulo de Andreu Mas-Colell, el minnesoto que fracasó en política, escrito por Gonzalo Baratech y Josep Maria Cortés. El libro de ambos periodistas avanza con Un despacho con la sombra de la corrupción escrita en las paredes. El fragmento es un fiel retrato de la presunta corrupción que ha inundado la consejería de Economía de la Generalitat bajo mando convergente. ¿Por qué Andreu Mas-Colell, que podría desempeñar una cómoda posición académica en Estados Unidos, se dedica a cuadrar las cuentas catalanas? Los principales pasajes se reproducen a continuación.

En la sede de Economía, en Rambla de Cataluña, las paredes no hablan, pero testimonian. El de Andreu Mas-Colell fue hace mucho tiempo el despacho confuso de Josep Maria Cullell, el edecán prematuro; y fue especialmente el eterno bufete de Macià Alavedra. Este último, el consejero más longevo en el cargo, ha sido descubierto al final de su carrera en un pasteleo indigno de paraísos y maletas transnacionales. Para Convergència Democràtica de Cataluña (CDC), el socio mayoritario de la federación nacionalista CiU que gobierna la Generalitat con Artur Mas a la cabeza, los escándalos políticos nunca han sido un problema.

Sin coste electoral

Así que el hecho de que Macià Alavedra, antiguo alto dirigente del partido y número 2 del gobierno de Jordi Pujol durante siete años, haya admitido que viene blanqueando dinero en paraísos fiscales precisamente desde esa época, no tiene tampoco por qué afectar demasiado a la formación. La implicación de algunos de sus dirigentes más significados en escándalos judiciales no parece haber afectado jamás a sus resultados electorales. Pero las cosas han cambiado y parece que la España y la Cataluña que nacen en 2015 no soportan ya un futuro en iguales condiciones.

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El caso Pretoria fue el ensayo general de lo que viene. Aquel asunto de corrupción urbanística en el que siguen imputados los dos hombres que se sucedieron como mano derecha de Jordi Pujol entre 1980 y 1997, Lluís Prenafeta y Macià Alavedra, marcará el futuro. Cuando estalló ese escándalo, Mas no tuvo más remedio que soltar lastre y suspenderles temporalmente de militancia. Junto a Prenafeta y Alavedra, aparecía como cabecilla de la trama que obtenía concesiones de los ayuntamientos para constructoras punteras a cambio del pago de comisiones, Luis García Sáenz, conocido como Luigi.

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La confianza debería basarse en la limpieza de los mensajes de los grandes operadores porque, a la postre, ellos son los que crean riqueza. El ejemplo siempre a mano de El Corte Inglés puede ilustrar esta idea. Cuando la gran empresa de confección empezó a negociar su deuda financiera, sus pasos fueron anunciados por Bloomberg. Los grandes rotativos españoles habían llegado tarde a la noticia y tuvieron que conformarse con publicar la nota oficial de la empresa. La deuda de El Corte Inglés se negociaba con un steering committee en el que estaban todos los grandes bancos españoles, pero tampoco éstos filtraron nada, por la cuenta que les trae.

La misma corrupción

Las economías de escala de cada grupo mediático imponen su ley cuando se trata de un gran anunciante publicitario. Los expertos que actúan con total claridad han denunciado los acuerdos de tapadillo, considerados más peligrosos para el sistema que la misma corrupción. No publicar la verdad o sepultar los hechos es una forma de partidismo que rompe la arbitrariedad de los contrapoderes, sean la prensa o los organismos reguladores. Raghuram Rajan y Luigi Zingales lo han estampado así en letras de molde: «Hay que salvar al capitalismo de los capitalistas».

Es tan vergonzoso cubrir la verdad con mantos de silencio comprados a base de publicidad como corromperse directamente y por las buenas. A Macià Alavedra se le incautó documentación sobre sus finanzas en el extranjero: una serie de cuentas donde se ocultaban los beneficios de delitos cometidos contra la Hacienda Pública. Esa es la razón, apuntan fuentes judiciales, de que la defensa de Alavedra decidiera admitir en un escrito remitido al juez Ruz que el ex consejero posee una red de cuentas en paraísos fiscales.

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Si hemos tardado varias décadas en descubrir a los depredadores de antes, ¿quién pone la mano en el fuego por los de ahora? El lobby ha sido la herramienta preferida de los gobiernos nacionalistas y sus concreciones están inscritas en las actas de bufetes, de testaferros o despachos de influencia. De ahí que muchos no entiendan qué hace el profesor Mas-Colell en un puesto en el que la historia ha demostrado su nula practicidad mezclada con su alta toxicidad.

¿Qué hace Mas-Colell en un lugar como este?

¿Por qué un hombre que podría desempeñar una cómoda posición académica en Estados Unidos se dedica a cuadrar las cuentas de una Diputación, como es ni más ni menos el presupuesto público catalán, con números inferiores a los del Ayuntamiento de Barcelona? Si descontamos la parte del león, Sanidad y Educación, transferencias finalistas que no se administran discrecionalmente desde el Govern, la Generalitat tiene una capacidad muy limitada a la hora de poner en marcha una política fiscal propia.

El Departamento de Economía vive en un cruce muy peligroso. Es como los estados de cartón piedra dotados de grandes recursos naturales, capaces de financiar ejércitos que flamean banderas, pero sin una economía detrás que responda. Sus fachadas de Potenkim no cubren la totalidad del escenario y dejan al descubierto una parte de su trastienda. El departamento goza de músculo aparente, pero tiene poca capacidad de decisión. Posee más parada militar que músculo financiero. Sufre el síndrome de las repúblicas caucásicas.

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