Si acabamos con el turismo, ¿con qué lo sustituimos?

Los ataques al turismo contrastan con la entrada de divisas y generación de empleo en el sector

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En las paredes de Barcelona, San Sebastián, Palma y otras ciudades españolas se repiten unas pintadas que atacan al visitante extranjero: “Tourist go home”, exigen. No son nuevas, existen por lo menos hace un par de años, pero los ataques al bus turístico, a las bicicletas de alquiler y otras acciones de colectivos radicales han vuelto las miradas sobre estas inscripciones.

Se pide a los turistas que regresen a sus países, que no vuelvan a España, que es mejor convertir al país en una Corea del Norte mediterránea y evitar el contacto con extranjeros. ¿Y a cambio de qué?

La potencia económica del turismo

Durante el primer semestre del año, según el INE, los turistas internacionales han dejado 37.200 millones de euros, un aumento del 14,8% respecto al mismo período del 2016.

El año pasado España ha registrado un nuevo récord de visitantes: casi 76 millones. La Alianza para la Excelencia Turística, Exceltur, auguró a mediados de julio que este año se superará la cifra gracias al «aluvión de viajeros» y a una campaña que se está “comportando de manera extraordinaria». A este ritmo, se pronostica que este año se volverá a superar un nuevo registro.

Actualmente el turismo abarca al 10% del PIB español, y da empleo de forma directa a dos millones de personas. Diversas regiones del país, como el litoral catalán, valenciano y andaluz, además de las islas Baleares y Canarias, tienen al turismo como su fuente principal de ingresos.

Barcelona es la ciudad más visitada de España

Barcelona, donde los ataques al turismo se han tornado más agresivos, es la ciudad más visitada de España: cerca de 20 millones de personas han dormido en la ciudad en el año pasado, y 2,7 millones más llegaron a bordo de cruceros. Y también cabe sumar los cientos de miles de turistas que prefieren los destinos de sol y playa de la Costa Brava, la Costa Dorada y el Maresme, y se acercan a la capital catalana sólo por el día.

En esta ciudad, el turismo representa el 14% de su PIB, o sea un volumen de 12.000 millones de euros, un mercado que acompaña a Cataluña como el destino que más visitantes recibe: casi uno de cada cuatro extranjeros que viaja a España llega a esta comunidad autónoma.

El gasto de turistas internacionales en Cataluña es un 32% superior al resto de España

Además los visitantes dejan más dinero con respecto a otros puntos del país: el gasto promedio por día en Cataluña es de 189 euros diarios, un 32% más que los 143 euros que gastan en otros centros turísticos de España.

La otra cara del negocio

Por supuesto que hay un precio social y económico que se está pagando, y que acrecienta el temor que el mercado turístico pueda morir de éxito. En Barcelona, la moratoria hotelera que ha dispuesto la administración de Ada Colau ha disparado la oferta de pisos turísticos. Y por más que las autoridades pongan empeño en multar a los ilegales, su número se ha multiplicado sin control.

Este problema también sucede en Palma, Valencia, San Sebastián y varias ciudades de Andalucía, en paralelo a la explosión de la economía colaborativa con plataformas como Airbnb.

Venecia es el modelo en el que ninguna ciudad española quiere reflejarse

El negocio que representa alquilar a turistas lleva a que numerosos propietarios eleven los precios de sus propiedades, y obligan a los inquilinos a buscarse una nueva vivienda, cada vez más lejos de los centros de las ciudades.

Por otra parte, el turismo de borrachera, las despedidas de solteros y los comportamientos incívicos irritan a los vecinos que sufren los ruidos, gritos, vómitos y desórdenes de turistas que piensan que España es la tierra del ‘vale todo’. Basta dar una vuelta por la noche de Magaluf o Salou para comprobar cómo parece una tierra de nadie donde el alcohol impera a sus anchas.

Venecia es el modelo al que ninguna ciudad quiere llegar: la hermosa ciudadela de los canales es visitada por 30 millones de turistas pero sólo viven 50.000 personas, la mayoría en el sencillo barrio de Cannaregio. Hay cientos de tiendas de máscaras pero casi ninguna panadería o ferretería. El turismo deja millones de euros, pero va a los bolsillos de pocos hoteles, comercios y operadores.

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