Junts per Catalunya y ERC agravan su crisis con una subasta de cargos

Esquerra y JxCat escenifican un intento de cerrar la herida de la Diputación, mientras siguen intercambiando pullas para desgastarse mutuamente

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“Hemos tocado fondo”. “La unidad del independentismo está más lejos que nunca”. “Estamos dando un espectáculo muy triste”. Son palabras de Elsa Artadi, diputada y concejal por Barcelona de Junts per Catalunya (JxCat), que comparecía este lunes para hacer una propuesta a ERC en un intento de suturar la herida abierta en torno a los acuerdos municipales y el alcanzado por los posconvergentes y el PSC en la Diputación de Barcelona (Diba).

Poco después, el hombre fuerte de los de Oriol Junqueras en el Govern, el vicepresident Pere Aragonès, hacía lo propio. Se trataba, tras un fin de semana con ambas formaciones entregadas al lanzamiento (mutuo) de cuchillos, de calmar los ánimos y mostrar a las bases independentistas la predisposición de unos y otros a ponerse de acuerdo. Pero lo que volvió a quedar claro con el intercambio de propuestas de cara a iniciar una negociación a contrarreloj, porque la Diputación se constituye el jueves, es que, incluso habiendo ya tocado fondo su relación, unos y otros siguen hablando idiomas diferentes.

Porque los términos en los que JxCat y ERC plantearon esas angustiosas conversaciones no hacen más que reflejar que los dos las abordan desde paradigmas no solo distintos, sino, en algunos puntos, abiertamente opuestos. De ahí que las ofertas cruzadas, planteadas formalmente en una reunión a mediodía en la sede de ERC que se alargó durante una hora y resultó estéril, fueran formuladas en público en sendas ruedas de prensa atiborradas de pullas entre los socios.

Sin acuerdo ni en el objeto de la negocación

Así, el meollo para ERC es la Diputación, tercera institución de Cataluña, según se encargó de subrayar tanto como pudo Aragonès, mientras que para JxCat lo son el conjunto de pactos municipales en los que ambos socios se han puesto la zancadilla.

Los posconvergentes apuntan que hay 27 municipios en los que ellos ganaron las elecciones y no han podido gobernar por un acuerdo entre ERC y otras formaciones, y siete en los que la situación es la opuesta: ayuntamientos en los que es Esquerra quien ganó y no ha podido gobernar porque JxCat ha pactado con otras fuerzas para impedirlo. Son esos casos los que proponen revertir.

Los números se podrían hacer de otro modo, pero de este se alinean mejor con las tesis de JxCat. Por ejemplo, si lo que se tuviera en cuenta fueran solo los acuerdos con el PSC —fuerza que el independentismo sigue encapsulando, al menos de palabra, en lo que llama “el bloque del 155”— serían los posconvergentes los que tendrían que renunciar a más pactos. Según los números difundidos por los propios socialistas, son 25 los acuerdos municipales que han alcanzado con JxCat, que gracias a ellos ha obtenido 23 alcaldías. El número de acuerdos entre PSC y ERC es menor, de 18, con 11 alcaldías para los de Junqueras.

Pero el caso es que, se cojan por donde se cojan los números, la gran mayoría de esos municipios son de muy escasa relevancia. De hecho, JxCat ya dejó claro que su interés se circunscribe sobre todo a tres ayuntamientos: los de Tàrrega, Figueres y, sobre todo, Sant Cugat, que había aguantado como el único gran bastión convergente en Barcelona durante tres décadas y cuya alcaldía está ahora en manos de Esquerra por obra y gracia de un acuerdo con el PSC y la CUP que en JxCat sentó como un tiro.

Revertir eso y el conjunto del pack puesto sobre la mesa por Artadi y por el secretario de organización de los posconvergentes, Ferran Bel, es una cuestión de mera “voluntad política”, en palabras de la primera.

En cambio, para Aragonès lo que es cuestión “de voluntad política” es revertir la entente JxCat-PSC en la Diba. Porque, al fin y al cabo, como remarcó, los de Junqueras tienen tantos representantes en la misma como los socialistas: 16.

En cambio, siguiendo con la argumentación de los republicanos, empezar a deshacer pactos municipales ya suscritos supone vulnerar la autonomía local y abrir crisis en una cincuentena de ayuntamientos que se rigen por sus propias dinámicas. “No sería buscar una solución, sino magnificar los problemas”, advirtió Aragonès, que puso un ejemplo como quien mete un dedo en el ojo de su interlocutor: “En Cervera gana ERC y JxCat pacta con el PSC. No me gusta, pero habrá una dinámica municipal que lo justifique. Y lo importante es que hay un alcalde independentista”, zanjó.

Sillas por la cabeza entre JxCat y ERC

Hubo aún más bofetadas camufladas de manos tendidas. Especialmente sonora, la de la oferta de ERC de ceder a JxCat la presidencia de la Diputación si ambos socios llegan a entenderse,  porque para Esquerra, dijo, “no es una cuestión de sillas”. Lo que equivale a decir que para sí lo es para JxCat, que pilló al vuelo la pulla y la devolvió: “Nosotros no hablamos de sillas, hablamos de proyecto”, replicaba horas después Eduard Pujol en TV3

Pujol calificó además la oferta de ERC de “ejercicio de márqueting político” porque, sin el apoyo de los comunes, por ahora inexistente, un eventual gobierno de JxC y ERC en la Diputación estaría en minoría y sin margen de maniobra, argumentó. En realidad, para que eso sucediera, tendrían que votar en el mismo sentido socialistas, comunes y Cs.

Pero alegó Pujol que sí, que “podría pasar como en Barcelona”, donde Ada Colau fue investida gracias al apoyo del PSC y la abstención de Manuel Valls, entonces aún socio del partido naranja. Y ojo al puñal lanzado a ERC con el que remató el planteamiento. Si eso fue posible, dijo, “fue porque en el movimiento independentista, alguien no apostó suficientemente por la unidad”.

Cuando el portavoz adjunto de los posconvergentes en el Parlament compareció en la televisión pública catalana, ya  hacía horas que había finalizado sin éxito una primera reunión entre las dos formaciones en la sede de ERC, a la que acudieron Bel y el presidente del Pdecat, David Bonvehí.

El conseller Damià Calvet (JxCat), que el domingo fue el primero en lanzar la propuesta de reversión de acuerdos locales que el lunes concretarían Artadi y Bel, también mataba la oferta de Aragonès en las redes sociales. “¿Unidad? Sí. Pero en todas partes, no solo en la Diputación. La oferta de ERC se limita a la Diputación y necesita el apoyo de los comunes, que han dicho no. Mientras, hoy mismo, en consejos comarcales como el del Urgell, ERC pactará con el PSC para desbancar a la fuerza más votada, Junts”, tuiteó.

Artadi admitía que el espectáculo  es “muy triste”; Aragonès decía entender “la ola de indignación del fin de semana” entre las bases independentistas, pero la circunscribía al pacto en la Diputación, y, en medio del fuego cruzado, Salvador Illa, del PSC, clamaba: «¿Esto qué es, una subasta?» 

Tanto la número dos de JxCat en el Ayuntamiento de Barcelona como el vicepresidente catalán apelaban a la buena voluntad y la recuperación de la unidad perdida, y este último rebajaba las expectativas de una ruptura en la Generalitat: “Intentar trasladar la falta de acuerdo a los ámbitos en los que sí estamos de acuerdo es una irresponsabilidad”, zanjó. Obviaba, sin embargo, que quien el viernes reaccionó al anuncio del acuerdo advirtiendo que habría que “valorar las consecuencias” del mismo en el seno del govern fue el presidente del grupo de ERC en el Parlament, Sergi Sabrià.

El caso es que, pese a la reacción en caliente de Sabrià , los republicanos no abogan por una ruptura inminente, sino que acumulan razones para, una vez el Supremo dicte sentencia en la causa del procés, poner fin a la legislatura, algo a lo que JxCat y el president Quim Torra se resisten. Ni siquiera si, como parece, no se llega a un acuerdo que cierre la herida de la Diputación antes del jueves. Puede que se haya tocado fondo, como dice Artadi. Pero incluso en ese punto, la unidad independentista sigue siendo, básicamente, un arma arrojadiza. ¿Subasta? Triste o no, queda espectáculo.

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