Los coches eléctricos favorecen nuevos modelos de gestión energética

Un Citroën C-Zero fue el primer vehículo eléctrico en circular con electricidad procedente de la frenada de los trenes de metro

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Una de las muchas ventajas de emplear la electricidad como combustible para los vehículos está en la posibilidad producir electricidad de forma distribuida, local y procedente de fuentes renovables y no contaminantes. También resulta relativamente fácil traspasar la electricidad entre sistemas de almacenamiento para utilizarla allí donde sea necesaria en cada momento.

Un ejemplo prometedor en este sentido fue el proyecto piloto Train2Car que desarrollaron conjuntamente hace unos años Metro de Madrid, la Universidad Pontificia de Comillas, SICA y el CIEMAT, y en el cual también colaboró Citroën.

Este proyecto se diseñó para aprovechar una energía que normalmente se ‘pierde’ en forma de calor: la que disipan los trenes del Metro de Madrid cuando frenan al entrar en una estación. Una idea innovadora que se demostró viable y que demuestra hasta qué punto la irrupción del coche eléctrico está cambiando nuestra forma de gestionar la gestión de la energía y de aprovecharla más que nunca.

Un Citroën C-Zero fue el primer vehículo eléctrico en circular con electricidad procedente de la frenada de los trenes de metro

El sistema desarrollado para Train2Car convierte en electricidad la energía cinética que producen los trenes durante la frenada gracias al uso de frenos regenerativos. La electricidad obtenida se almacena en acumuladores o baterías eléctricas.

Esa electricidad se puede destinar a recargar las baterías de los coches eléctricos a través de un punto de recarga situado en la superficie. El “surtidor” eléctrico —que fue bautizado con “metrolinera”— se instaló en las instalaciones de Citroën situadas cerca de la estación de Metro de Sáinz de Baranda de Madrid.

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El proyecto piloto Train2Car es un ejemplo de cómo los coches eléctricos pueden impactar en la calidad del aire local | Citroën

El proyecto piloto Train2Car es un ejemplo de cómo los coches eléctricos inspiran —y requieren— nuevos modelos para gestionar los recursos disponibles, y de cómo a través de la innovación los coches eléctricos tienen el potencial de impactar positivamente en la calidad del aire local y en el medio ambiente de una manera determinante, aplicando planteamientos nuevos que apenas hemos comenzado a explorar.

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