Por qué nos fascina tanto el arte oriental

El libro ‘Orientalism Style’ recorre ocho siglos de admiración de Occidente por Oriente en la moda, el cine, la literatura y las artes decorativas, desde Marco Polo a Yves Saint-Laurent

Paul Getty Jr y su esposa Talitha Getty en una producción de moda en Marruecos de Vogue. Foto Patrick Lichfield/Condé Nast/Shutterstock

Durante siglos Occidente ha estado fascinado con Oriente. Desde la literatura, las artes y otros campos de la cultura de Europa y América se ha mirado con admiración aquello que era exótico, lejano, comprensible a medias; con nociones desmedidas de la riqueza de esas ciudades que estaban a meses de travesía.

El libro Orientalism Style, de Assouline, es un viaje a través del arte occidental que ha quedado atrapado por la magia de esas tierras de arenas y montañas, por los zocos y palacios, por las ciudades de laberinto y las caravanas que atraviesan distancias infinitas.

“Una forma de comunicar emociones”

En la introducción el periodista y escritor francés Laurence Benaïm considera que el orientalismo, más que un estilo, “es una forma de ver, de percibir y comunicar emociones. Es una paleta de colores y sensaciones que permiten discutir estéticas basadas en visiones compartidas, notas de viajes y experiencias”.

El libro viaja desde Marruecos a Japón, revelando la fascinación de Occidente por las culturas orientales

Cabe matizar que el concepto de orientalismo no se ciñe a geografías lejanas. Por ejemplo, aquí se describe la admiración de Yves Saint-Laurent por Marruecos y sus colores, lo que ha plasmado en varias de sus publicidades. Y su hermoso jardín en Marrakech para un español está más cerca que ir a Polonia.

‘Tomando té en el harén’, obra de Rudolf Ernst. Foto Fine Art Images/Heritage Images via Getty Images

El mundo musulmán y el Lejano Oriente

Gran parte de las casi 300 páginas del contundente libro (pesa 2,3 kg) giran en torno a las miradas hacia el mundo musulmán, desde Marruecos hasta Irán o Afganistán.

Recién en el 10% final se extiende un poco más allá y analiza la influencia de China y Japón en la moda, las artes decorativas, la pintura, la decoración y la arquitectura. Y a la India ni se la menciona, su riqueza cultural merece un libro aparte.

Una bocanada de aire fresco

El orientalismo, precisa Benaïm, muchas veces ha sido un revulsivo, una bocanada de aire fresco frente a una concepción eurocentrista.

Vaso de opalina de motivos orientales, de 1906. Foto Assouline

“Los pintores orientalistas se definían como coleccionistas de sueños, de la misma manera que muchos apasionados por los objetos decorativos transforman sus estudios en gabinetes de curiosidades”, precisa el autor.

“Los pintores orientalistas se definían como coleccionistas de sueños”

Laurence Benaïm

En sus 200 ilustraciones, sin un orden cronológico, geográfico o estilístico se presentan pinturas barrocas o románticas que reflejaban desde guerreros y odaliscas a sultanes o vendedores de zocos, como el David y Uriah de Rembrandt, El fumador de Ludwig Deutsch, Tomando el té en el harén de Rudolf Ernst o Peregrinos en viaje a la Meca, de Léon Belly.

Castillo de Semmezzano, decorado al estilo marroquí. Foto Massimo Listri

También está la influencia oriental en el diseño de joyas, muebles y prendas de alta costura, como dan fe las zapatillas de s.XVIII de Isabelle de Borchgrave, la chaqueta y falda de aires imperiales chinos de Valentino de 1990, la colección de John Galiano Shéhérazade de 1998, los brazaletes creados por Paul Poiret o el de Bulgari con forma de serpiente o las pequeñas mesas rebatibles de Carlo Bugatti.

Cruce de imaginaciones

Y claro, tampoco pueden quedar afuera las artes, donde se ven fotogramas de Elizabeth Taylor en X, Y y Zee, de Dorothy Lamour como la princesa Shalmar en El camino a Marruecos y de Peter O’Toole como Lawrence de Arabia, así como la portada del libro Salammbo de Gustave Flaubert.

Sala decorada por Renzo Mongiardino al estilo de una jaima. Foto Massimo Listri

El orientalismo ha sido el cruce entre el conocimiento y la imaginación, entre la escritura de viajes y la literatura, precisa el autor.

Este movimiento ha sido (sigue siendo) una caja de pandora del arte, la moda y el estilo que fue abierta por Marco Polo y que a pesar de su auge en el siglo XIX persiste en la actualidad; a pesar de que la facilidad para viajar y la información al instante haya desvanecido parte de esa magia que desprendía las tierras y culturas desconocidas de Oriente.

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