“No podía entender que Francia fuese un país tan homófobo”

Hablamos con Filippo Meneghetti sobre ‘Entre nosotras’: su primer largo se ha colado con bandera francesa en la ‘short list’ de candidatas a los Oscar (y es una de las grandes favoritas)

Quién le iba a decir a Filippo Meneghetti, italiano de nacimiento, que su primer largo acabaría en cabeza de las candidaturas al Oscar a la Mejor Película Internacional, representando a Francia (y con toda probabilidad entre las cinco nominadas), y con un monumento como la alemana Barbara Sukowa –aquella Lola, de R.W. Fassbinder– manteniendo un romance clandestino con Madeleine Girard de la Comédie Française. Él mismo nos lo cuenta.

“Es verdad que la sexualidad de una cierta edad, y la vida en general de la gente mayor, era algo que me interesaba mucho”, confiesa el realizador italiano, cuando empieza a hablar de Entre nosotras, película que se enmarca en esa tendencia que, desde hace ya una década, muestra, y normaliza, la intimidad de aquellos en los que el cine antaño no ponía el foco. “Vivimos en una sociedad obsesionada con la juventud, la belleza y la perfección del cuerpo. Como fabricante de imágenes, quería incluir aquellas que, durante mucho tiempo, se habían marginado”.

Si Beginners (Mike Mills, 2010) –Apple TV–, por la que el recién fallecido Christopher Plummer se convirtió en el más anciano actor oscarizado, o la fabulosa El amor es extraño (Ira Sachs, 2014) –Filmin–, nos hablaban de gays entrados en años, Entre nosotras está en la senda de aquella En 80 días (Goenaga y Garaño, 2010) –Filmin–, sólo que aquí no se trata de un reencuentro con dilema entre el corazón y la razón del que dirán, sino que las dos mujeres protagonistas llevan años escondiendo su amor, haciéndose pasar por meras vecinas de rellano.

Ladies of a certain age

Como en 80 egunean, una de ellas –Sukowa, por supuesto– no tendría problemas en vivir libremente su sexualidad, mientras que la otra se empeña en seguir ocultándola, sobre todo por sus hijos. “El tema de la autocensura es lo que más me interesaba”, prosigue Meneghetti, “y Madeleine creció en un tiempo en el que la homosexualidad era percibida como algo negativo, amén de que engañar a su marido con otra mujer sería percibido como algo todavía más negativo, si cabe”.

«Nuestra propia mirada son los ojos que nunca se cierran. Siempre tendremos que lidiar con eso»

Filippo Meneghetti

“No sólo está la mirada de los demás. Podríamos cerrar la puerta, y esa mirada deja de existir. Desde pequeños nos enseñan a convertirnos en determinadas personas, y me interesaba mucho cómo mostrar que esa mirada heredada finalmente viene de nosotros mismos. Nuestra propia mirada son los ojos que nunca se cierran. Siempre tendremos que lidiar con eso”, añade.

Tampoco podemos saber cómo reaccionaríamos si, de repente, a una edad tan respetable, uno de nuestros progenitores nos anuncia que, en realidad, ha sido otra persona durante tanto tiempo, le digo, medio en broma y medio en serio. “Ya no nos gusta demasiado imaginarnos a nuestros padres teniendo sexo…”, se ríe. “Pero sí, es exactamente eso, el personaje de la hija, que interpreta Léa Drucker puede parecer ambiguo, pero no es homófobo, sino que se siente traicionada por su madre, porque no confió lo suficientemente en ella para revelarle su vida secreta”.

«Yo vengo de Italia, un país donde la noción de progreso es ilusoria, pero Francia también es un país muy, muy complejo”

Filippo Meneghetti

La Francia homófoba

Posiblemente, no hay peor manera de vender una película que cuando se anuncia como “necesaria”, como si las películas pudieran cambiar conciencias obtusas, algo que rara vez puede llegar a suceder. Pero, mientras escribía el guion de su primer largo junto a Malysone Bovorasmy, se producían por toda Francia manifestaciones contra el matrimonio homosexual, el famoso Mariage pour tous, esa institución que ha cobrado nueva vida como agente normalizador.

“No podía creer que Francia fuese un país tan homófobo”, confiesa el realizador y guionista. “Era gente que venía de todas partes. El domingo cogían el tren o el bus, y subían a París a manifestarse en vez de quedarse en casa viendo el fútbol”. Siempre tendemos a visualizar Francia como un país avanzado, un país revolucionario, pero luego está el otro lado, el lado oscuro, que se extiende por el mundo como una mancha de aceite. “No podía entenderlo, y me di cuenta que lo que estaba escribiendo era sí, bastante necesario”.  Qué remedio. 

Es, en efecto, muy difícil de entender que, en pleno siglo XXI, haya tanta gente a la que le moleste lo que haga otra persona en su intimidad, cuando la realidad es que no le afecta en lo más mínimo. Puedo entender, le digo de nuevo con sorna, que si me enamoro locamente de una chica, y a esta resulta que sólo le gustan las mujeres, me suponga cierta contrariedad, como cualquier otro amor imposible. “¡Claro!”, se ríe de nuevo. “Pero es algo que tiene que ver con la norma, con lo que está permitido y con lo que no. Mira que yo vengo de Italia, un país donde la noción de progreso es ilusoria, pero Francia también es un país muy, muy complejo”.

Estreno en cines: 19 de febrero.

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