Jordi Amat: “escribir sobre Alfons Quintà te hace peor persona”

Jordi Amat publica ‘El hijo del chófer/El fill del xofer’, crónica novelada sobre Alfons Quintà, el periodista que tocó el cielo y el infierno con la misma mano

Jordi Amat. Foto: Toni Albir EFE

Jordi Amat. Foto: Toni Albir EFE

Todo el mundo está hablando de El hijo del chófer/El fill del xofer (Tusquets/Edicions 62). Y quien no lo está haciendo es porque no se ha enterado de que es una de las mejores no-ficciones de cuantas se han publicado a lo largo de este fatídico año. Su autor, Jordi Amat, reconstruye con gran pericia la vida de Alfons Quintà, periodista catalán que traicionó a sus amigos, maltrató a sus trabajadores y asesinó a su esposa. De alguna manera, su historia es el resumen perfecto de la corrupción política, económica y periodística que imperó en la Cataluña de Jordi Pujol.

¿Quién fue Alfons Quintà?

Alfons Quintà fue el hijo de la mano derecha de Josep Pla. Por tanto, fue un hombre que, durante su infancia y juventud, conoció a las personas más influyentes de la Cataluña de aquel entonces. Cuando años después entró en el periodismo, todo el mundo percibió que sabía perfectamente quién era quién en el mundo económico, político y cultural de la época. Tenía acceso a las grandes personalidades del momento, que le cogían el teléfono porque lo habían visto crecer, y supo usar esos contactos en beneficio propio.

«Siendo todavía estudiante, Quintà envió una carta a Pla amenazándolo con denunciarlo ante la policía franquista si no le ayudaba a conseguir que su padre le enviara a Estados Unidos»

Jordi Amat

Pero, en vez de agradecer a Pla todo lo que hizo por él, Quintà acabó chantajeándolo e incluso lo acusó de haber colaborado con el régimen.

Mientras escribía el libro, generé la hipótesis de que Alfons Quintà siempre quiso ser el Josep Pla de su generación. Me refiero a que vio en el modo en que el escritor explicaba el mundo una forma de trabajar que le interesó y que quiso aplicar al periodismo que luego ejerció. Pero, en vez de hacer eso, se dedicó a maltratar a aquellos que le habían ayudado. Por ejemplo, siendo todavía estudiante, envió una carta a Pla amenazándolo con denunciarlo ante la policía franquista si no le ayudaba a conseguir que su padre le enviara a Estados Unidos. Y, después de este chantaje, continuó pidiéndole favores.

Jaume Vicens Vives con dos de sus hijos, Josep Pla y, a la izquierda de la imagen, Josep Quintà y su hijo Alfons, en una foto de mediados de los años cincuenta. Arxiu Jaume Vicens i Vives.
Jaume Vicens Vives con dos de sus hijos, Josep Pla y, a la izquierda de la imagen, Josep Quintà y su hijo Alfons. Foto: Arxiu Jaume Vicens i Vives.

Quintà también fue el portavoz periodístico de Josep Tarradellas, pero, igual que hizo con Pla, llegó un momento en que lo traicionó.

Es que Alfons Quintà no podía evitar morder la mano que le daba de comer. Me lo han repetido muchas de las personas a las que he entrevistado: era un hombre que maltrataba a quien le ayudaba. No es difícil suponer que tenía una pulsión parricida. Mediante el periodismo, mató simbólicamente a todos los que le habían beneficiado. Su obsesión por matar al padre llegó a tal punto que quiso incluso acabar con las instituciones catalanas. Al final de su vida, trabajó para Intereconomía criticando TV3, una cadena de televisión que había montado él mismo.

Esa pulsión parricida en parte provenía de las palizas que su padre le pegaba.

Una de sus exparejas me explicó que había visto las marcas que la hebilla del cinturón de su padre había dejado en su espalda. Se confirma, pues, que hay un patrón en eso de que muchos niños maltratados acaban convertidos en maltratadores.

«No es difícil suponer que tenía una pulsión parricida. Mediante el periodismo, mató simbólicamente a todos los que le habían beneficiado»

Jordi Amat

En aquella época, el gran padre de los catalanes era Jordi Pujol. Quintà fue su azote durante mucho tiempo, hasta que el President hizo su jugada maestra: contratarlo.

El libro explica el pujolismo a través de la relación que aquel periodista tuvo con el President. Quintà supo interpretar muy bien a Pujol, en gran medida porque se pasó la infancia oyendo hablar sobre él. Años después, destapó el caso Banca Catalana y el mundo de la familia Pujol se tambaleó. Hasta que el President encontró la forma perfecta de desactivar esas críticas: dar a Quintá el mejor trabajo del momento, que no era otro que montar el gran proyecto de la legislatura: TV3.

Y entonces Quintà se convirtió en uno de los mayores chaqueteros de toda la historia del periodismo español.

-Pero es que la militancia política no era el motor profesional de Quintà. Él sólo quería tener cuotas de poder. Y no las quería para influir en la evolución política del país, sino para hacer daño. Machacar a la gente era su objetivo vital. En todos los cargos que ocupó, que van desde las delegaciones de El País o El Mundo hasta TV3 o Radio Barcelona, no hizo otra cosa que no fuera lastimar tanto a los que le rodeaban como a los que le daban el trabajo.

Jordi Amat. Foto (y foto portada): Toni Albir | EFE.

Su despotismo ha dejado huella en muchísimos profesionales que todavía hoy ejercen la profesión.

La historia de Alfons Quintà nos demuestra que aquella sociedad, me refiero a la Cataluña de finales del siglo XX, estaba enferma, porque permitía que hubiera personajes que se comportaban del modo en que él lo hacía. En este sentido, su biografía es un retrato de cómo éramos. En aquel entonces, Quintà no era visto como alguien a quien había que denunciar, sino como alguien a quien había que respetar porque ejercía el poder.

«La historia de Alfons Quintà nos demuestra que aquella sociedad, me refiero a la Cataluña de finales del siglo XX, estaba enferma»

Jordi Amat

En el libro usted cuenta algunos casos tremendos: la mujer que se orinó encima mientras recibía una de sus famosas broncas, el hombre a quien obligó a afeitarse el bigote porque no le gustaba, el barco al que llevaba a sus subordinadas para aprovecharse de ellas…

Era el típico caso del abusón de la clase a quien nadie se encara. Nadie se enfrentó a él. Y nadie lo hizo por dos motivos: porque podía llegar a amenazarte de muerte y porque, en muchas ocasiones, era el director del medio. Y, claro, ¿quién se enfrenta al jefe?

¿En qué te ha afectado escribir sobre un individuo como Quintà?

En cierta entrevista, Emmanuel Carrère reconoció que era consciente de que su trabajo le estaba convirtiendo en peor persona. Y entiendo por qué lo dijo. Desde el principio, fui consciente de que mi libro haría daño a algunas personas, y aun así lo escribí. Soy consciente de que me he aprovechado del dolor de los demás, pero lo he hecho porque la historia de Quintà me permitía señalar los problemas de nuestra sociedad. Y creo firmemente que la forma de solucionar esos problemas pasa por conocerlos. No eludo la dimensión ética de mi trabajo, pero me consuelo pensando que mi libro también tiene un poder reparador para algunas de las personas a quienes Quintá maltrató. O eso espero.

a.
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