Una Semana Santa diferente en la ruta de Caminos de Pasión

Una España sorprendente te espera en esta completísima ruta por diez pueblos del interior de Andalucía

10 localidades en Sevilla, Córdoba y Jaén integran Caminos de Pasión. Foto: Turismo de Andalucía.

Que la Semana Santa es algo que en Andalucía se toman con una pasión y fervor extraordinarios es algo bien conocido por todos. Sin embargo, siguiendo la ruta cultural bautizada con el adecuado nombre de Caminos de Pasión, descubrí otros aspectos que desconocía. Unas tradiciones que se acercan incluso a lo pagano, además de un patrimonio cultural, artesanal, paisajístico y gastronómico que superaron con creces mis expectativas.

Un viaje intenso, repleto de sorpresas y en el que el contacto con la tierra es tan importante como esas conversaciones interminables con las gentes que las habitan. Gentes cuyas insondables miradas guardan un saber que va más allá del impersonal mundo moderno.

Una experiencia por una España fascinante que no quiere quedar ahogada en el olvido.

Una ruta por tres provincias del interior de Andalucía

La ruta completa –que puede realizarse en cualquier época del año, pero tiene algunas fechas señaladas– recorre diez localidades diseminadas por las provincias de Sevilla, Córdoba y Jaén.

Alcázar de la Puerta de Sevilla en Carmona. Foto: Caminos de Pasion.

En Sevilla, mis pasos me llevaron a conocer Utrera, Écija, Carmona y Osuna. Córdoba se suma al proyecto con Puente Genil, Lucena, Baena, Cabra y Priego de Córdoba. Mientras que la bella fortaleza de la jienense Alcalá la Real es uno de los tesoros históricos que más me maravilló.

La ruta Caminos de Pasión suma un total 330 km por carretera a la que se debe dedicar un mínimo de una semana

En total, una ruta de algo más de 330 km por carretera a la que se debe dedicar un mínimo de una semana, o hacerla por tramos en distintos viajes.

Écija es uno de los cuatro municipios sevillanos en la ruta Caminos de Pasión. Foto: Turismo de Andalucía.

Debido a la extensión de la misma, me centraré en aquellos lugares que considero imprescindibles.

Cabra, lugar de mochileros y costaleros

En pocos lugares he encontrado un grado de hospitalidad como el que hallé en Cabra. Esta pequeña localidad cordobesa me maravilló desde el primer momento. Allí, sentado a una mesa del magnífico Mesón La Casilla – perfectamente pertrechada con una espectacular representación de platos de la huerta y la montaña -, fue donde me hablaron de la tradición navideña de los Mochileros.

En Navidad, los Mochileros recorren las bellas calles del casco histórico de Cabra cantando una especie de villancicos, algunos tan antiguos que provienen de la época sefardí.

Los Apóstoles acompañan al Santo Padre el Viernes Santo en Cabra. Foto: Caminos de Pasión.

Y es que Cabra es una población antiquísima. Los romanos fundaron aquí, en el siglo III a. de C. una importante colonia que basó su prosperidad en el aceite, los cereales y la piedra de sus canteras. El mejor lugar para aprender sobre ello es el Museo Arqueológico de Cabra.

La Semana Santa de Cabra ha sido declarada Fiesta de Interés Turístico Nacional, pero la tradición egrabense que más me fascinó fue la Romería del Costalero, a la que tuve la fortuna de asistir.

Cerca del núcleo urbano de Cabra, se levanta la cima del Picacho (1.217 metros sobre el nivel del mar), sobre la cual se halla una ermita que sirve de hogar a la Virgen de la Sierra, patrona de Cabra. A primeros de septiembre, la Virgen desciende al pueblo junto a una gran muchedumbre, permaneciendo allí hasta el primer domingo de octubre. Ese día, la Virgen regresa a su hogar portada por los bravos costaleros. Se trata de una jornada festiva en la que la gente canta, ríe, baila y come sin freno, mientras disfruta de unas vistas magníficas de Cabra y sus alrededores.

Centro histórico de Cabra. Foto: Turismo de Andalucía.

La bella Carmona, un museo al aire libre

Quizás la ciudad que más me impresionó, desde el punto de vista monumental, fue Carmona.

Al subirme a una de las torres defensivas del Alcázar de la Puerta de Sevilla descubrí ante mí un paisaje, formado por pequeñas casas de fachadas encaladas y tejados rojizos y ocres, interrumpido, aquí y allá, por otras torres, las de las muchas iglesias que se hallan en Carmona.

Algunas que merecen la pena ser visitadas son las de Santa María de la Asunción, San Bartolomé y la parroquia de San Pedro. Todas ellas guardan auténticos tesoros de estilos barroco y gótico tardío andaluz.

Iglesia Santa María en Carmona. Foto: Caminos de Pasión.

La plaza del Mercado de Abastos, antiguas casas-palacio, ermitas, conventos y el Alcázar del Rey Don Pedro son solo otros ejemplos que te convencerán para pasar varios días en Carmona.

Así, podrás comer en sus buenos restaurantes y probar sus alboronías –plato de origen árabe hecho a base de calabaza y calabacín– y las espinacas con garbanzos.

La Mananta de Puente Genil

En el cuartel de Semana Santa “El Cirio” me encontré una de las más grandes sorpresas de mi viaje.

Además de enseñarme a elaborar mermelada de membrillo, unas simpáticas señoras me descubrieron una tradición de Semana Santa realmente única.

Puente Genil. Foto: Caminos de Pasión.

La Semana Santa de Puente Genil es conocida con el nombre de ‘La Mananta’, tiene su propio argot y en ella desfilan más de 400 figuras bíblicas –con sus trajes y sus máscaras– junto a los miembros de sus 23 cofradías.

Al visitar el lugar en octubre, me quedé con las ganas de ver esa procesión, pero es algo que tendré que hacer algún día.

El demonio y la muerte desfilando en Puente Genil. Foto: Caminos de Pasión.

Alcalá la Real, fortalezas y vinos

Ya en Jaén, una espectacular fortaleza encaramada sobre la loma de un cerro me anunció nuestra llegada a Alcalá la Real.

Se trata de la Fortaleza de la Mota, la cual recorrí en una estupenda visita guiada. Así descubrí una auténtica ciudadela levantada, en torno al año 1000, por Aben-Abus Ben-Zeiri, segundo señor del reino de Granada.

En su época de esplendor acogía multitud de edificios administrativos, religiosos, defensivos y comerciales. Finalmente, y tras un largo asedio, La Mota fue rendida a las tropas cristianas por la traición de un pastor, quien descubrió a los enemigos un túnel secreto que llevaba al pozo que servía de aprovisionamiento de agua a los sitiados.

Alcalá la Real. Foto: Caminos de Pasión.

No agua, sino vino es lo que da la vida al negocio familiar de Bodegas Marcelino Serrano. Estos viñedos no son más que el sueño de una familia hecho realidad. Una tradición que comenzó hace 35 años en la Sierra Sur de Jaén, donde los árabes elaboraban caldos hace ya más de un milenio.

Marcelino Serrano es un tipo cercano y campechano. Un viticultor de los de antes, pero también bien formado, habiendo realizado cursos de viticultura y enología con los mejores. Su hija Blanca, gran corredora de carreras de montaña, es la enóloga y nos explica la elaboración de sus estupendos caldos tintos y blancos mientras los catamos. Con esos intensos sabores en el paladar, me marcho de un lugar que rebosa pasión en todas sus formas.

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