Écija: torres, amazonas y palacios en el pueblo más bonito de Sevilla

Del balcón más largo de Europa que luce en el Palacio de Peñaflor a las 11 torres que definen el skyline de la ciudad, recorremos Écija en un viaje por el tiempo, el espacio y el sabor

Écija, la ciudad de las torres y el barroco sevillano. Foto: Turismo de Andalucía.

Fundada por los tartesos y convertida en una gran ciudad por los romanos, que construyeron un foro, templos, termas, cloacas y anfiteatro, fue sin duda en el siglo XVIII cuando Écija vivió su particular siglo de oro, con la concentración de poder eclesiástico y aristocrático que derivó en la construcción de suntuosos palacios e iglesias, conventos, miradores, espadañas y las famosas 11 torres que hoy siguen dibujando el skyline de la localidad.

También es una ciudad que representa el barroco en su máximo apogeo. ‘La ciudad barroca’ y ‘La ciudad de las torres’ son algunos de sus sobrenombres, como también ‘La ciudad del sol’ y ‘la sartén de Andalucía’ (por esto último es mejor evitarla en pleno verano).

Cualquier otro momento del año, sin embargo, es perfecto para conocer esta ciudad a 86 km de Sevilla y a orillas del río Genil, por la que caminar por calles que respetan el trazado de la antigua Astigi romana pero que deslumbran salpicadas de casas-palacio coronadas por torres, escudos heráldicos y balconadas.

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El balcón más largo de Europa

Está bien documentado que en el siglo XVIII habitaban en Écija unos 40 títulos nobiliarios, 13 de ellos Grandes de España. A ellos debemos casas-casas palacio como el Palacio de Peñaflor, el edificio civil más emblemático de la localidad y referente del barroco ecijano.

Palacio de Peñaflor. Foto: Turismo de Andaluciía.

Ostenta el título, además, de poseer el balcón más largo de Europa, de 59 metros, y su fachada curva está decorada con pinturas al fresco. Construido entre 1700 y 1775 y residencia de la familia de Peñaflor hasta 1958, cuando falleció la marquesa viuda Isabel Angulo y Rodríguez de Toro sin descendencia, ha sido desde entonces escuela, biblioteca, conservatorio de música, sala de exposiciones o Archivo de Protocolos Notariales de Écija.

Tras el intento frustrado de convertirlo en hotel y caer en el abandono, ha sido rehabilitado para las visitas. Impresionan el patio y las caballerizas, en la planta baja, así como la imponente escalinata coronada por una cúpula que da acceso al primer piso, donde se puede ver un simpático documental con actores que se meten en la piel de los antiguos moradores del palacio y el despacho del marqués, con mobiliario de la época.

Más arriba, un mirador en el torreón regala vistas 360º de Écija, perfecto situar las otras 11 torres que dan fama a la ciudad.

Patio del Palacio de Peñaflor. Foto: Mar Nuevo.

La ruta de los palacios

En la calle Emilio Castelar pueden verse otros magníficos palacios ecijanos, como el de Valdehermoso, de fantástica fachada plateresca (el interior no es visitable pero merece la pena pararse en este punto, desde donde se pueden ver simultáneamente el palacio de Peñaflor y las torres de San Juan y San Gil).

La casa-palacio Fernández de Córdoba en ladrillo y estilo neoclásico, y el Palacio de Alcántara, con su fachada labrada en piedra, saludan desde esta misma calle.

La ruta continúa por el Palacio de los Palma, levantado sobre un antiguo convento, la casa-palacio de los Pareja, con una hermosa bóveda sobre la escalera y patio con doble arquería, hoy sede de la biblioteca municipal y las casas-palacio de Garcilaso y Lasso de la Vega.

Palacio de Valdehermoso, Écija. Foto.: Turismo de Andalucía.

Tampoco hay que perderse el actual Palacio de Justicia (o como ‘Casa de las Tomasas’), del siglo XX pero con elementos interesantes como la exuberante decoración historicista, basada en la decoración mudéjar de la Alhambra, y la azulejería de Triana en el zaguán.

La Amazona Herida

Ponemos rumbo a la Plaza de España, corazón de la ciudad y conocida por los locales como ‘el salón’, con soportales y sobre la que se asoman miradores que antaño pertenecían a las familias aristocráticas, que los usaban para disfrutar de los festejos, toros o incluso ajusticiamientos que se realizaban en la plaza.

Aquí, además, podemos viajar en el tiempo ya que se asienta sobre importantes restos arqueológicos, como el foro, parte de un templo del siglo I y un estanque romano. Precisamente aquí se encontró uno de los tesoros más queridos de la ciudad, hoy conservado en el Museo Municipal de Écija, la Amazona Herida.

Para verla hay que dirigirse al Palacio de Benamejí, del primer tercio del siglo XVIII. Residencia de marqueses, luego cuartel militar y museo, es otro hermoso ejemplo de arquitectura barroca en el que destacan la monumental fachada, flanqueada por dos torres-miradores, y la magnífica escalera principal, pero también el patio, las carroceras y las caballerizas.

Plaza de España, Écija. Foto: Turismo de Sevilla.

Imposible no viajar hasta la Astigi romana visitando las salas del museo, que cuentan la importancia que tuvo la ciudad para el Imperio: entre otras cosas fue la principal productora y exportadora de aceite de oliva a Roma.

La historia se desgrana a través de la colección de piezas arqueológicas entre las que sobresale la citada Amazona Herida, una escultura del siglo II, perfectamente conservado y encontrada en 2002, en la que aún se perciben restos de la policromía original, pero también algunos espléndidos mosaicos (se han encontrado más de 80 en la localidad) como el de los océanos, ‘El don del vino’, ‘Las estaciones del año’, ‘Las nereidas’ o ‘El triunfo de Baco’.

Amazona herida en el Museo Palacio de Benameji. Foto: Turismo de Sevilla.

Para descansar la vista de tanta abrumadora belleza, merece la pena hacer una parada en el restaurante del museo, Las Ninfas, donde saborear especialidades locales como el arroz con perdiz, el pollo frito al ajillo y la tarta Comadre original, todo en un hermoso salón salpicado de obras de arte o la terraza ubicada en el patio del palacio.

Torres, órganos barrocos y música celestial

El poderío eclesiástico que también tuvo la ciudad en el siglo XVIII ha dejado también profundas huellas, especialmente en forma de iglesias y conventos (llegó a haber 24). Hasta 20 órdenes se asentaron en Écija y se dice que en esa época se oficiaban en la ciudad nada más y nada menos que 1.000 misas diarias.

En muchas brilla la ornamentación barroca, como en la iglesia de los Descalzos, uno de los edificios barrocos más importantes de la provincia de Sevilla y joya del barroco ecijano, cuya restauración ha sido merecedora del premio Europa Nostra. También su órgano, uno de los mejores de España en su clase, y que aún sigue sonando en los ciclos de conciertos que se organizan regularmente.

Iglesia de los Descalzos. Foto: Mar Nuevo.

Las iglesias de Santo Domingo, la de Santa María, la de San Juan y la del Carmen son otras de las paradas imprescindibles, donde también podemos descubrir, a través de pasos y tallas, cómo se celebra la Semana Santa en Écija, (no en vano es uno de los diez municipios andaluces incluidos en la ruta Caminos de Pasión y su Semana Santa está declarada de Interés Turístico Nacional).

Buscamos ahora las famosas torres ecijanas, otra muestra del poderío y la devoción, en este caso en las alturas. Las más emblemáticas son las que coronan la Iglesia de Santiago, la de Santa María -con reminiscencias de La Giralda—, la de San Juan y la de San Gil.

Para recorrerlas existe una ruta que se puede descargar desde la web de turismo de la ciudad y que propone un ameno paseo (5 km, 2 horas y media).

Torre de la iglesia de San Juan. Foto: Turismo de Andalucía.

Sedas y molletes

Una edificación de fachada ondulada y cubierta de pinturas llama nuestra atención muy cerca de la plaza de España. Se trata de la Casa del Gremio de la Seda, también del siglo XVIII.

Tanto la construcción como su bellísima ornamentación siguen hablan por sí mismas de la importancia que en Écija tuvo este gremio de profesionales encargados de la manufactura de la seda.

Nos despedimos con algo aún más típico de Écija del que, además, podemos hacer buen acopio: los molletes ecijanos.

Mollete ecijano con manteca colorá. Foto: Turismo de Écija.

Elaborado artesanalmente, preparado con un buen chorro de aceite de oliva virgen, con tomate y jamón o bien untado con la muy andaluza manteca colorá, este panecillo redondo, de miga densa y cierto regusto ácido es verdadera gloria para desayunar.

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