La Vera: de ruta por los pueblos más bonitos de Cáceres

De Pasarón de la Vera a Cuacos de Yuste y de Garganta la Olla a Valverde, la tierra que sedujo a Carlos V como refugio de sus últimos días invita a desconectar entre una naturaleza exuberante y algunos de los pueblos más bonitos de Extremadura

Cuacos de Yuste es uno de los pueblos que conserva el encanto tradicional de La Vera. Foto: Mar Nuevo.

Hay muchos pueblos bonitos en Extremadura y, concretamente, en la provincia de Cáceres. Pero con permiso de Guadalupe y Hervás, de Trujillo y Valencia de Alcántara, de Robledillo de Gata y San Martín de Trevejo, si hay una comarca en la que absolutamente todas sus localidades tengan encanto esa es La Vera.

El lugar escogido por el emperador Carlos I de España y V de Alemania para su retiro entre todo su vasto imperio cuenta con cinco pueblos reconocidos como Conjunto Histórico-Artístico, castillos e iglesias, palacios renacentistas y originales museos, arquitectura popular y puentes medievales, collados, arroyos, cascadas, piscinas naturales y gargantas.

Porque La Vera –y esto no deja de sorprender a quien se acerca a este territorio, al noreste de Extremadura y a apenas dos horas de Madrid- es verde y es azul.

Al abrigo de las montañas de Gredos, con un microclima propio y abundante vegetación, así como cultivos de pimiento (ya hablaremos del famoso pimentón de La Vera), cerezos, olivos o higueras, hasta 46 gargantas transportan el agua del deshielo de las cumbres de la Sierra de Tormantos hasta el río Tiétar, donde todas desembocan.

Las gargantas ocultan hermosas zonas de baño en La Vera. Foto: Mar Nuevo.

Las de Alardos, Minchones, Garganta Mayor, Gualtaminos, Cuartos, Jaranda y Pedro Chate son algunas de las más importantes, muchas de ellas con charcos (pozas) aptas para el baño, lo que convierte la zona en una delicia en verano.

La mancomunidad suma un total de 19 municipios, una cadena que se extiende sobre las faldas de la sierra y que conforma un verdadero museo abierto donde buscar huellas del pasado, disfrutar de la naturaleza, saborear su gastronomía, rastrear leyendas como la de la temible Serrana de la Vera, toparse con curiosidades como un cementerio alemán o descubrir sus raíces a través de fiestas como Los Empalaos, el Peropalo o Los Escobazos.

Cuacos de Yuste

Es una de las señas de identidad de la comarca y es que en la localidad de Cuacos de Yuste se localiza el lugar donde Carlos V se retiró tras abdicar en su hijo Felipe II.

Antes de buscar su última morada, nos detenemos en el pueblo, de origen medieval y catalogado como conjunto histórico-artístico desde 1998.

Cuacos de Yuste. Foto: Turismo de Extremadura.

Con el típico trazado verato de calles estrechas y sinuosas con regueras para canalizar el agua y edificios con plantas baja en piedra y entramado de madera en los pisos superiores rematados por voladizos (no te pierdas los balcones donde se secan ristras de pimientos), la localidad cuenta con una plaza porticada con una fuente central, un esquema que se repite en muchas otras poblaciones de la comarca.

La iglesia de Nuestra Señora de la Asunción y la que dicen fue la casa de Juan de Austria, el hijo natural del emperador, son otros de los lugares a tener en cuenta.

Real Monasterio de Yuste

Encontramos el Real Monasterio de Yuste, incluido en el catálogo de Patrimonio Nacional, tras recorrer un par de km por una carretera serpenteante que deja ver el extraordinario paisaje.

El monasterio había sido fundado en 1408-1414 para acoger a los monjes de la orden de San Jerónimo y cuenta con dos claustros, uno gótico y otro renacentista, así como una iglesia. Tras la elección del emperador, se añadió el conocido como Cuarto Real, construido por Gaspar de Vega entre 1554 y 55 junto al altar de la iglesia para que el monarca pudiera escuchar misa y que destaca su sencillez y austeridad.

El Monasterio de Yuste fue el último retiro del emperador Carlos V. Foto: Mar Nuevo.

Bajo las ventanas del emperador se extiende la huerta, con amplio estanque que servía tanto para el riego como para que el rey pescase y que aún hoy desprende paz y quietud.

Carlos V se instaló en este lugar el 5 de febrero de 1557 tras más de cinco meses de viaje que se recrean en una interesante ruta. Murió el 21 de septiembre de 1558 y fue enterrado bajo el altar de la iglesia, si bien Felipe II ordenó después trasladar los restos de su padre al Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.

Desde hace años el monasterio es sede de la Academia Europea de Yuste, cuya misión es descubrir y mostrar la obra cultural europea mediante la puesta en marcha de numerosas actividades, entre las que destaca el Premio Europeo Carlos V.

Muy cerca del monasterio encontramos una de las curiosidades de la zona, un cementerio alemán donde están enterrados soldados de la I y la II Guerra Mundial. ¿Por qué aquí? En los años 70 el gobierno alemán decidió reunir en un único lugar los cuerpos de los soldados, aviadores y marinos alemanes que habían acabado en España debido a naufragios o el derribo de sus aviones.

Cementerio alemán de Cuacos de Yuste. Foto: Turismo de Cáceres.

Las obras se iniciaron en 1980 y el cementerio fue inaugurado en 1983. No deja de resultar sorprendente encontrar, entre el frondoso verde del lugar, esta colección de sepulturas idénticas de granito rematadas por una cruz.

Garganta la Olla

Garganta la Olla es otra localidad designada conjunto histórico-artístico por su núcleo urbano, con buenos ejemplos de arquitectura popular verata en mampostería con sillería granítica y entramado de madera con ladrillo o adobe y un patrimonio que incluye la iglesia parroquial y del siglo XVI, la ermita del Santísimo Cristo del Humilladero.

El barrio de la Huerta conserva todo su sabor tradicional, con hermosos rincones que sorprenden a cada paso, incluida la Casa de Postas, utilizada en tiempo de Carlos V como posada para los viajeros, o la Casa Carvajal, con escudo nobiliario en la fachada.

Casa de las Muñecas en Garganta la Olla. Foto: Wikimedia Commons.

No te pierdas la Casa de Muñecas, prostíbulo al que acudía el séquito del emperador y que aún conserva la pintura azul en la fachada que distinguía el lugar.

Además de descubrir su gastronomía en productos típicos como los tasajos, morcilla de calabaza, cerezas y frambuesas y el vino de pitarra de fabricación propia, merece la pena descubrir su entorno natural, que incluye la Garganta Real y senderos que atraviesan bosques de castaños.

La localidad también se relaciona con la leyenda de la Serrana de la Vera, que mataba a los hombres que seducía en la sierra, y que cuenta aquí con un mirador presidido por su estatua.

Garganta la Olla. Foto: Turismo de Extremadura.

Pasarón de la Vera

Declarada Conjunto Histórico en 1998, la localidad de Pasarón de la Vera fue fundada en el siglo XIII sobre ruinas de anteriores pobladores.

Se organiza en torno a tres plazas, donde se ubican los edificios más importantes de la localidad: Ayuntamiento, Iglesia y Palacio de los Condes de Osorio, aunque cualquiera de sus calles desprende el encanto de la arquitectura tradicional, con viviendas de piedra y adobe enlucido y balconadas o solanas de madera, terrazas en voladizo y grandes dinteles sobre las puertas.

Una visita diferente la encontramos en el Museo Pecharromán, ubicado en una casona levantada por la familia Manrique de Lara en el siglo XVI y que actualmente alberga la obra del pintor, promotor cultural y mecenas Ricardo Pecharromán y Morales.

Pasarón de la Vera. Foto: Turismo de Cáceres.

Villanueva de la Vera

En el extremo oriental de la comarca, lo que hoy es Villanueva de la Vera estuvo habitado desde época prerromana, como puede verse en los restos del poblado en el Cerro Castrejón.

Pasear por la localidad es una auténtica delicia ya que es uno de los pueblos que mejor conservan la arquitectura tradicional y, de hecho, está reconocido como conjunto histórico-artístico desde 1982.

Las viviendas, estrechas y profundas, se arreciman en manzanas rematadas por entramados de madera, balcones y voladizos que conforman una estampa púramente verata.

Villanueva de la Vera. Foto: Turismo de Extremadura.

La distribución es similar en todas ellas. La primera planta se destinaba a la cuadra, bodega o gallinero, mientras que en la segunda se encontraban los dormitorios, y en la tercera la cocina.

Además, puede visitarse la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Concepción, las ruinas de la Iglesia Parroquial de los Santos Justo y Pastor y una pequeña ermita del siglo XVIII.

Como monumento natural destaca, sin duda, la cascada del diablo, en la garganta de Gualtaminos y donde hay un mirador desde el que contemplar el maravilloso paisaje.

Entorno de Villanueva de la Vera. Foto: Turismo de Exrtremadura.

En carnaval se celebra además la original fiesta del Peropalo, declarada de Interés Turístico en Extremadura.

Valverde de la Vera

Fue el último pueblo cacereño en incorporarse al club de Los pueblos más bonitos de España (al que solo pertenecen otros tres municipios de la provincia) y es otro de los declarados conjunto histórico-artístico.

La villa tiene forma de cruz y la misma arquitectura popular de tres niveles que combina la sillería con entramados de madera y ladrillo o adobe que hemos visto anteriormente, además de hermosos soportales sostenidos en columnas de granito decorados con bolas y molduras.

Del castillo original del siglo XIII se conservan algunos lienzos de muros y dos torres cuadradas, que se incorporaron después a la iglesia que podemos ver actualmente.

Valderde de la Vera. Foto: Turismo de Extremadura.

La Iglesia de Nuestra Señora de las Fuentes Claras, del siglo XVI, mezcla estilos románico, gótico y renacentista, con dos interesantes retablos churrigueresco y románico. También es reseñable el rollo o picota, símbolo de su villazgo, de estilo gótico.

Durante la Semana Santa, concretamente el Jueves Santo, se celebra la fiesta de los Empalaos, en la que varios penitentes cargan con un timón de madera de castaño atado a su cuerpo con sogas y se visten con una corona de espinas, dos espadas a la espalda y un velo y realizan descalzos y en silencio un viacrucis por el pueblo acompañados por sus correspondientes Cirineos.

En caso de cruzarse con otro empalao, los dos se arrodillan en señal de respeto, uno de los momentos más impactantes de la noche. Un Museo del Empalao explica todo lo relacionado con la tradición.

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