Planes para pasar una Navidad de lujo en Provenza

¿Qué tal una escapada al sur de Francia para vivir el espíritu navideño de otra forma? La región de Provenza propone combinar las tradiciones con su alta gastronomía, vinos, trufas y artesanías

Aviñon brilla en la Navidad. Foto Juan Pedro Chuet-Missé

Si se busca una escapada diferente para aprovechar los días de vacaciones la zona de Vaucluse, en la región francesa de Provenza, se presenta como una opción que quizás muchos no hayan tenido en cuenta, pero que al probar sus platos y conocer sus tradiciones seguramente sorprenderá.

La ciudad más importante es Aviñón, y gracias a sus buenas comunicaciones viales y ferroviarias con España (o con el aeropuerto de Marsella como alternativa aérea), bien puede servir como base para recorrer la región.

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Mercadillo navideño de Cloister des Celestin. Foto Juan Pedro Chuet-Missé

Aviñón en Navidad

Esta época la ciudad está tapizada de luces navideñas, desde los árboles en el Palacio de los papas (su principal baza histórica junto con el famoso puente) hasta las que iluminan la Plaza del Reloj y la céntrica avenida Rue de la République, con osos gigantescos a cada paso y mercadillos como el de la entrada tras pasar las murallas o el de la antigua iglesia de Cloister des Celestin.

Las angostas calles de Aviñón cuentan con coquetas tiendas de diseño y de productos delicatessen

Los chocolates artesanos de Aline Géhant. Foto Juan Pedro Chuet-Missé

Las angostas calles de Aviñón cuentan con coquetas tiendas de diseño como Le Nid o las que están una al lado de la otra en la Rue des Fourbisses; así como de productos gourmet, desde los tradicionales nougats a los chocolates de Aline Géhant.

Si se trata, precisamente, de comer, en esta pequeña ciudad con una gran vida cultural en torno a los teatros, sugerimos las preparaciones de cocina fusión de Première Edition o las de La Violette, buenas introducciones para la elaborada gastronomía de la región.

El oro negro. Y el amarillo

Por suerte el clima provenzal en invierno es bastante moderado comparado al de otras regiones de Francia, donde a lo sumo el frío viento mistral puede fastidiar un poco.

Eso nos pasó cuando pusimos rumbo a Richerenches, en el corazón del valle conocido como el Enclave de los papas.

Denis Valayer explica las virtudes de la trufa negra. Foto Juan Pedro Chuet-Missé

Este pequeño pueblo, construido en torno a una antigua fortaleza de los caballeros templarios, es la meca de la trufa de Francia; donde se comercializa entre 15 y 30 toneladas al año. Y tengamos en cuenta que los 100 gramos valen entre 50 y 120 euros, depende de la variedad de este producto de la tierra.

Richerenches es considerada la capital de la trufa de Francia

Cada sábado entre noviembre y marzo se puede visitar el mercadillo callejero donde además de venderse estos hongos de un alto valor gastronómico también se ofrecen derivados como salsas y aceites, y otros productos regionales como quesos y embutidos.

Revuelto de trufas del restaurante l’Escapade. Foto Juan Pedro Chuet-Missé

Para conocer más sobre este diamante negro, se pueden consultar los platos que ofrecen los restaurantes de pueblo como l’Escapade, o bien hacer una escapada a los productores truferos como Christian Merin, quien con sus dos perras enseña a detectar y hallar trufas en su plantación de robles.

Otro diamante, esta vez de color dorado, es el aceite de la región; cuya suavidad y sabor que no tiene mucho que envidiarle a los mejores AOVE de España.

Así se puede comprobar en las catas de Le Vieux Moulin, cerca del pueblo de Puyméras, el único productor con el ancestral sistema de producción en frío.

Christian Merin enseña cómo hallar trufas negras. Foto Juan Pedro Chuet-Missé

El sabor de los pueblos provenzales

Los pueblos cercanos como Vaison La Romaine se transforman en Navidad, donde no hay rincón sin un atrapante despliegue de luces.

Por esta zona también hay alojamientos rurales que invitan a desconectar al menos una jornada entre programas de senderismo en sus valles o sierras, como el hotel Les Florets, que desde 1960 ofrecen una experiencia diferente para estas fiestas con elaborados menús maridados por cuatro vinos de las cercanas DO, como la de CôtesduRhône o La Garrigue.

Vinos y tradiciones

El viajero comprobará que el valle de Vaucluse es un mosaico de diferentes denominaciones de origen vitivinícola, donde basta hacer un par de kilómetros para pasar de una a otra.

Cata en la bodega Domaine Pierre Amadieu. Foto Juan Pedro Chuet-Missé

Una de ellas es la DO Gigondas, que concentra bodegas como Domaine Pierre Amadieu, una compañía familiar que hace 90 años produce blancos, rosados y tinos con uva garnacha y en menor medida syrah.

En estos valles cada pocos kilómetros hay una DO de vinos diferente

Allí cuentan con una coqueta tienda donde se realizan degustaciones, una buena opción si uno está indeciso con qué vino regalar para las fiestas.

Un brunch de cinco estrellas

Una experiencia de cinco estrellas que se puede tener en estas tierras es disfrutar de la gastronomía del lujoso Hôtel Crillon Le Brave, un establecimiento que creció adquiriendo casas del pueblo homónimo, y durante las navidades reabre para ofrecer un sofisticado brunch con vistas al pico nevado del Mount Ventoux y al valle que lo rodea.

Brunch del Hotel Crillon Le Brave. Foto Juan Pedro Chuet-Missé

Por 45 euros (sin bebidas alcohólicas, y 58 euros en verano con bebidas) se pueden probar sus exquisitos, quesos, foies, pescados y dar el toque final con su mesa de postres.

Las navidades insólitas de Carpentras

Uno de los pueblos provenzales que viven las fiestas con más pasión es Carpentras. Cada fin de semana están las Noëls Insolites (Navidades insólitas), una larga lista de espectáculos callejeros pensados para las familias donde a cada paso se cruzan mimos, artistas, músicos o trapecistas; en una villa donde la elegancia de sus tiendas y las decoraciones temporales compiten con las luminarias que decoran las calles.

En la Chapelle du College hay un mercadillo dedicado casi al 100% a la tradición de los santons, o sea las figuras de los pesebres.

Menos sofisticados que los napolitanos, estas pequeñas artesanías de cerámica provienen de una consolidada tradición que recrea la vida cotidiana de los pueblos y las granjas de otros tiempos; como se puede ver en la gigantesca puesta en escena de la oficina de turismo local con sus 358 figuras.

El gigantesco pesebre de Carpentras. Foto Juan Pedro Chuet-Missé

Si se quiere saber cómo se fabrican estas artesanías en el pueblo de Séguret está Denis Voeux, quien puede estar horas explicando la historia provenzal de los pesebres y quien se inspira en sus vecinos para crear las pequeñas piezas.

La isla de los anticuarios

Para regalar en las fiestas hay muchas personas que prefieren apostar por lo clásico. Y para ello, una buena idea es dirigirse a L’Isle-sur-la-Sorgue, un pueblo cruzado por arroyos y riachos que durante la Edad Media fue una potencia en la producción textil del sur de Francia.

De los 62 molinos que había en su pequeño centro solo quedan un par como testigos de aquellos tiempos, y varias instalaciones alojan tiendas de antigüedades.

Decoración navideña en L’Isle-sur-la-Sorgue. Foto Juan Pedro Chuet-Missé

En el pueblo de L’Isle-sur-la-Sorgue se concentran 300 tiendas de antigüedades

Y hay 300 locales dedicados a la pasión de los anticuarios, donde cobra vida la máxima que si un artículo no está allí es porque no existe.

Pero todavía quedan algunos remanentes de aquella prestigiosa industria textil, y uno es la Maison Brun de Vian-Tiran, una compañía que lleva ocho generaciones elaborando finos tejidos de lanas de todo el mundo, desde cabras y ovejas hasta yaks, camellos, llamas y alpacas.

Museo textil de la Maison Brun de Vian-Tiran. Foto Juan Pedro Chuet-Missé

La planta superior tiene un museo interactivo que invita a conocer no solo el pasado textil de L’Isle-sur-la-Sorgue sino también aprender a diferenciar los tipos de fibras, ya sea al tacto como al microscopio. Difícil irse sin visitar la tienda y no caer en la tentación de llevarse alguna de sus bufandas, ponchos y mantas.

La artesanía del vidrio

Otra opción es regalar una pieza única, como un juego de vasos o un jarrón de cristal. Esa es la propuesta de Guillaume Roux en As au verre, un artesano del vidrio soplado que tras un largo periplo de aprendizaje y trabajo en media docena de países ha recalado en L’Isle-sur-la-Sorgue.

Allí Roux da clases y ofrece a los visitantes la experiencia de crear bolas de cristal, ideal para decorar el árbol navideño, en un par de minutos. Y no es nada difícil

Guillaume Roux enseñando a crear figuras de vidrio. Foto Juan Pedro Chuet-Missé

Los platos más sofisticados

El poder económico que tiene la venta de antigüedades se refleja en el ámbito gastronómico: en el pueblo viven 20.000 personas pero hay 100 restaurantes, todo un récord en Francia.

Uno de ellos es L’Atelier du Jardin, con interesantes opciones de cocina tradicional a precios accesibles en una casa antigua con grandes espacios verdes.

Plato del Grand Hotel Henri. Foto Juan Pedro Chuet-Missé

Otro es el elegante Grand Hôtel Henri, un establecimiento boutique activo desde 1785, cuyo restaurante está recomendado por la Guía Michelin.

Cuando se prueba su pechuga de faisán vienés o su medallón de rape con miso se comprende porqué los inspectores de la guía roja lo tienen fichado, en un local que bien puede ser el cierre de estas experiencias navideñas en la Provenza.

a.
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