‘La abadía de los herejes’: un oscuro viaje a la Edad Media

Eugeni Verdú, abogado y pintor, irrumpe con su segunda novela en el universo editorial con un thriller de ingredientes seguros y con un amplio espectro de lectores. La abadía de los herejes (Roca Editorial) transcurre en la oscuridad de los escollos de la Edad Media.

La suma de ingredientes de esta novela es caldo de cultivo para esos lectores que andan buscando una novela con un arranque potente, un núcleo interesante y un final bien resuelto, los ingredientes necesarios para una novela de estructura y corte clásicos.

En la trama hay amistad, amor, sexo, familia, aventura, misterio, pobreza, riqueza, santidad, herejía, injusticia, torturas, historia… Y una clara intención de que las personas vuelvan de nuevo a mirar a la Naturaleza que en un momento concreto han abandonado y se integren de nuevo a su dinámica.

Un thriller en la Europa medieval

Hay que situarse en Occitania, entre Francia y España, a finales de la Edad Media y en tiempos de la Inquisición Pontificia. Comienza el relato en marzo de 1379 en Roquemaure, una villa junto a Avignon, para después recorrer otras provincias, sus bosques y recovecos.

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La familia Duver es apresada por el alguacil, un personaje a tener en cuenta. Los hijos escapan al destino de los padres, que son llevados frente al tribunal inquisitorio y se convierten en protagonistas de un juicio por herejía que no llegan a comprender.

¿Un simple carpintero acusado de herejía? ¿Una ama de casa? Ambos son sometidos a todas las torturas del momento, siempre sin sangre teóricamente, según insiste el autor porque así era en realidad de acuerdo a las normas aunque no siempre se respetaban, y esos saltos por encima de la ley ni siquiera constaban en las actas, evidentemente manipuladas.

Por qué un simple carpintero y una ama de casa fueron acusados de herejía es el misterio que tendrá que desentrañar el joven Duver

La descripción de las escenas es meticulosa y precisa, tanto como las sentencias del tribunal en las que queda clara la rigurosidad del abogado escritor.

El largo viaje del joven Duver

El protagonista es el hijo ausente, el que un día vuelve a casa y se da de bruces con el desaguisado: la muerte de sus padres y la desaparición de sus hermanos. Esa es la historia, cómo Egean Duver emprende el camino para descubrir su paradero y saber la razón por la que fueron condenados sus padres, y en todos los pormenores con los que se cruza en la senda hacia lo sucedido.

¿Seguirán vivos sus hermanos?¿Logrará rescatarlos, vivos o muertos? ¿Por qué su padre fue acusado de hereje y su madre de cómplice? Hay más búsqueda de respuestas que ánimo de venganza en el espíritu de ese muchacho que todo lo que quiere en la vida era ser el mejor forjador de espadas.

En medio de todo ello, Verdú nos sitúa, de nuevo con rigor documental, en el conflicto político de la Corona de Catalunya y Aragón, las luchas entre Inglaterra y Francia y en la situación de la terrible peste que asoló el mundo conocido.

Son tiempos, además, en los que la iglesia manda y ordena con sus propias leyes, en que dos papas se disputan la hegemonía espiritual católica, Clemente VII y Urbano IV, provocando el que se llamó Cisma de Occidente. La espiritualidad es, precisamente, una de las cuestiones que el autor pone en la palestra en este relato en que los intereses crematísticos adquieren especial relevancia.

Viaje al Cisma de Occidente

Tiempos oscuros y conversaciones del joven Duver, una vez introducido en la Abadía de referencia, con clérigos instruidos, en realidad la única tribu culturizada de aquellos tiempos, la eclesiástica, que son para leer con calma y refrescar la memoria sobre cuestiones fundamentales de la esencia del Ser.

El libro incluye también referencias a los misteriosos cátaros, a los que la Iglesia llamó ‘herejes del sur’ y consideró sus peores enemigos

Referencias también al siempre misterioso mundo de los cátaros, a los que la Iglesia llamó ‘herejes del sur’ y consideró sus peores enemigos por dar la misma importancia a dios que al diablo y por rechazar la riqueza material y predicar el ascetismo como único camino hacia la salvación. Eso, claro está, no interesaba nada a la estructura eclesiástica de los altos mandos.

En la descripción de los personajes, tan concisa que no obliga al lector a ir hacia atrás en las páginas para saber quién es quién, Verdú vuelve a acercarse a la novela clásica, y como ya hiciera, por ejemplo, Wilkie Collins en su Dama de Blanco, los buenos lo son hasta el fondo y los malos son lo peor. Hay premio y castigo para todos.

La frase estelar del autor, según él mismo y de su propia autoría, se lee al principio: «Cuando el azar persiste es porque te está proponiendo un juego; y para entonces, sin apenas darte cuenta, se hace amo de tu destino».