El silencioso encanto de los valles y pueblos de La Ribagorza

En un extremo de Aragón, la comarca de La Ribagorza ofrece paisajes increíbles para descubrir por carreteras serpenteantes y jornadas de senderismo

Las moles de los Pirineos cerca de Graus. Foto Phil Fiddyment – CC

Del Atlántico al Mediterráneo, la cordillera de los Pirineos recorre 430 km como un muro rocoso que divide la Península Ibérica del resto de Europa.

Con sus picos que llegan hasta los 4.300 metros, sus cascadas, los pequeños pueblos que desafían al aislamiento, las pistas de esquí que resucitan en invierno y los testimonios silenciosos de castillos y monasterios conforman un mosaico para descubrir todo el año.

La publicación del libro 101 lugares del Pirineo sorprendentes, de Xavier Martínez i Edo (Anaya Touring) es una buena introducción para conocer diferentes rincones de las regiones montañosas del País Vasco, Navarra, Aragón y Cataluña.

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De cada sitio elegido se relata brevemente que se puede encontrar el viajero, una descripción que para los futuros visitantes debería complementarse con una búsqueda más exhaustiva en portales web y guías especializadas. Pero para dar los primeros pasos entre las montañas, es una buena puerta de entrada.

Cascadas y lagos pirenaicos

De sus páginas elegimos los atractivos de la comarca aragonesa de La Ribagorza, limítrofe con Francia y las catalanas del Vall d’Arán y el Pallars Jussá.

Gracias a esta guía encontramos las cascadas de Ardonés, que se puede descubrir en una caminata de tres horas por el valle de Benasque, donde además de la principal del estilo ‘cola de caballo’ hay otros dos saltos de agua.

Cascada de Ardonés. Foto Ben n’Rebeca McIntyre – CC

En ese valle se encuentran los Llaos de Batisielles, que el autor presenta como “un oasis de placidez”, donde entre los bosques de pinos negros se encuentra el pequeño lago de Ibonet de Batisielles, y al que se llega tras dos horas de senderismo remontando el valle de Estós.

Una de las cascadas más sorprendentes es la de Foray de Aiguallut, que el salto de agua desaparece entre acueductos subterráneos

Cabe aclarar que ibon es como se llama en Aragón a los lagos de montaña, formaciones lacustres surgidas de las glaciaciones. Entre los más fotogénicos están los dos de Villamuerta, al pie del Aneto, en el Parque Natural del Posets-Maladeta; dueños de un paisaje para retratar en cámaras y móviles.

El Forau de Aigallut. Foto Toprural

Del Aneo y el macizo de la Maladeta baja el sorprendente Forau de Aigallut, una cascada ruidosa y potente que desaparece, así, en medio del bosque. ¿Y dónde va el agua?

Pues a una serie de acueductos subterráneos que llegan hasta el Vall d’Arán y desembocan en el Garona, camino al Atlántico.

Monasterios y pueblos de montaña

En La Ribagorza se encuentran interesantes testigos de la historia medieval, monasterios de órdenes que buscaban el aislamiento y la meditación.

Monasterio de Obarra. Foto Víctor Gómez - CC
Monasterio de Obarra. Foto Víctor Gómez – CC

Uno de ellos es el de Obarra, uno de los mejores ejemplos de arquitectura románico-lombarda del Alto Aragón.

El edificio está recostado entre farallones rocosos, construcción del siglo XI, del que se conserva la iglesia de planta basilical con tres naves largas.

Otro es el monasterio de Alaón, junto al pueblo de Sopeiro, a la vera del río Noguera Ribargozana, que fue consagrado en 1123.

Torre de la Catedral de Roda. Foto Víctor Gómez - CC
Torre de la Catedral de Roda. Foto Víctor Gómez – CC

Además de su arquitectura románica de estilo lombardo, lo que más impresiona al visitante es el entorno natural, precisa Martínez i Edo, con sólidas paredes rocosas oscuras que sirven de protección al conjunto religioso.

La Catedral de Roda sorprende por el tamaño de la fachada y del conjunto religioso comparado con las dimensiones del pueblo

También es para destacar la Catedral de Roda, o en todo caso, excatedral, porque el templo perdió su categoría en 1149.

Sorprende el tamaño de la fachada y el volumen del complejo en un pueblo pequeño como Roda, un interesante ejemplo de arquitectura románica con toques rústicos.

Graus y su plaza mayor

Por supuesto que no hay que dejar de visitar la capital de La Ribagorza, Graus, en el encuentro de los ríos Ésere e Isábena.

Plaza Mayor de Graus. Foto Horrapics – CC

Entre los edificios históricos destacados de esta localidad de 3.300 habitantes está la parroquia de San Miguel, el puente románico sobre el primer río y la basílica de la Virgen de la Peña, “incrustada bajo un inmenso roquedo”.

Pero la joya de Graus es su Plaza Mayor, de planta irregular y rodeada de edificios señoriales, en un perímetro porticado con porches adintelados, donde algunas casonas han sido decoradas con pinturas de colores vivos.

Cañones y extrañas formaciones rocosas

En el Prepirineo aragonés se encuentran las extrañas Rocas de Finestres o Roques de la Vila, una larga, alta y delgada muralla creada por la naturaleza; 840 metros de roca que se sumerge en el embalse de Canelles, en el Noguera Ribagorzana y emerge en la otra orilla.

Si es posible, la mejor forma de conocerla es remando en un kayak en las aguas turquesas del embalse.

Ese río, en su camino hacia el Segre, se abre paso por la sierra del Montsec, y la paciencia de la naturaleza pudo lograr abrir un desfiladero por el congosto de Mont-rebei.

El congost de Mont-rebei. Foto Thierry Llansades – CC

Se trata de un cañón de siete kilómetros de largo, donde en algunos tramos las paredes alcanzan los 300 metros.

Los senderistas que quieran seguir su curso tienen que descender por las pasarelas de Montfalcó, y luego se tiene que atravesar el río a través del puente colgante del Seguer, que suspendido a 35 metros une Aragón con Cataluña.

El último rincón de este viaje por La Ribagorza es el pueblo de Puente de Montañana, que no debe confundirse con el de Montañana original, ubicado en las alturas. Su trazado medieval conserva unas 50 casas y calles de piedra, con sus torreones, murallas e iglesias; en una bonita postal que sintetiza el espíritu de los Pirineos.

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