Puertos de montaña, pueblos y valles por la ruta de los Grandes Alpes
El recorrido que va desde el Lago Lermán a la Costa Azul es uno de los desafíos más duros para las competencias de bicicleta. Pero también se puede realizar relajadamente en coche por sus caminos serpenteantes

El serpenteante camino a la altura del Col d’Izoard. Foto Gasdub-CC copia
Cuando la nieve pase al recuerdo y las carreteras no tengan riesgo de bloqueos será el momento de poder realizar una de rutas panorámicas más bonitas del sur de Francia (y eso que tienen muchas): el descenso desde el Lago Lemán hasta la Costa Azul a través de sus puertos de montaña.
Se trata de transitar desde este lago franco-suizo por la frontera entre galos y helvéticos y luego con la región alpina italiana, donde el impacto del aire frío reverbera en los pulmones y en que los lagos glaciares deslumbran con sus reflejos.
Esta es la Ruta de los Grandes Alpes, uno de los circuitos de montaña favoritos por los amantes del ciclismo más exigente.
Pero como la idea es salir a pasear más que a destrozar las piernas, vamos a ver qué sugiere el libro Crea tu Viaje (GeoPlaneta – Lonely Planet), para disfrutar de esta ruta en coche.
Desde la tranquilidad del lago Lemán
El punto de partida es el Lago Lemán, también conocido como Lago de Ginebra. Desde 1913 el bonito pueblo de Thonon-Les-Bains, en la margen sur del mayor lago alpino, es el kilómetro cero de esta ruta.
La ruta de los Grandes Alpes se inicia en el bonito pueblo de Thonon-Les-Bains, en la margen sur del Lago Lemán
El camino hacia el sur transcurre entre paisajes boscosos y granjas. Esta es la región de Chablais, en la que se pasa por los pueblos de Cluses y Beaufort-sur-Doron, donde se ven picos que superan los 2.000 metros como el de Jallouvre o el Pointé Percée.
Lagos de aguas turquesas
En los 150 km al sur se atraviesan nada menos que 21 puertos de montaña. Uno de los que entrega una panorámica inolvidable es el Cormet de Roselend, de 1.967 metros, donde a un lado se despliega el hermoso lago del mismo nombre, de aguas turquesas.
La carretera, serpenteante, acerca a la cima del Roc du Vent (2.360 metros); y tras tantas vueltas, espera una comida de carnes de caza y patatas rellenas, acompañados de quesos Beaufort, en restaurantes de montaña como el Chalet de Roselend.
Pueblos de casas de piedra
Otro puerto de montaña que es un duro desafío para los ciclistas es el Col de l’Iseran. Ubicado a 2.764 metros, es el punto de unión con los remotos valles de Tarentaise y Maurienne, de la región de Saboya, en el otro lado de la frontera marcada por los picos alpinos.
Uno de los puertos de montaña más altos del viaje es el Col de la Bonette, a 2.715 metros de altura, un clásico rompepiernas del Tour de France
Uno de los tramos más bonitos para retratar en la cámara o el móvil es el que va desde la estación de esquí de Val d’Isère (uno de los más exclusivos de la región) y el de Bonneval-sur-Arc, un pueblo con casas de piedra.
Los Alpes de Alta Provenza
A partir de aquí comienza un tramo de 250 kilómetros por los Alpes de Alta Provenza. El camino es cada vez más alto, las campiñas y las tierras verdes de los valles son cada vez más pequeñas, hasta que se llega al Col de la Bonette, a 2.715 metros de altura; un clásico rompepiernas del Tour de France.
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Pero que eso quede para los que tienen resistencia; porque en coche hay que ir despacio y no solo por las curvas -algunas traicioneras- sino para contemplar el regalo que da la naturaleza, con los picos rocosos y las gargantas vertiginosas.
Si hay suerte, en estos rincones del Parque Nacional de Mercantour, se pueden ver águilas reales planeando en búsqueda de su presa, muflones e íbices.
Hacia el Mediterráneo
Tras este puerto de montaña el camino desciende en dirección al Mediterráneo. Se trata de hacer 150 kilómetros por los valles de Tinée, Vésubie y Roya; donde se pueden descubrir pueblos como Sospel, La Bollène Vésubie o el de Saint-Martin-Vésubie, que hace equilibrio al borde de un precipicio con sus casas y la iglesia medieval de piedras rojizas.
El trayecto tradicional de la Ruta de los Grandes Alpes culmina en Mónaco, el pequeño estado que representa el no va más del lujo y la sofisticación.
Si se quiere mantener el espíritu más discreto del camino realizado se puede poner punto final en Menton, la última villa de la Costa Azul francesa antes de cruzar a Italia; donde su centro histórico está lleno de grandes residencias edificadas a fines del siglo XIX, y con un paseo marítimo que había enamorado a Jean Cocteau, como se puede confirmar en el museo dedicado a este pintor, dramaturgo y director de cine.