Siete razones para escaparse a Faro en otoño
Sin el aluvión turístico de la temporada alta, la capital del Algarve presenta a una tranquila villa llena de tesoros históricos y con paisajes naturales ideales para descubrir en una escapada

La bonita iglesia de Carmo Faro. Foto Morgan Davis | Flickr
La cercanía con España y sus buenas comunicaciones viales y aéreas convierten a Faro en un destino recomendado para una escapada, un viaje donde se pueden combinar el descubrimiento de su pasado milenario con las maravillas de sus costas e islas.
Se puede tomar un pequeño barco para descubrir los secretos de su litoral, pasear por sus murallas, estremecerse con un gigantesco osario en una iglesia o contemplar el dédalo de su Ciudad Vieja desde la torre de la catedral.
Paseos por la muralla
Desde los romanos que varias civilizaciones tuvieron a Faro en el punto de mira. Su ubicación en el extremo meridional del país, como bisagra entre el Atlántico y el Mediterráneo, fue tenida en cuenta por visigodos, árabes y cristianos.
Fueron precisamente los romanos los que levantaron la primera muralla, luego ampliada y modificada por los árabes. Su solidez quedó demostrada en la contención de los ataques de los corsarios ingleses que llegaban año tras año, e incluso en el terremoto que destruyó buena parte de la ciudad en 1755.
La muralla de Faro es tan sólida que resistió al terrible terremoto de 1755 que destruyó buena parte de la ciudad
El recinto se puede recorrer en un interesante paseo peatonal, en donde destaca la presencia de dos torres albarradas que proteger la entrada del Arco do Repouso, que comunicaba al centro.
También se puede ver el Arco da Vila, levantado por los árabes en forma de herradura, así como las torres octogonales que un siglo antes habían sido construida por la ocupación bizantina.
Caminar por la Ciudad Vieja
El blanco de las fachadas contrasta con los tejados rojos y el gris de los adoquines de la Ciudad Vieja.
El casco histórico de Faro presenta un encantador laberinto de calles serpenteantes que cada tanto conducen a alguna luminosa plaza.
Un punto clave de la visita es conocer a la Catedral, edificada en unas ruinas romanas del siglo XIII, que tiene un campanario que es el lugar ideal para contemplar la villa a vuelo de pájaro.
En los paseos, además de descubrir las pequeñas tiendas locales, también hay que pasar a ver la Plaza Alfonso XIII y el Palacete Belmarço.
El rincón de la historia
Con tantos años de historia es lógico que la ciudad tenga un centro que recopile su legado. En el Museo Municipal de Faro, emplazado en el antiguo convento de Nuestra Señora de la Asunción, se pueden descubrir piezas romanas de las ruinas de Milreu, como el fascinante mosaico del Océano o los bustos de los emperadores Agripino, Adriano y Galiano.
El recorrido se remonta desde restos prehistóricos a un rico acervo medieval, así como colecciones de arte sacro realizado entre los siglos XVII y XVIII.
El templo de los huesos
No es un lugar para asustarse, pero si causa cierto escalofrío ver tantos huesos y calaveras formando paredes.
El osario de Nossa Senhora do Carmo está revestida por huesos y calaveras de 1.200 monjes del templo, que fueron exhumados para dejar espacio en el cementerio cercano
Se trata del osario de la Iglesia Nossa Senhora do Carmo, un lugar recubierto por los restos de 1.200 frailes carmelitas que habían servido en la iglesia.
Su presencia tiene un motivo pragmático que inquieta: fueron exhumados de un cementerio cercano en 1816 “para demostrar, a través de las geométricas figuras que conforman la estructura de la capilla, la brevedad de la existencia humana; así como dejar espacio en los cementerios de la ciudad”, indican en Turismo de Algarve.
Descubrir las islas cercanas
Entre Faro y el Atlántico se interpone una barrera de cinco islas, que se pueden recorrer en barcas que zarpan desde el puerto.
En verano una de las más visitadas en la Isla Barreta porque tiene siete kilómetros de playa. Fuera de temporada, es un lugar para contemplar con la compañía del viento, en el punto más meridional de Portugal.
Otra isla es Culatra, donde viven pescadores que comparten su tarea con los buceadores que aprovechan la claridad de las aguas, que permiten ver hasta 15 metros de profundidad.
Remontar la ría en kayak
La zona de la ría Formosa es reserva natural desde 1978, un humedal de 18.000 hectáreas que es hogar de una gran variedad de fauna y flora, como cientos de especies de aves migratorias y las granjas de mariscos.
Los 60 kilómetros de este laberinto acuático se pueden recorrer en kayak, que acercan a dunas, playas, marismas y lagunas que son inaccesibles de otra forma.
La gastronomía de Faro
Como en toda ciudad, las plazas del casco histórico son invadidas por terrazas que despliegan las joyas gastronómicas del sur lusitano.
Entre ellas, se encuentran la cataplana, plato regional como una cazuela llena de pescados y mariscos; además de las sardinas y otras especies de mar a la parrilla, o las carnes de las tierras altas.
De postres, la selección puede ser larga, por lo que algunas sugerencias son el bolinho de almedra, el mogardinho, los queijinhos y los Dom Rodrigos.