Dos formas diferentes de acercarse a Borges

Dos libros, uno de ficción y otro que registra los encuentros de dos adolescentes con Borges coinciden estas semanas, y permiten tener ver diferentes aspectos de su vida y obra

Borges inspira nueva entregas literarias. Foto Tono Gil - EFE

Borges inspira nueva entregas literarias. Foto Tono Gil – EFE

Estas semanas han llegado a las librerías dos libros que tienen al escritor argentino Jorge Luis Borges como protagonista. No son biografías, no son análisis de su larga y rica obra literaria, sino que se trata de una obra de ficción y de las charlas que mantuvo con dos adolescentes en los años ’80.

Dos adolescentes en búsqueda de Borges

En 1980, mientras Argentina estaba bajo la sombra de una feroz dictadura militar, dos adolescentes estudiantes de química y apasionados por la literatura (y sobre todo por la de Borges) deciden viajar 400 km desde Mar del Plata a Buenos Aires para visitar al escritor a su casa.

Así de fácil y de difícil a la vez, con todo el descaro que podrían darle el desprejuicio de tener 18 y 16 años, Alejandro Daniel Pose Mayayo y Jorge (su apellido no se revela) rastrearon el teléfono del escritor en el listín telefónico y concertaron una visita. Y a pesar de las reticencias del portero que vigilaba el edificio de la calle Maipú, en el centro de Buenos Aires, lograron llegar hasta el autor del Aleph.

“Conocimos a un Borges risueño, meditabundo, melancólico, banal, misterioso, profundo, y por sobre todas las cosas, paciente”, describe Pose Mayayo en su libro Borges in situ (Editorial Alfar).

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Un Borges diferente

Y no fue un encuentro, sino que fueron cinco; entre enero y julio de 1980, donde los dos adolescentes y el escritor hablaron sobre lo mismo que le solían a preguntar a Borges en las entrevistas, pero de una manera más cercana, afable, y sin el aura de celebridad que esos eventos solían darle al literato y que le causaban profunda vergüenza.

“Conocimos a un Borges risueño, meditabundo, melancólico, banal, misterioso y paciente”. Alejandro Pose

La literatura argentina y universal, sus escritores favoritos, la creencia en Dios, el amor platónico y el real, la situación política del país, su infancia, su ceguera y qué significa ser escritor fueron algunos de los temas que Alejandro y Jorge le iban desgranando y Borges respondía sin perjuicios.

Alejandro Daniel Pose y María Kodama, viuda de Borges.

Y claro, también el Nobel que siempre estuvo cerca y que nunca llegó: “Lo mío tal vez se haya convertido en una costumbre folclórica escandinava”, bromea con su habitual agudeza.

Un Borges bien cómodo

La portada puede sorprender por enseñar el dibujo de Borges despatarrado en un sillón, con una pierna sobre el apoyabrazos. Pero según precisó su viuda María Kodama, quien prologa el libro, era la postura habitual cuando se sentía cómodo con sus visitas.

Así se revela que Borges, tras mucho dudar, elige a La Divina Comedia como su obra literaria favorita, pero expresa su desacuerdo cuando le mencionan al Don Quijote “No, por favor, no me hablen de best sellers”, dice.

El escritor en su biblioteca de Buenos Aires. Foto EFE

El Borges que no quería ser Borges

“Nunca creí en un dios personal y menos aún en esas tonteras sobre la Trinidad o los premios, castigos y sobornos para ganar un lugar en el cielo. Ese planteo del cristianismo y el judaísmo es, además de bastante infantil, bastante cruel e injusto”, dice Borges.

“Me gustaría ser un Borges que nunca publicó nada”, dijo el escritor en sus encuentros con los adolescentes

Con su habitual humildad, se ve como “un ciego aburrido de aburrir”, y reconoce que las entrevistas, el ser considerado un oráculo, le fastidia: “Me gustaría ser un desconocido, ser un Borges que nunca publicó nada. No por mi obran en sí, de la que ya se encargará el olvido; solo por ser nadie. Pasar toda la vida sin tener que dar opiniones sobre todos los días acerca de todo”.

Borges, el taxista y el boxeador

El otro libro que tiene a Borges como protagonista es El combate interminable (Editorial Navona), del escritor barcelonés Juan José Flores.

Esta es una ficción, que involucra al literato argentino en la rocambolesca historia del exboxeador Germán Valdés, devenido en chófer de magnates, que recuerda cuando en sus épocas de taxista llevó a pasear al escritor por la Ciudad Condal.

Borges y Valdés entablaron una relación de simpatía y respeto mutuo cuando el taxista lo paseó la ciudad en 1980, tras recibir el Cervantes, en la cual le describía los puntos vinculados con la historia de otro boxeador, Josep Gironés.

El escritor promete escribir un cuento que nunca escribirá, y pide grabarlos en una cinta. Pero olvida el casete y Valdés lo descubre décadas después.

Mientras recopila aquellos recuerdos Valdés se ve envuelto en una trama de contrabando de arte; el tercer de los relatos paralelos que Flores presenta como matrioshkas literarias.

Borges en 1980. Foto EFE

El dudoso hablar ficticio de Borges

Aunque esté en la portada del libro Borges es un actor secundario, donde su presencia no llega a tener la importancia que se espera.

Lo que no termina de cuadrar es la forma en que Flores hace hablar al escritor. Es cierto que en varios tramos recurre a su lenguaje barroco, entre la humildad y el ingenio que era tan propio de Borges, pero hay expresiones que son poco convincentes; como decir “continúe, che”, donde el uso del ‘usted’ entre argentinos no es compatible con esa interjección.

O expresar “le aseguro que le echaré de menos”, que a pesar de la riqueza lingüística del escritor, es más probable que hubiera dicho “lo voy a extrañar”, como hablan (hablamos) los argentinos.

a.
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