Camino Portugués: de Oporto a Santiago entre acantilados, viñedos y leyendas jacobeas

Por la costa o por el interior, pueblos y leyendas alternan con hermosos paisajes en una de las rutas más auténticas para llegar a Santiago de Compostela

El Camino Portugués es el segundo preferido por los peregrinos. Foto: Miguel Da Santa | Amatar.

El Camino Nascente, el de Geira y los Arrieros, el Miñoto Ribeiro que siguió el rey Manuel I en 1502 en su peregrinación a Santiago, el Camino de Torres, el Central, el de la Costa, el de Interior… Como en el resto de rutas jacobeas, las huellas de los peregrinos han configurado, desde hace siglos, lo que hoy llamamos el Camino Portugués que, por supuesto, dista mucho de ser un único recorrido.

Con origen en Lisboa, el Algarve, Oporto o Braga, una ciudad, esta última, que llegó a disputar con Santiago de Compostela en el siglo XI el título de capital de la Cristiandad por contar con las reliquias de mártires de las persecuciones cristianas como San Cucufate y San Silvestre, el Camino Portugués es hoy el segundo preferido por los peregrinos después del popular -y, a veces, excesivamente concurrido, Camino Francés-.

Las rutas portuguesas están perfectamente señalizadas.

Las dos principales variantes del Camino Portugués sumaron en 2024 la cifra 170.945 peregrinos, frente a los 236.263 del itinerario que conecta Roncesvalles con Santiago. Hasta agosto de este año, las cifras de 114.256 y 147.866 e incrementos superiores al 6% en la afluencia, permiten augurar nuevos récords.

El gentío que inevitablemente se encuentra en algunos puntos del Camino, especialmente los que se encuentran en el límite de los últimos 100 kilómetros, el mínimo requerido para obtener la Compostela, la acreditación de la peregrinación, es sin embargo inexistente en el grueso del Camino Portugués que, junto a bellísimos paisajes y pueblos con encanto, sigue regalando jornadas de silencio y soledad perfectas para dar rienda suelta a la experiencia espiritual o el viaje interior que para la mayoría sigue siendo el motor que impulsa a calzarse las zapatillas, colgarse la mochila y emprender el camino.

Paisajes hermosísimos acompañan al peregrino en el Camino Portugués. Foto: Miguel Da Santa | Amatar.

De qué hablamos cuando hablamos del Camino Portugués

Siempre con la catedral de Santiago de Compostela donde, según la tradición, se hallan las reliquias de apóstol, como objetivo, la ruta desde Lisboa está documentada desde el siglo XII. Con la capital lusa como prólogo -vale, y sus miradores, sus barrios, sus azulejos azules y sus pastéis de nata-, el Camino Portugués Central despliega un total de 620 km que pueden recorrerse en unas 25 etapas. Se trata, además, de una de las rutas con menor desnivel, por lo que la dificultad es baja, y atraviesa lugares tan bellos como Santarém (conocida como la ‘capital del gótico’), Tomar, antigua sede de los Templarios en Portugal, y Coímbra, donde se encuentra, en el Monasterio de Santa Clara-a-Nova, la tumba de la también peregrina Reina Santa Isabel, enterrada en el siglo XIV con los símbolos de la vieira, de la cruz de Santiago y del bordón, hasta llegar a Oporto.

Peregrinos en Barcelos. Foto: Francisco Carvalho | Amatar.

Con origen en la catedral de Oporto, los peregrinos pueden optar por el Camino Central, de 240 km, caminando hacia el norte por el interior, o bien por la variante del Camino de la Costa, de 280 km.

Desde Braga parte otro camino que coincide con el nombre de Caminho da Geira e dos Arrieiros y que sigue antiguas vías romanas atravesando Gerês hasta entrar en Galicia por Portela do Homem. En total, 239 km para llegar a Santiago.

También desde el Algarve se puede llegar caminando a Santiago. Se han de recorrer, eso sí, 645 km, los que conectan Tavira con Trancoso a través de Camino Nascente, recorriendo el Alentejo hasta llegar al distrito de Guarda y conectar con el Camino Torres, que parte de Salamanca y llega a Santiago a través de Portugal.

Señal del Camino en la Rua da Pena Ventosa, Oporto. Foto: Leone Niel | Amatar

De Oporto a Santiago mirando al Atlántico

Entre las propuestas más asequibles (y agradecidas), el Camino Portugués de la Costa desde Oporto permite, además, caminar mirando al mar.

De hecho, los paseos marítimos y las pasarelas de madera, alternadas con caminos de tierra, son protagonistas en esta ruta que, tras abandonar Oporto (no sin antes pasear por el puente de Luis I sobre el Duero, saludar las bodegas en Vila Nova de Gaia y maravillarse una vez ante los azulejos de la estación de São Bento), pone rumbo a Vila do Conde, destacado astillero de construcción naval en la época de los Descubrimientos en el que destaca el impresionante acueducto de Avintes.

Hermosos acantilados y playas salvajes de la costa norte de Portugal se alternan con localidades como Póvoa de Varzim (desde el que merece la pena acercarse a pueblo de São Pedro de Rates), Viana do Castelo, otro importante puerto desde el que partieron naos y carabelas hacia las rutas de las Indias y de las Américas y desde el que se embarcaban los vinos portugueses (su floreciente riqueza aún se puede rastrear en palacios blasonados, iglesias, como la de Santa Luzia, que además ofrece increíbles vistas, y conventos), y Caminha.

Iglesia São Pedro de Rates en Póvoa do Varzim. Foto: Miguel Da Santa | Amatar.

Un ferry permite salvar desde aquí las aguas del Miño para llegar hasta A Guarda, ya en Galicia, donde comienza el tramo español de esta ruta y donde puede verse el espectacular castro celta del Monte de Santa Tecla.

Aún esperan algo más de 160 km y paradas tan estimulantes como Baiona, que vigila la ría de Vigo asentada junto al Cabo Silleiro. A su bahía llegó La Pinta en 1493, primera carabela que regresó a España después de la aventura del nuevo mundo. La fortaleza de Monterreal y su famosa torre del Príncipe, actualmente Parador de Turismo merece una visita, como también la colegiata de Santa María, del siglo XIII. El monumento guarda reminiscencias románicas entre un trazado gótico que semeja una fortificación.

Nadie dijo que ser peregrino es incompatible con darse algún que otro homenaje a base de pescados y mariscos. Precisamente eso se puede hacer en Vigo, en Redondela (donde degustar excelentes chocos en su tinta) oen Arcade, famoso por sus ostras.

Fortaleza de Monterreal, en Baiona. Foto: Turismo de Rias Baixas

Tras dejar atrás Pontevedra, espera Caldas de Reis, con su puente medieval sobre el Bermaña y sus famosas aguas termales, un regalo en forma de relax para el cansancio del camino. Cada vez más cerca del destino final, Padrón, famoso por sus famosos pimientos y también por la leyenda jacobea que sitúa aquí el desembarco de los discípulos del apóstol Santiago con los restos de su cuerpo, procedentes de la actual Palestina. 23 kilómetros restan hasta alcanzar Santiago de Compostela y poner fin al Camino Portugués de la Costa.

Viñedos, alcornoques y leyendas en el Camino Portugués del Interior

Más antigua, la variante del Camino Portugués del interior que conecta Oporto con Santiago por el interior, es una ruta más sosegada. La tranquila belleza del rural luso se abre camino a lo largo de 125 km, los necesarios antes de tocar tierras gallegas en Tui.

Puente de Barcelinhos. Foto: Francisco Carvalho | Amatar.

Sobre las huellas de antiguos peregrinos, el camino parte de la Catedral de Oporto y sigue por localidades como Vilarinho y Sao Miguel de Arcos antes de llegar, tras atravesar el puente sobre el Río Cávado, a Barcelos. Su muralla, los restos de la Torre de la Porta Nova, el Paço de los Duques, iglesias, el mercado o casas solariegas como el Solar de los Pinheros o la Casa del Condestable dan cuenta de la importancia de la villa a lo largo de la historia, aunque posiblemente sea más conocida por una leyenda, la del Gallo de Barcelos. Usado como imagen del país, homenajea al ave que, según cuentan, ya asado sobre una mesa salvó con su canto a un inocente de morir ahorcado tras ser acusado de un delito.

Cruceiro del Señor del Gallo en Barcelos. Foto: Francisco Carvalho | Amatar.

Quintas y viñedos que dan lugar al vinho verde saludan a los peregrinos hasta llegar a Ponte de Lima, histórica localidad a la que da nombre un puente romano sobre el río Lima, mientras que Valença es la última parada en territorio portugués del itinerario, que salta desde aquí a Tui.

Por delante, 119 kilómetros por territorio gallego que discurren por el interior de las Rías Baixas hasta Redondela, donde el trazado se une con el Camino Portugués de la Costa para llegar a Santiago de Compostela, donde la imponente Puerta Santa que se abre la Plaza del Obradoiro pone el broche a un viaje, interior y exterior, y a un esfuerzo que, a cambio, regala la mayor de las satisfacciones.

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