48 horas en Oporto: una escapada entre fados, bodegas, barcos y puentes

Iglesias barrocas, azulejos y mayólicas, cuestas y escaleras, cafés centenarios y un río siempre presente: esto es lo que hay que ver en un viaje express a Oporto

Oporto, una ciudad a tener en cuenta en la próxima escapada. Foto Juan Pedro Chuet-Missé

Nunca pensé que a tanta gente se le ocurriría hacer una escapada a Oporto. La segunda ciudad de Portugal tras Lisboa ha resurgido con fuerza tras la pandemia, al punto que no solo es buscada como destino para un fin de semana por los residentes de la pequeña geografía lusa sino también por viajeros de todas partes de Europa, con España a la cabeza.

Paradójicamente, apenas escuché hablar portugués en las 48 horas que pasé en esta ciudad que mira cómo el Douro / Duero se encuentra con el Atlántico. El volumen turístico de españoles es tan grande que no hay empleado de hotel o comercio, vecino o policía que no se dirija en un castellano impecable.

Es tan importante el turismo español que no hay empleado, policía o vecino que no hable un castellano impecable

Algunos compañeros de viaje que habían visitado la ciudad otras oportunidades se sorprendieron de la cantidad de personas que colmaban el paseo costero de Cais da Ribeira, la abundancia de restaurantes de aires vanguardistas y cómo barrios que eran campo de la desidia e inseguridad ahora presumen de edificios rehabilitados y rincones bohemios.

Iglesia de Santa Caterina. Foto Juan Pedro Chuet-Missé

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Si se quiere aprovechar el tiempo al máximo hay evitar perder tiempo en sitios masificados como la librería Lello, que aprovechó el falso mito que J.K. Rowling se inspiró en su decoración gótica para recrear Hogwarts.

Mañana: paseo por el centro de Oporto

Una opción es ponerse en manos de los tours que organiza Civitatis, que tiene varios recorridos guiados según las preferencias, como el tour privado de 4 horas o el de Oporto misterioso.

La catedral (Sé de Porto) puede ser un punto de partida. Para conocer su interior es mejor llegar antes de las 11.00 para ver con calma su claustro o subir a una de sus torres y contemplar la ciudad desde la colina de Pena Ventosa, uno de los tantos miradores de esta urbe llena de subidas y bajadas.

Las empinadas calles del barrio de Ribeira. Foto Juan Pedro Chuet-Missé

A un lado se abre el barrio de Sé, donde entre pasajes y escalinatas conviven las tiendas de artesanías de diseño y los nuevos restaurantes con las casas minúsculas de vecinos que cuelgan la colada donde pueden.

Dando vueltas por el centro se descubren el Palacio de la Bolsa (su visita al interior vale la pena), las fachadas barrocas de las iglesias como de la Misericordia, los azulejos que tapizan el frente de la capilla de Santa Caterina o el interior de la estación de São Bento (con episodios históricos de Portugal), la Torre de los Clérigos (para ver sus panorámicas hay que subir 250 escalones) o la combinación de palacetes convertidos en hoteles de la Rua das Flores.

Comida: Señor Zé

Para hacer una pausa se puede tomar algo en alguna de las tantas cafeterías centenarias de Oporto como A Brasileira, Majestic, Guarany, Progresso o la Confitería do Bolhão.

Pero en nuestro caso elegimos ir a un restaurante más auténtico, que sea popular entre los residentes y desconocido por la masa turística.

Los platos de Oporto se caracterizan por su abundancia y precios bajos. Foto Juan Pedro Chuet-Missé

El consumo de callos es tan popular en Oporto que a los nativos se los conoce como ‘tripeiros’

Así llegamos a Señor Zé (Rua Campinhos 13-15), donde más que el sobrenombre de su dueño José Canelas debería llamarse Señora María, por su esposa María da Soledade que dirige la cocina y cuyas manos elaboran recomendados platos como la impactante ración de Tripas a la moda de Oporto, una combinación de callos y fabada con el añadido de pollo que se supone que era para dos, pero donde cinco personas apenas pudimos comer la mitad.

El culto a este derivado vacuno lleva a que los nativos de Oporto sean conocidos como tripeiros.

Además allí también pasaron buñuelos de bacalao, croquetas de carne y gambas, merluzas rebozadas, arroz blanco y de berberechos. Y sin olvidar el quinteto de postres donde descolló la Delicia Señor Zé (fresas, canela y leche condensada). Y todo por un precio que no supera los 20 euros por persona.

Elaboración de pasteles de nata. Foto Juan Pedro Chuet-Missé

Tarde: Cruce a Gaia

Hablar de Oporto es quedarse a medias: del otro lado del Douro está la Vila Nova de Gaia, o Gaia para todo el mundo.

En su ribera asoman los tejados rojos de las bodegas que atesoraban las barricas del vino elaborado río arriba, y cuyo añejamiento da origen a la bebida dulce que aquella ciudad portuguesa dio fama.

El puente Luiz I, símbolo local que incluso figura en el billete de 20 euros, es el paseo preferido para cruzar a la otra margen.

Si se camina por la parte superior se llega a los Jardines do Morro, donde cada tarde (y ni les digo un fin de semana) cientos de personas se sientan en ese balcón natural para ver cómo el sol se esconde en la desembocadura del río.

Vistas desde Jardin do Morro, en Gaia. Foto Juan Pedro Chuet-Missé

Cada atardecer cientos de personas se juntan en los Jardines do Morro de Gaia para ver cómo el sol cae en la desembocadura del Douro

Con los cambios en la industria del vino el barrio de las bodegas quedó olvidado y degradado, hasta que la llegada del complejo Wow le dio un giro de 180 grados.

Con una inversión de 107 millones de euros, la familia Taylor (propietaria de varias productoras de vino) creó un complejo de ocio y cultural con siete museos, como el del corcho, el de chocolate, el del vino rosado -ideal para presumir en Instagram-, el de la colección Bridge (con 9.000 años de historia a través de vasos y vasijas), el de la región de Oporto, el de la moda y el de vino portugués.

Allí también está el lujoso hotel The Yeatman y además de espacio de exposiciones también hay 12 restaurantes, desde veganos a fast food, pasando por de comida tradicional o de carnes.

Tejados del complejo Wow. Foto Juan Pedro Chuet-Missé

Cena: Mira Mira by Ricardo Costa

De todos ellos conocimos el Mira Mira by Ricardo Costa; un nuevo restaurante con las mejores vistas que se pueden tener del río, sus puentes y los barrios de Oporto y Gaia.

Costa ya tiene dos estrellas Michelin por el Gastronómico y firma la cocina del The Yeatman, y en el Mira Mira ofrece dos menús: uno vegetariano y otro para maridar con seis vinos portugueses (150 euros).

El chef Ricardo Costa en plena creación. Foto Wow

Cada plato es una pequeña obra de arte, un viaje por la nueva cocina lusitana con 11 pases que se inicia con los pequeños entrantes de Fish & Chips, la Bola de Berlín, la chalota y foie gras y el mejillón.

Le siguen las mollejas con Bloody Mary, los homenajes al Atlántico con los canelones de cangrejo, el tartar de cangrejo de río y el salmonete sobre un carpaccio de pulpo.

Mira Mira es el nuevo restaurante de alta cocina del complejo Wow, ubicado en la Vila Nova de Gaia

Uno de los platos del restaurante Mira Mira. Foto Wow

El pan artesano con mantequilla casera fue un paréntesis para acometer dos elegantes creaciones, la feijoada de sames de bacalao con gambas, y tres cortes de cordero lechal asado.

Y aunque el maridaje haya despertado los sentidos y colmado con saciedad, siempre hay lugar para los postres, como los ovos moles nitro (atención a la yema del huevo semi congelada), la naranja sanguínea con azafrán y pistacho y el taco de chocolate.

Fachada del Casual Raizes Porto. Foto Casual Hoteles

Dormir: Casual Hotel

La base para esta escapada fue el hotel Casual Raizes Porto, abierto a finales de 2022, y ubicado en la Rua Santa Caterina, uno de los principales ejes del centro.

El hotel es el tercero en Portugal de esta cadena valenciana, y como homenaje a la ciudad cada una de las 41 habitaciones está tematizada con los azulejos y las mayólicas que tapizan las iglesias y edificios portuenses.

Con un precio base de 119 euros la habitación doble con desayuno buffet, este tres estrellas es uno de los pocos hoteles que permiten alojar mascotas, en un establecimiento que tiene una soleada terraza recomendada para reponer fuerzas antes de volver a salir.

Habitaciones tematizadas del Casual Raizes Porto. Foto Casual Hoteles

Mañana: Perderse por Oporto

Al otro día, luego de tomar un café con pastelillos de nata y tras recorrer el renovado mercado de Bolhão, y morir de tentación con sus conservas, quesos, embutidos y dulces, decidimos dejar atrás el gentío turístico de la Plaça da Ribeira y alrededores y enfilamos río abajo hasta la zona de Miragaia.

A una media hora de caminata, tras subir cuestas y escaleras de piedra, se llega al conjunto de pulmones verdes y balcones naturales que son los jardines del Palacio de Cristal, el de los Sentimientos, el parque de la Quinta de Macerinha y el de la Rosaleda; que con el Museo Romántico invitan a viajar al Oporto de aires victorianos, con sus pavos reales, laberintos y esculturas.

Desembocadura del Douro. Foto Juan Pedro Chuet-Missé

Si hay tiempo, de regreso al centro se puede visitar el Museo Nacional de Soares do Rei, en un palacio del s.XVIII; y tras atravesar otros dos espacios verdes, el escalonado Parque de las Virtudes y el Jardín de Cordoaria con sus obras de arte al aire libre, es hora de reponer fuerzas en algunas de las tasquerías del barrio de ; donde por menos de 15 euros se puede tener un menú de carne o pescado con bebida. Y la infaltable sopa, por supuesto.

Pero en nuestro caso hicimos un desvío y llegamos al Café Zinz, restaurante de 1947 donde sirven la típica francesinha (tremendo bocadillo con embutidos, huevo y queso) y otros platos de tamaño XL por menos de 15 euros.

Tarde: paseo por el Douro y fado

Otro de los paseos que nos sugirió la gente de Civitatis es realizar el crucero de los seis puentes. Desde el paseo de Casia do Ribeira parten los rabelos (similares a los transportes de barricas) que en 50 minutos (por 18 euros) atraviesan las infraestructuras de metal y hormigón que unen Oporto con Gaia.

Concierto de fado. Foto Juan Pedro Chuet-Missé

Con el permanente viento en la popa, la embarcación pasa por los puentes de Luiz I, el del Infante don Enrique, el de María Pía y el ferroviario de São Joao, para dar la vuelta y regresar hasta las cercanías de la desembocadura tras pasar por el de la Arrábida.

Una de las mejores formas de ver los atractivos de Oporto y Gaia es navegando en un rabelo, similares a los transportes de barricas

En el paseo, se divisan monasterios, restos de la muralla medieval, jardines, bodegas, y un mosaico en 3D de tejados rojos; interrumpido cada tanto por algún mamotreto brutalista.

Crucero de los seis puentes. Foto Juan Pedro Chuet-Missé

Y si toda despedida tiene un aire a nostalgia, nada mejor que sea a ritmo de fado. Este género popular portugués, nacido de la saudade y del recuerdo de los que se han ido para no regresar jamás, tiene un par de templos para escucharlo.

Uno de ellos es el Ideal Clube (Rua do Ateneu Comercial 32), donde el espectáculo de una hora (18 euros) pone la piel de gallina con las voces masculinas y femeninas que hablan de “diferentes formas de definir al amor”, como dice una de las cantantes; mientras las ágiles manos de los músicos acompañan con la guitarra portuguesa y la viola de fado.

Costa de Gaia. Foto Juan Pedro Chuet-Missé

Con una copa de vino de oporto, el silencioso público es testigo cómo la música fluye con la misma libertad del jazz, donde no todo es melancolía porque también hay rítmicas canciones de esperanza y nuevas oportunidades.

Como la que está teniendo Oporto al ser una de las mecas turísticas más activas de Portugal.

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