Casa Fiero o cuando lo nuevo está en volver a las raíces
Víctor Ródenas y su equipo adaptan la exitosa receta de Maleducat con un nuevo restaurante que recupera el gusto por platillos clásicos y a precios accesibles
La estética recuerda a los restaurantes vanguardistas de los ’70 y ’80. Foto: Casa Fiero.
Como hermano mayor, doy fe que los hermanos menores son más inteligentes y saben adaptarse mejor a las circunstancias. Algún psicólogo de familia dirá que es por un sentido de adaptación y de aprendizaje. Quien sabe. Pero esa regla de tres se aplica, en el ámbito gastronómico, con el nuevo restaurante Casa Fiero, que breva de las fuentes de su hermano mayor Maleducat, pero lo hace con una interesante propuesta alternativa en la que se reivindica los platos clásicos, esos que se añoran de las grandes comidas familiares, y con un atractivo giro modernillo pensado para probar nuevos gustos.
Desde que abrió en junio, Casa Fiero siempre tiene una alta ocupación, razón por la que las reservas son más que necesarias. Seguramente muchos llegaron atraídos por la nueva aventura del Víctor Ródenas, que tras cinco años en Maleducat junto con Xavier Moragas y los hermanos Marc e Ignasi García (en una carrera en la que se suman sus pasos por Via Veneto, DiverXO y Roca Moo), presenta esta propuesta en un espacioso local de Londres 89 (Eixample Esquerra, Barcelona).

Guiños al pasado
Ni bien se entra y se echa una mirada al variado despliegue de destilados de la barra que da la bienvenida, uno siente que está en esos restaurantes de los años ’70 y ’80 de azulejos y cromados, con sillas de diseño retro futurista, de luces cálidas y personal con chaquetilla sacada de un bar de pueblo. Los detalles de vinilos, viñetas de cómics y portadas de la revista Ajoblanco decorando las paredes revelan que el interiorismo, a cargo de Cristina Carulla Studio, busca acompañar este viaje a la nostalgia.
En Casa Fiero se puede ir de tapeo, de cócteles, para comer ligero o para quedar KO con un chuletón de 1 kilo
Y como cabe esperar, la carta va en esa dirección: platos tradicionales con un giro apropiado a la Barcelona del siglo XXI. Aquí hay opciones para todo el mundo: para el que quiere venir en plan tapeo o para los que prefieren comer más abundante. Uno y otro camino se cruzan en los platillos para picar, donde se encuentran la ensaladilla de patata, huevo y bonito, los dados de morro de bacalao, y otro guiño al ‘gran hermano’: las bravas del Maleducat.

Opciones para compartir (o no)
Como sabíamos que habría variedad y cantidad, preferimos ser cautos y desembarcar directamente entre los entrepanes, como el mollete a la brasa de steak tartar con yema ahumada, y el de rostit de tres carnes. Buena introducción de panes y carnes, en un capítulo donde se encuentran la coca de picaña madurada y la tosta de tartar de atún rojo.
Si con esto último a uno le dieron ganas de más sabor a mar, puede derivar a la ostra Fine de Claire Nº 2, a los berberechos abiertos al mejunje Fiero al jerez, o a las gambas rojas.
Pero en nuestro caso, fuimos a los platillos, en porciones justas pensadas para compartir. Y los puerros asados con escabeche de almendras tostadas y ensalada de hierbas fue uno de los puntos más altos, una excelente combinación de tradición y modernidad. Aquí también se encuentran preparaciones más contundentes, como los huevos fritos con gambita roja y panceta, o la oreja de cerdo a la brasa. Pero como hay más para descubrir, mejor no llenarse.

Que vivan los platos de cuchara
Es que uno de los apartados más interesantes son los platos de cuchara, un sabroso guiño al pasado encarnado en la carrillera y tendones de vaca estofados con garbanzos, los fideos a la cazuela con costilla, salchicha y bacalao, y los macarrones de rostit de tres carnes.
Siempre hay que prestar atención a los fuera de carta, y por ello pedimos el rape entero a la brasa con suquet y patatas guisadas. Y acertamos, porque con tanto despliegue de platos previos, hubiera sido imposible acceder a algunas de los preparaciones a la brasa, como la lubina (de media o pieza entera), el ribeye de vaca, la pluma de cerdo o la chuleta de vaca (nada menos que de 1 kg, ojo).

Rematamos la faena con el milhojas de cremoso de haba tonka, frambuesas y caramelo; pero bien podría haber sido el cremoso de mango y granizado de manzana con helados de yogur, o el flan cremoso de yemas y vainilla. Y si quieren esperar un poco más, prueben el coulant con helado de carquiñoli.
Al momento del brindis
En Casa Fiero uno puede ir a la cerveza de toda la vida, o elegir alguno de los vinos de su amplia carta, donde dialogan opciones clásicas de grandes bodegas con apuestas innovadoras de productores pequeños y ediciones limitadas; y con precios que van desde los 20€ a los 400€.

Pero también es interesante prestar atención a la carta de cócteles, con una quincena de creaciones de autor (o recreaciones propias como el paloma rosa o el sauco spritz), pensadas “para gente con personalidad, con actitud o clásica”. O sea, la idea en Casa Fiero es que seas quien seas, vengas con quien vengas, y comas lo que comas, te vayas contento.