Cinco rutas en bicicleta para descubrir el norte de Europa

Una odisea báltica entre Alemania y Dinamarca, la ‘Ruta de Dios’ en Inglaterra, la costa salvaje de Cork, Flandes entre cervezas y el lago Constanza son nuestras propuestas para pedalear por el norte de Europa

Lago Constanza. Foto: Darius Geske | Unsplash.

Cada vez más viajeros se decantan por la bicicleta como el vehículo perfecto para explorar nuevos destinos. Más rápido que ir a pie, más lento que un coche, permite disfrutar con calma de los lugares que se van atravesando, empaparse del entorno de manera autosuficiente e independiente y cambiar sobre la marcha cualquier plan porque ¿quién sabe con nos puede sorprender en cada sitio?

Ya seas un ciclista aficionado o un experto en el bikepacking –ciclismo con mochila-, el norte de Europa es uno de los mejores destinos para los amantes de las dos ruedas. Paisajes diversos, buenas carreteras y caminos vecinales que llevan desde a paisajes alpinos a un elegante café en pocas horas, una señalización adecuada son complementos ideales a estas rutas, que hemos seleccionados de Las mejores rutas de Europa en bicicleta (Lonely Planet, Geoplaneta).

Un tramo de la Ruta de Dios se subió en el Toru de Francia 2014. Foto: Matt Cant | Visit Britain.

Con fotografías y mapas, consejos e información práctica para planificar el viaje, nos adentramos en la Ruta de Dios (Inglaterra), la costa salvaje del oeste de Cork (Irlanda), pedaleamos alrededor del lago Constanza entre Alemania, Suiza y Austria, nos vamos de cervezas por Flandes y atravesamos el Báltico para viajar de Berlín a Copenhague.

La Ruta de Dios, Inglaterra

Por Yorkshire al norte de Inglaterra discurre la conocida como La Ruta de Dios, que debe su nombre al condado de God’s Own County (condado de dios). De 177 kilómetros, se trata de un itinerario exigente, no en vano el puerto de Buttertubs fue incluido en el Tour de Francia de 2014 (el alemán Jens Voigt fue, por cierto, el primero en coronarlo).

Un tramo de la Ruta de Dios, el puerto de Buttertubs, se subió durante el Tour de Francia de 2014

El circuito, de carácter circular, incluye algunas de las cuestas más duras de los Yorkshire Dales, pero también carreteras mucho más plácidas, entre prados y ovejas, con inicio y final en la ciudad de Threshfield, 14 km al norte de Skipton. Entre las paradas más recomendables, la localidad de Hawes, donde probar el queso local (Yorkshire Wensleydale) y visitar el famoso Hawes Chippie, el fish and chips más conocido del condado.

Dent. Foto: Nadir Khan | Visit Britain.

Tras subir el exigente Buttertubs se divisa el valle de Swaledale. Una parada en el pub a mayor altitud de Inglaterra, el Tan Hill Inn es el aliciente perfecto para continuar subiendo hacia la coqueta localidad de Dent -aquí está la estación de ferrocarril a más altura de Inglaterra- y por fin descender hasta Threshfield.

Puede hacerse en una jornada (al menos calcula 10 horas) o bien tranquilamente en dos, durmiendo en una casita de piedra o un B&B en Hawes.

Bici y cervezas en Flandes

Porque no todo va a ser sufrir sobre ruedas, esta ruta propone un circuito por las cervecerías de Bélgica e incluye probar la exquisita trapense Westvleteren 12, una de las mejores cervezas del mundo.

De carácter circular, subimos a la bicicleta en Brujas, para acometer 322 km tranquilamente, en un total de 6 días. La primera parada es Ypes, donde espera el HopMuseum Poperinge, antaño almacén municipal y hoy templo de sabiduría sobre cerveza y lúpulo.

La ruta empieza y termina en Brujas. Foto: Elijah G.| Unsplash.

Para probarlas, hay locales como The Times, un popular bar junto a la plaza del mercado donde se puede probar la Wipers Times local (rubia), la St Bernardus Tripel y la Popering Hommelbier (hommel es humulus en el dialecto local o, lo que es lo mismo, el nombre botánico del lúpulo) y De Plukker, una cervecería gestionada por el agricultor de lúpulo ecológico Joris Cambie.

De nuevo pedaleando y tras atravesar varios cementerios de guerra como el Lijssenthoek para llegar al monasterio trapense Mont des Cats (en Francia) conocida por haber resucitado, en 2011, una receta de cerveza tostada tras 163 años de abandono.

La siguiente parada, de nuevo en suelo belga, es Watou, para continuar hacia la abadía de Saint Sixtus, en Vleteren, conocida como el santuario de la cerveza trapense: la Westvleteren. La siguiente jornada incluye Dixmuda, donde visitar la torre de IJzertoren con vistas 360º hasta el mar del Norte, las trincheras de los aliados en la I Guerra Mundial y la costa.

Westvleteren, el Santo Grial de las cervezas trapenses.

Tras Ostende se emprende el regreso a Brujas por un suave canal, salpicado de cervecerías como la Brouwerij de Halve Maan (Cervecería de la Media Luna), Rose Red, con una larguísima carta, y Staminee De Garre, una vieja taberna en la plaza del mercado de Brujas que tiene como estrella su exclusiva cerveza de la casa: Tripel de Garre, una rubia de abadía con cuerpo que se sirve en una copa tipo cáliz.

Una odisea báltica, Alemania – Dinamarca

Entre Berlín y Copenhague discurre esta ruta de 630 km que atraviesa lagos y bosques ancestrales y cruza el mar hasta las accidentadas islas danesas.

Con salida en la misma puerta de Brandenburgo, la ruta es en realidad un tramo de una ‘autopista ciclista’ mucho mayor, la Euro Velo 7 o ‘Ruta del Sol’, aunque solo esta parte ya requiere entre una y dos semanas si queremos disfrutar el recorrido.

En bici desde la misma puerta de Brandenburgo.

Desde Berlín a la costa hay que atravesar una hermosa región lacustre de 6.000 m2, que incluye espectaculares paisajes como los del lago Müritz. Al llegar al puerto de Rostock hay que embarcar la bici en un ferri con destino a Dinamarca, donde se llega en apenas dos horas.

El diminuto puerto de Gedser marca el inicio de un paisaje muy diferente: el bosque omnipresente de Alemania da paso a territorios planos, salpicados de granjas y prados verdes. El itinerario avanza por las islas de Dalster, Mon y Selandia, con yuxtaposiciones de paisajes y también de arquitectura y cultura, con túmulos de la Edad del Bronce encarados a la fachada blanca de la iglesia de Kalvehave, del siglo XIII.

De aquí solo queda el tramo final a la capital danesa, una ciudad vibrante, moderna y, sobre todo, amante de las bicicletas.

La bici en Copenhague es siempre buena idea. Foto: Febiyan | Unsplash.

La costa salvaje del oeste de Cork, Irlanda

Esta ruta lineal de 300 km con salida en Clonakilty y llegada en la punta de la península de Beara, al oeste de Irlanda, tiene una referencia clara: el mar siempre a la izquierda. Bueno dos, la segunda es que recorre las huellas del escritor irlandés de viajes Peter Somerville-Large.

Con lluvia, viento y nieve, Somerville-Large partió a principios de los setenta en una bici de tres marchas, con una tienda de lona y un paraguas, para documentar su libro sobre la costa del oeste de Cork (The Coast of West Cork) en la que recorre la historia del lugar y evoca robos de ganado, batallas de capa y espada y asedios piratas mientras pedalea entre fuertes circulares, castillos medievales, ruinas medievales y pueblos costeros.

Paisajes de la costa oeste de Cork. Foto: Turismo de Irlanda.

Principios de otoño puede ser una buena época para hacer esta ruta, que se combina con mercados rurales, pubs en los que suena la música de acordeones, banjos y armónicas o paseos en kayak o barco para avistar ballenas. No hay que perderse el círculo megalítico de Dromberg, un pequeño Stonehenge, ni el afamado black pudding de Clonakilty (rematado con tarta de manzana).

Un tramo de la ruta coincide con el Sheep’s Head, una especie de representación de toda la costa del oeste de Cork, con 80 km que discurren por pequeñas carreteras entre acantilados, pequeños círculos megalíticos y pubs como el J.F. O’Mahony’s, en Kilcrohane, que hace las veces de tienda, oficina de correos y bar de vinos, o MacCarthy’s, en Castletownbere, para tomar una pinta con los pescadores de arrastreros de media docena de países.

La ruta termina en la península de Beara, en Cork. Foto: Turismo de Irlanda.

Alrededor del Lago Constanza

Una bicicleta, dos ruedas y tres países: esta ruta de 270 enlaza lo mejor del Viejo Continente entre preciosidades lacustres y vistas alpinas en torno al tercer lago más grande de Europa Central.

El itinerario sigue el trazado del sendero del Bodensee, llano y bien señalizado, y se puede dividir en tramos más pequeños. Además, hay ferris de un punto a otro del lago para ver los sitios más interesantes, entre ellos varios Patrimonios Mundiales de la Unesco.

Una opción cómoda es dedicarle cuatro días, con salida y llegada en Frierichshafen, donde el conde Ferdinand von Zeppelin lanzó el primero de estos aparatos que llevan su nombre (y que aún hoy se utilizan en la zona con fines turísticos).

Una imagen del lago Constanza en Alemania. Foto: Fabian | Unsplash.

Lindau, a un corto trayecto en bici desde la frontera austriaca, Bregenz y el pico Pfänder son los primeros objetivos. A esta cima, de 1064 metros, se puede ascender en teleférico para divisar el lago Constanza desde lo alto, así como las cumbres nevadas de Arlberg y Silvretta.

Cuesta abajo se continúa hasta entrar en Suiza y, de nuevo, entra en Alemania, en la ciudad de Constanza, que se libró de los bombardeos de la II Guerra Mundial y conserva un centro histórico milenario.

Un ferri nos acerca a la también alemana Meersburg, una preciosa ciudad lacustre presidida por dos castillos, medieval y barroco, y arropada por hileras de vides, última parada antes de regresas a Friedischshafen.

a.
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