De Buenos Aires a Madrid: abre la librería La Mistral

Muy cerca de la madrileña Puerta del Sol acaba de abrir sus puertas La Mistral, una librería regentada por Andrea Stefanoni, escritora y antes librera en El Ateneo Grand Splendid de Buenos Aires

Foto: Librería La Mistral.

La Mistral no es un sueño; es una librería. Andrea Stefanoni, gerente y cabeza visible de La Mistral, y sus socios se enamoraron desde Argentina cuando vieron una antigua tienda de ropa inglesa en la madrileña travesía del Arenal. Una calle tranquila, escondida y en cuesta, muy cerca de la Puerta del Sol.

Antes que tienda fue el hall del teatro Arenal, convertido en un gimnasio en 2015. Otro negocio de la interpretación. El trabajo de reforma y rehabilitación se ha centrado en la restauración, recuperación y conservación, como el mostrador, que ha cambiado el tránsito de las prendas de ropa por el de novelas, ensayos, biografías y poemarios.

Afuera se ven los vidrios de estilo inglés de la entrada, dentro se disfrutan los escaparates abiertos que hay en los que uno puede tomar asiento y leer o contemplar una escena costumbrista en directo.

También escuchar lo que Andrea no ha parado de contar desde que el 11 de agosto inauguraran esta librería. Es lo que hacemos ella y un servidor, mientras un hombre limpia los cristales, no para de entrar gente en la librería y de fondo se oye música francesa que te traslada a los cafés de Saint-Germain-des-Prés o a cualquier otro cliché parisino.

La Mistral es un refugio céntrico y de dos plantas, a pie de calle y un sótano, de madera, mármol y libros, en el que falta una chimenea y hay una perra golden retriever, Aurora. Nombre que honra a Aurora Venturini, autora de Las primas, reeditada por Tusquets. Dice Andrea que todavía hay cosas que aceitar, que es demasiado perfeccionista y que siempre va a ver fallos en la librería. Erratas, quizá versos sueltos.

Foto: Andrea Stefanoni | Librería La Mistral.

De El Grand Splendid a La Mistral

Después de veinte años trabajando la que se cuenta entre las librerías más bonitas del mundo, El Ateneo Grand Splendid de Buenos Aires, se vino a Madrid. Lo hizo sabiendo que cualquier otro lugar de libros le iba a parecer pequeño. Sabía que nunca encontraría una librería como aquella a la que se ligó a los 23 años y tan bien lo pasó. Y a pesar de todo, se fue.

Lo hizo poco antes de la pandemia, en un momento en el que murió su abuela, de viejita, no por la covid-19, la protagonista de su libro La abuela civil española, publicado por Seix Barral, sello editorial que comparte con su admirado Enrique Vila-Matas. Sin vínculos con Buenos Aires se vino a España, país que conocía y en el que nunca había estado mucho tiempo seguido.

Abrumada por la repercusión de la apertura, lo que más sorprende a Andrea es la cantidad de gente joven que les felicita por abrir una librería

Se quiere ir a España, pero tiene que pensar qué hacer allí. No quería trabajar encerrada en una oficina de una editorial, para eso no dejó El Grand Splendid. A final cae en lo que le gusta y en el riesgo de hacer algo que puede fallar. Reconoce que ese riesgo lo necesitaba, un poco. Esa apuesta fue abrir La Mistral, un guiño a la poeta chilena Gabriela Mistral. Otra librería más en Madrid, como otro periodista más me siento yo cuando le contacto a Andrea y le pido, por favor, que me cuente su historia. Otra vez más.

Un gran expectación

Andrea, sorprendida por la repercusión mediática que está teniendo La Mistral, cree que tampoco es para tanto, que es un librería, no una novela. Que ni hay tanta historia detrás ni que tampoco han inventado nada. Madrid está llena de librerías, viejas, nuevas y otras que se van afianzando. Todas supervivientes y analógicas.

Su apertura se ha convertido en un fenómeno a la altura del auge de las ventas de los juguetes sexuales. A ver si va ser verdad que los libros, igual que el Satisfyer, dan placer. Eso sí, cada uno a su velocidad.

La librera y escritora argentina es consciente que abrir un negocio, una librería, y en pandemia, “está buenísimo”, pero ni con esas esperaba la visita de tantos periodistas. Lo que sí deseaba y desea es la visita de la gente, como así está siendo. Hay momentos en los que se concentran tantas personas que La Mistral parece una administración de loterías o un estanco. Un bar clandestino de la época de la ley seca o uno antes de la pandemia.

Mientras Andrea me cuenta entresijos del negocio un hombre pide perdón por interrumpirnos y le felicita por la librería en su nombre y en el de unos amigos mexicanos, quienes le recomendaron visitarla. Cuando el hombre se va Andrea me dice agradecida que este tipo de situaciones se repiten todo el tiempo. Que todo lo que se ha generado en torno al barrio y La Mistral es muy lindo.

Además del público en general, han sido muchos representantes de otras librerías los que se han pasado a saludar, a darles la bienvenida y desearles suerte. La Buena Vida, Ocho y medio, una librería que le encanta y de la que Andrea dice que no quieres irte, La Central, Tipos Infames y Amapolas en octubre. Esta última regentada por Laura Riñón Sirera, con quien Andrea comparte el hecho de haber trabajado durante veinte años en otro sitio y también ser escritora.

Fachada de La Mistral. Foto: Galo Martín Aparicio.

El cariño de la gente

Hay clientes que tienen más claro los nombres de los dependientes que los libros que quieren comprar. Son pocos los que no toman fotos, del interior, de la fachada, de Aurora. Las librerías son fotogénicas, una foto computa por dos libros leídos, creo. Cobertura mediática al margen, lo que más le ha sorprendido a Andrea es la cantidad de gente joven que entra en La Mistral y les felicita por abrir una librería.

Más que el qué lo que le importa a Andrea es el cómo es La Mistral, la pasión y lo que recomiendan ella y su equipo. Una librería que aspirar a tener una buena selección de libros de fondo. Andrea escoge los libros que vende, esto no quiere decir que todos sean de su gusto. La librería de libros sólo de su agrado está en su casa.

Los libros recomendados, que no novedades, los favoritos de Andrea, ocupan las cuatro mesas que hay en La Mistral. Coge Desarticulaciones de Sylvia Molloy, publicado por Eterna Cadencia, y me dice que es uno de los títulos que ahora está recomendando.

Ya funciona el café ubicado en el acogedor sótano de la librería, rodeado de libros de cine, teatro, historia, arte y fotografía y un teatrillo para celebrar pequeños eventos

El resto de títulos están en unos anaqueles que van del suelo al techo y forran las paredes de la librería. Aunque lo primero que se ve, incluso antes de entrar, es la sección de libros de poesía. Género que Andrea dice leer todos los días. Que rápido se leen unos versos y cuánto tiempo lleva asimilarlos.

El fino trabajo de las pequeñas editoriales

Al estar en Madrid tiene un contacto mucho más cercano con todas esas pequeñas y medianas editoriales que tanto le gustan y con las que no podía tratar todo lo que le hubiera gustado en Buenos Aires.

Andrea alucina con el trabajo editorial que se hace en España y ahora está como cuando tenía 23 años y abría las cajas con un nuevo pedido de libros. Cajas en las que hay libros publicados por Hoja de Lata, Acantilado, Barret y Círculo de Tiza. Estas dos últimas han publicado Panza de burro y Feria, de Andrea Abreu y Ana Iris Simón respectivamente, fenómenos literarios que Andrea desconocía y que le tocó leerlos.

Ya está abierto el café de La Mistral. Foto: Galo Martín Aparicio.

No ha dejado de ser librera, pero no es lo mismo serlo en Buenos Aires que en Madrid. Tampoco es lo mismo trabajar en una librería en la que al día entran unas tres mil personas, como es el caso del Grand Splendid, que hacerlo en una pequeña en la que el trato con la gente es casi personal. Una relación similar a la de psicólogo y paciente. Una relación tan cercana que el lector regresa a La Mistral a comentarle a Andrea qué le pareció su recomendación.

Y es que a esta librería se puede ir y no comprar libros. La Mistral es una excusa, un plan en sí mismo. También se venden unos muñecos hechos a mano con el rostro de célebres autores y respetando la forma de vestirse de cada uno: Oscar Wilde, Fernando Pessoa, Emilie Dickinson, Sylvia Plath, Gabriela Mistral, Federico García Lorca, etc. Además de mochilas, broches y otros complementos de plata y bronce con motivos literarios hechos en Argentina: Rayuela, El laberinto de Borges, etc.

A la mercadotecnia literaria hay que añadirle el café que recién se ha puesto en marcha en el acogedor sótano de la librería y en el que no van a faltar los alfajores. Un espacio en el que hay libros de cine, teatro, historia, arte y fotografía y un teatrillo en el que está previsto que se celebren presentaciones de libros, conciertos, charlas y otros eventos culturales. Un rincón en el que, quién sabe, es posible que Enrique Vila-Matas presente su próximo libro.

Sin ningún libro y con pelos de Aurora en mi pantalón, salgo de La Mistral. Andrea tiene que hablar con la persona que limpia los cristales. En una librería, además de vender libros, se hacen muchas más cosas invisibles.

a.
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