Dublín: la pequeña ciudad de la gran literatura

Esta semana las calles de Dublín volvieron a homenajear a James Joyce, un hito más de una ciudad que respira literatura en sus calles, bibliotecas, pubs y festivales

Foto Festival Internacional de Literatura

Como cada 16 de junio, miles de personas pasearon por Dublín siguiendo los pasos que Leopold Bloom realizó por la capital de Irlanda hace 117 años, un paseo por el cementerio de Glasvenin, comer un sándwich de queso gorgonzola y un vaso de vino en el pub Davy Byrnes y pasar por la farmacia Sweny para comprar jabón y crema.

El Bloomsday, el homenaje a James Joyce y su Ulises, es uno de los eventos literarios más importantes de Dublín, pero por supuesto que no es el único.

Irlanda cuenta con cuatro premios Nobel de Literatura: William Butler Yeats, George Bernard Shaw, Samuel Beckett y Seamus Heaney.

Porque esta ciudad destila literatura por donde se mire, ya sea en los monumentos que recuerdan a sus plumas más importantes, en los pubs y cafés que mantienen su espíritu de debate y lectura entre whiskies, pintas y tés, y en los teatros que continuamente van renovando sus carteleras.

Hasta las estatuas vivientes homenajean a Joyce. Foto Ireland.com

El Olimpo de las plumas irlandesas

Con una población que roza los cinco millones de habitantes y una convulsa historia marcada por levantamientos, represiones, atentados terroristas, hambrunas e inmigración masiva, es digno de destacar que Irlanda cuenta con cuatro premios Nobel de Literatura: William Butler Yeats, George Bernard Shaw, Samuel Beckett y Seamus Heaney.

Pero más allá del premio de la academia sueca también hay que recordar que en el olimpo de las letras irlandés se encuentran el citado Joyce, Oscar Wilde, Bram Stoker, Jonathan Swift, Flann O’Brien, C.S. Lewis; y los más contemporáneos Tom Tóilbín, Francis McCourt, Seamus Deane y Elizabeth Bowen, entre otros de una larga lista.

Estatua de Oscar Wilde. Foto Ireland.com

Homenajes en bronce y museos

Algunos de ellos se pueden encontrar inmortalizados en bronce, como a Shaw en la National Gallery, a Wilde recostado en Merrion Square, a Brendan Behan contemplando el Royal Canal, a Patrick Kavanagh sentado cerca del puente de Baggon Street y a Joyce con su bastón y sombrero de fieltro en O’Connell Street y Talbot, en pleno centro de la ciudad.

Si se trata de museos relacionados con la literatura, en la capital de la isla esmeralda hay casi un exceso de oferta.

El Museo de los Escritores de Dublín se representan las tradiciones literarias hasta 1970, donde se encuentran una primera edición del Drácula de Bram Stoker y el teléfono de Samuel Beckett, además de libros, retratos y cartas de grandes plumas.

También está el Museo de Literatura de Irlanda, con interesantes exposiciones inmersivas de los poetas y novelistas más importantes del país.

Visitas interactivas para conocer la vida literaria de Irlanda. Foto Museo de Literatura de Irlanda

Aquí se atesora una primera edición del Ulises, pero si se quiere conocer en profundidad a su autor se puede visitar el Centro James Joyce, ubicado en una casa georgiana, donde además de exposiciones temporales se organizan lecturas y visitas guiadas.

Y también está el Museo Nacional de la Imprenta, en una antigua capilla, que permite explorar las técnicas de la impresión gráfica.

Los templos de los libros

Pero si hablamos de escritores hay que buscar sus templos más importantes: las bibliotecas.

Dublín presume de tener una de las más hermosas del mundo, la elegante Long Room del Trinity College, donde se ha visto a Becket, Wilde y Stoker recorriendo los pasillos revestidos de madera, donde 200.000 libros se acumulan desde el siglo 1732; entre ellos el impactante Libro de Kells, probablemente el manuscrito medieval más famoso del mundo.

La sala más fascinante de la biblioteca del Trinity College. Foto Ireland.com

La biblioteca Chester Beatty se presenta como la mayor colección de manuscritos y libros recopilada por un coleccionista privado en el siglo XX.

El lugar más bien parece un museo, con su patrimonio de 6.000 objetos de Oriente y Occidente, que se remonta al Libro de los Muertos del Antiguo Egipto.

Y por supuesto, hay que visitar la Biblioteca Nacional de Irlanda, con una fascinante sala de lectura, bajo un domo que se eleva hasta los 15,2 metros.

La biblioteca Marsh. Foto Ireland.com

Para arqueólogos de los libros

En cuanto a librerías, Dublín cuenta con un gran número de tiendas independientes y de ejemplares antiguos.

En Duke Street está Ulysses Rare Books, donde los bibliófilos se pueden pasar horas buscando lo que se creía que no existía, como las primeras ediciones de obras de O’Brien, Yeats, Wilde y Joyce.

En The Winding Stair, cerca del río Liffey, se puede comer entre ediciones nuevas y libros de segunda mano.

La farmacia (y librería) Sweny’s, inmortalizada por Joyce. Foto Ireland.com

También son cajas de Pandora las librerías Stokes Books y Sweny’s, la farmacia donde concurre Bloom en el Ulises que tiene un fondo de libros usados a tener en cuenta.

Bares y pubs

Gran parte de la vida de los escritores más célebres giraba en torno a los pubs y cafés. Cada uno tenía su favorito: Joyce el Davy Byrne’s, Behan y Flann O’Brien el Neary’s, y W.B. Yeats el Toner’s.

El pub Duke es el punto de partida de una ruta con guías disfrazados donde, entre bromas muy irlandesas y citas literarias recorre los principales pubs impregnados de literatura.

Los guías de los tours de pubs y literatura. Foto Ireland.com

También hay cafés emblemáticos como el Bewley’s y el Theatre donde los hombres y mujeres de letras aspiraban a cambiar el mundo (o simplemente pasarla bien) entre tertulias y debates.

Festivales literarios

Y volvemos al punto de partida: los festivales literarios. Además del Bloomsday, están el Mountains to the Sea (marzo), el de Escritores de Dublín (mayo), el Internacional de Literatura (mayo) y el Literario de Dublín (noviembre). Además, en las afueras de la ciudad el pueblo de Dalkey también rinde homenaje a las letras en el Festival Literario de Dalkey cada mes de junio. 

Los símbolos de Irlanda son el arpa y el trébol. Pero no estaría mal que a Dublín se la reconozca con un libro.

a.
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