7 lugares del norte de España donde la naturaleza juega a ser artista

Desde los acantilados de la costa gallega a los bosques navarros, en estos rincones de la franja norte de España la naturaleza demuestra su talento para crear belleza

Las formaciones de flysch en la playa de Saturrán. Foto Shutterstock

Cuenta una leyenda que cuando el mundo fue creado hubo ocasiones en que la Madre Naturaleza estaba aburrida y dio forma a largas mesetas y planicies llanas sin nada relevante. Pero en otras ocasiones estaba inspirada y se le dio por moldear costas y acantilados, girar meandros y esculpir cañones, una vocación de artista que persiste cada año cuando se le ocurre cambiar los colores de los bosques y dehesas.

En el libro 101 Destinos de España aún más sorprendentes (Anaya Touring), escrito por Pepo Paz Sanz, se recorre toda la geografía de la Península y las islas descubriendo aquellos lugares, muchos desconocidos, que impactan por su belleza natural.

También se cuelan algunos palacios, yacimientos arqueológicos, jardines árabes, ermitas románicas, puentes medievales y colonias industriales.

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Pero esta vez vamos a ver aquellos destinos del norte de España que merecen una visita más relajada para descubrir su belleza natural.

Fervenza do Ézaro (Dumbría, A Coruña)

El río Xallas es estrangulado en cuatro tramos por represas hidroeléctricas. Pero es un curso rebelde, y esquiva estas obras artificiales para seguir su viaje al Atlántico, al que llega con espíritu de adolescente atolondrado.

El salto de Fervenza do Ézaro. Foto ValentimePix – Shutterstock

Porque este es el único río de Europa que no desemboca pacíficamente sino que lo hace “haciendo skating por los toboganes de granito” del monte Pindo, cerca de la localidad coruñesa de Dumbría.

Allí da un salto de 40 metros y la ‘humareda’ que levanta su espuma ya era famosa en las crónicas viajeras del siglo XVIII.

Cascadas de Oneta (Asturias)

Llegar a estas cascadas no es fácil: hay que hacer un buen trecho de senderismo desde Navia bordeando el embalse de Arbón, pero tras la aldea de Oneta un sendero conduce a los tres saltos de agua, en un paisaje boscoso de gran belleza.

El río Xallas no desemboca pacíficamente, sino que lo hace con un divertido salto de 40 metros entre los acantilados del monte Pindo

Cascada de Oneta. Foto Pablo Benii – 123 RF

La más vistosa, de 20 metros, es A Firbia; le sigue en altura La Ulloa y si alguien tiene espíritu aventurero puede animarse hasta la tercera, A Maseirúa.

Península de Pechón (Val de San Vicente, Cantabria)

Es una pena que tantas personas circulen por la autovía A8 y no reparen en la impactante península de Pechón, donde las aguas turquesas de los ríos Nansa y Deva se unen con el azul del Cantábrico.

Península de Pechón. Foto Estanis Bañuelos – Shutterstock

Son las rías de Tina Menor y Tina Mayor, respectivamente, donde entre bosques de acebuches y encinas, con tramos de arenales, se encuentran castros amurallados y yacimientos de pinturas rupestres.

Embalse de Urkulu (Aretxabaleta, Guipúzcoa)

Cuando en el Alto Deba en 1980 se terminó el embalse del río Urkullu este paisaje del Parque Natural Aizkorri Aratz se convirtió en un paisaje más parecido a los Alpes suizos.

Embalse de Urkulu. Foto Turismo de Guipúzcoa – Flickr

Custodiado por el monte Kurtzebarri, este nuevo lago está rodeado por tramos de bosques y otros de campiñas de un verde intenso, que se puede descubrir gracias a un carril bici de 6,5 km.

Playa de Saturrarán (Mutriku, Guipúzcoa)

No hay que alejarse demasiado para encontrar otro paisaje donde la naturaleza dio rienda suelta a su creatividad.

En las playas cercanas a Mutriku como la de Sautrarrán las formaciones rocosas del flysch negro afloran cada vez que baja la marea, como dedos gigantes de un gigante dormido.

Las formaciones de flysch negro parecen los dedos de un gigante de piedra que se ha quedado dormido

Las formaciones de flysch que emergen en la costa del Geoparque. Foto Ka.hi – CC

Gracias a los invertebrados hallados entre sus rocas se sabe que estas formaciones, las más antiguas de la costa vasca, tienen 60 millones de años, que con otros restos fósiles pueden ser conocidos en el Museo Nautilus de esta localidad.

Bosque de Artea (Larraona, Navarra)

En la cara occidental de la Merindad de Tierra Estella, donde el territorio de Navarra busca al de Álava, se encuentra este bosque que la imaginación popular añade el adjetivo de ‘mágico’.

Bosque de Artea. Foto Pepo Paz

Lejos de las “rutas más bulliciosas” este solitario valle de hayas y robles, que en otoño adquiere una belleza que hay que contemplar con calma, fue testigo de hidalgos y batallas dice el autor, como dan fe las ruinas de la fortaleza de los Baquedano en San Martín, las casonas blasonadas de Arache, los restos de palacio de Álvarez de Eulate y la ermita románica de Larraona.

Aquí afloran formaciones exokársticas que entre las hayas centenarias dan la idea de un paraje que ha quedado detenido en el tiempo.

Foz de Lumbier (Lumbier, Navarra)

En Navarra hay ocho foces (profundos cortes rocosos originados por el paso de un río) que son espacios protegidos. Una de ellas es la de Lumbier, la única que es fácilmente accesible a pie gracias a que por aquí pasó el primer tren eléctrico de la región, el Irati.

Para llegar a la foz de Lumbier se puede tomar la Vía Verde que hereda el trazado de un antiguo tren eléctrico, el Irati

Foz de Lumbier. Foto Alberto López – Dreamstime

Este es el nombre del río que se abrió paso hace millones de años entre las rocas al sur de la localidad de Lumbier, donde hay un centro de interpretación que vale la pena visitar antes de salir a la excursión.

Este sendero era donde pasaba el antiguo tren, que tras su desmantelamiento se ha convertido en una bonita Vía Verde para caminar o andar en bicicleta.

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