Sankt Pauli: barrio y conciencia en Hamburgo

El barrio portuario de Sankt Pauli pasa por ser el más popular de Hamburgo. Aquí desembarcaron unos desconocidos The Beatles en los años sesenta del siglo pasado para tocar en el mítico local Indra

St. Pauli, el viejo barrio portuario de Hamburgo. Foto Turismo de Alemania

Hamburgo es un puerto río adentro. El Elba le comunica con el Mar del Norte. En el muelle fluvial del barrio de Sankt Pauli atracaban los barcos de vapor con las tripas llenas de bienes de consumo, inquietudes y curiosidades que forjaron la cultura de la ciudad y sus ciudadanos. Las tripulaciones de aquellas embarcaciones y los estibadores después del trabajo ponían rumbo en dirección a cualquier bar en busca de más consuelo que diversión.

Las mercancías cambiaron por turistas

El viejo muelle de Sankt Pauli, del que se conservan las antiguas instalaciones de ladrillo y una torre de medición del nivel del agua y que también da la hora por medio de una campana, se ha convertido en Landungsbrücken, una plataforma flotante de 700 metros de largo.

Hoy sigue habiendo trasiego de barcos, pero han cambiado la carga de productos por la de pasajeros. En este lugar se toman los ferris de la red de transporte público, así como los barcos que realizan travesías turísticas por el puerto, los canales y localidades vecinas, como Blankenese.

Landungsbrücken. Foto: Paula Sotomayor | Unsplash.

También se puede cruzar al otro lado del río por el antiguo túnel del Elba. Un túnel subacuático que se construyó en 1911 por una necesidad logística como consecuencia del crecimiento del puerto de Hamburgo. Era capital conectar la orilla en la que se asienta Landungsbrücken con la oriental para así poder trasladar maquinaria y operarios en el menor tiempo posible. Se convirtió en el primer túnel fluvial del continente.

De 426 metros de largo y una profundidad de 24 metros, hasta ahí abajo los peatones, los ciclistas y los vehículos llegan por medio de unas grandes jaulas. Los dos túneles de seis metros de diámetro que cruzan el Elba están iluminados por medio de unas lámparas y las paredes están decoradas con relieves.

En la actualidad hay otro túnel más moderno y varios puentes que conectan las dos orillas, el viejo túnel del Elba se ha convertido en un gran reclamo turístico y uno los lugares más visitados de la ciudad. Gracias a él podemos descubrir nuevos rincones del puerto de Hamburgo y alcanzar Wilhelmsburg y Altes Land.

Mercado de Pescado. Foto: Julia Schwendner | ©Mediaserver Hamburg.

Pescado para desayunar

En un sitio tan canalla en el que la condición humana se manifestaba sin disfraces, no puede faltar un lugar en el que ir a lamentarse por lo realizado, la iglesia de Sankt Pauli.

En la misma plaza en la que se encuentra la iglesia está la lonja. Allí se celebra un Mercado de Pescado todos los domingos bien temprano donde se dan cita los que salieron de fiesta la noche anterior y los turistas y locales que vienen ávidos de curiosidad y con hambre de pescado. Aquí se desayuna cerveza o café, acompañado de arenques, ostras y una pieza de bollería.

M-Hamburger Fischmarkt. Foto: ©Mediaserver Hamburg.

La historia de este sitio se remonta al año 1703, desde entonces productores locales venden pescado, carne, verduras y platos preparados típicos hamburgueses. Los productos que aquí se consumen van directamente del mar y del campo al estómago. La relación de Hamburgo con el agua es tan estrecha que cada vez que el río Elba se desborda la plaza se inunda, sin embargo, nunca lo ha hecho en domingo hasta la fecha.

Donde The Beatles fueron teloneros

Lo que sí parece inundarse es el hígado de muchos de los que frecuentan la Reeperbahn, la espina dorsal de Sankt Pauli. Esta calle está copada de bares, restaurantes, discotecas y clubs de alterne, y permanece despierta las 24 horas del día. Se la conoce como la «milla sexy» o «la calle del pecado». En un mismo paseo uno tiene la sensación de estar en el Barrio Rojo de Ámsterdam y en el neoyorquino Broadway.

Reeperbahn, la espina dorsal de St. Pauli. Foto: ©Mediaserver Hamburg.

Por la noche, cuando las luces de neón de los negocios se encienden, Reeperbahn, simplemente se ilumina. La calle sigue siendo el mismo lugar vulgar, soez y desagradable que es durante el día. Lo que sí merece la pena es darse una vuelta por las calles colindantes y descubrir los locales en los que tocaron a comienzos de los sesenta del siglo pasado unos desconocidos The Beatles.

Los beatlemaníacos deben visitar el club Indra, en la Grosse Freiheit Strasse (“la calle de la gran libertad”), que se llama así desde el siglo XVII porque allí convivían distintas comunidades religiosas. El garito continúa abierto y conserva recuerdos de las visitas de aquellos teloneros con un futuro prometedor.

Al grupo se le la Beatles Platz. Una plaza que honra aquel mítico grupo de música británico que se hizo famoso en Hamburgo y que convirtió al barrio de Sankt Pauli para sus fans en un lugar sagrado al que peregrinar. Otros escenarios en los que tocaron en la ciudad fueron en el Kaiserkeller, Stage Club y el Top Ten.

Reeperbahn con el recuerdo a The Beatles. Foto: ©Mediaserver Hamburg

En una zona de tanta jarana una comisaria siempre tiene algo que hacer. Davidwache es una de las comisarias más célebres de Alemania. Ocupa un edificio de ladrillo, tan típico en Hamburgo, que ha aparecido en películas y series en numerosas ocasiones. Más de un turista ha visitado el lugar e incluso ha pasado una noche en ella.

En relación con la ley, el orden y la defensa, en Sankt Pauli también se puede visitar el Búnker Flakturm IV. Una torre que se construyó en 1940 para repeler ataques aéreos y refugio antiaéreo con capacidad para albergar a 18 mil personas en el que había hasta un hospital con 95 camas. Esta torre de 75 x 75 metros y 35 de alto, con unas paredes de 3,5 metros de grosor, en la actualidad es una tienda y escuela de música y un club de música electrónica.

Un equipo con principios

El Búnker Flakturm IV se encuentra junto al estadio de fútbol Millerntor, donde juega como local el F. C. Sankt Pauli, el equipo de fútbol más activista y comprometido socialmente de toda Alemania y, quién sabe, si también de todo el mundo. Es recomendable leer el libro ST. Pauli: otro fútbol es posible, de Natxo Parra y Carles Viñas, publicado por Capitán Swing.

Millerntor stadion. Foto: Julia Schwendner | ©Mediaserver Hamburg.

Este club es el orgullo del barrio que lleva por nombre. En sus gradas más que tomar asiento se quedan de pie sus aficionados militantes. El equipo viste de rayas marrones y blancas y juegan para luchar por sus reivindicaciones antirracistas, antifascistas y contra la homofobia, más que por la victoria del partido. Cuando el equipo local mete un gol en el estadio suena Song 2 de Blur y Hells Bells de AC/DC cuando los jugadores saltan al césped.

El más que centenario F. C. Sankt Pauli no siempre hizo gala de esa solidaridad y compromiso social y político. Durante los años del III Reich el club acató los dictámenes de Adolf Hitler y el estadio se llamó Wilhelm Koch en honor a un presidente de la entidad, hasta que se descubrió que había sido miembro del partido Nazi.

El viraje a la izquierda radical se produjo en los años 80 cuando aficionados del Hamburgo, el club hegemónico de la ciudad, le dieron la espalda por la aparición de fascistas en las gradas de su estadio. A ellos se sumaron los punkis y okupas instalados en Herbertstraße, calle de Sankt Pauli en la que se concentra la prostitución. Todos juntos empezaron a animar al equipo del barrio de Sankt Pauli.

FC St. Pauli. Foto: ©Mediaserver Hamburg.

Desde entonces ni la cúpula dirigente, ni sus aficionados-militantes han mirado jamás hacia otro lado. Desde entonces han enarbolado la bandera pirata contra el fascismo, racismo, homofobia y cualquier discriminación.

El estadio Millerntor se ha convertido en un punto de encuentro para comunistas, anarquistas, okupas, punkis, refugiados y gente que comparte una manera de entender la vida.

a.
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