El pedrisco arrasa 8.000 hectáreas de cultivo y deja hasta 29 millones de euros de pérdidas

El sector agrario valenciano sufre un nuevo episodio climático que amenaza la viabilidad de miles de explotaciones agrícolas

Cítricos afectados por la Dana en la zona de la Plana Baixa

La Dana del pasado fin de semana del 12 de julio ha dejado grandes daños económicos y en los cultivosLa Unió estima las pérdidas en más de 29 millones de euros en unas 8.000 hectáreas, mientras que Ava-Asaja sitúa la cifra a 25 millones en 6.000 hectáreas, reflejo de la gravedad y extensión del fenómeno. Esta última organización recuerda que en lo que va de año ya se han registrado al menos ocho episodios tormentosos con granizo de fuerte impacto, acumulando más de 65 millones de euros en daños para el sector.

El pedrisco en forma de fuertes tormentas, acompañado de viento ha afectando gravemente a los cítricos, hortalizas y otros cultivos estratégicos con pérdidas muy graves. Productores reclaman ayudas urgentes, revisión de seguros agrarios y medidas fiscales excepcionales.

La Comunitat Valenciana vuelve a enfrentarse a un nuevo golpe climático con importantes consecuencias económicas para su sector agroalimentario.

Las comarcas más castigadas fueron La Plana BaixaCamp de MorvedreAlto PalanciaAlto Mijares y Los Serranos, zonas clave en la producción hortofrutícola valenciana.

En ellas, cultivos como cítricos, melones, sandías, aguacates, almendros, olivos, viñedos y cereales han sufrido severos daños, con niveles de afección superiores al 50% en algunas parcelas.

Daños provocados por el pedrisco a los árboles orientados al oeste, de donde procedía el temporal

Carles Peris, secretario general de La Unió, ha mostrado su preocupación por estas zonas: «En la Plana Baixa, los cultivos más afectados han sido los cítricos, que ocupan la mayor parte de la superficie».

Uno de los cultivos más afectados ha sido el de la Clemenules, variedad emblemática de cítrico en la provincia de Castellón, especialmente en la comarca de la Plana Baixa, que podría enfrentarse a su campaña más baja de la historia.

A la pérdida inmediata de cosecha se suma una grave defoliación de los árboles que compromete también la productividad del próximo año. “La merma es tan notable que ya se anticipan tensiones en el aprovisionamiento de los operadores comerciales en la primera mitad de la campaña citrícola”, advierten desde Ava-Asaja.

Ambas entidades agrarias coinciden en la urgencia de activar mecanismos de apoyo público, como la declaración de zona gravemente afectada por emergencia de protección civil en los municipios más dañados, así como la concesión de ayudas directas para aquellas explotaciones que hayan sufrido pérdidas superiores al 30%.

También reclaman una revisión profunda del sistema de seguros agrarios para adaptarlo a las nuevas realidades climáticas, eliminando las franquicias en casos de siniestros extraordinarios.

En el ámbito fiscal y social, proponen medidas como la condonación del IBI rústico, bonificaciones y aplazamientos en las cuotas de la Seguridad Social agraria, una reducción del índice de rendimiento neto en el IRPF y una mayor flexibilidad en los gastos de difícil justificación.

A ello se suma la necesidad de establecer líneas de crédito preferencial con periodos de carencia e intereses bonificados, así como el reparto gratuito y urgente de productos fungicidas y cicatrizantes para prevenir la aparición de hongos y minimizar el impacto sobre la producción futura.

Desde Ava-Asaja, su presidente Cristóbal Aguado ha reiterado la necesidad de revisar las normas de peritación para que los seguros cubran las pérdidas reales de producción y no solo los umbrales técnicos.

Por su parte, desde La Unió señalan: “Estamos hablando de impactos que trascienden el ámbito agrario: afectan a la cadena agroalimentaria, a la planificación logística y a las exportaciones”.

Además, alertan de que muchas explotaciones afectadas están fuera del sistema de seguros, o bien lo tienen contratado con coberturas que no responden a los nuevos patrones climáticos, más extremos e imprevisibles.

El sector se enfrenta a una incertidumbre constante con un alto componente de riesgo, lo que vuelve a abrir el debate sobre la resiliencia del modelo agrícola valenciano ante el cambio climático y su problemática.

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Irene Martínez Miñano

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