La nueva Grifols dejará sola a Daurella y Romeva

La nueva cúpula de Grifols es poco propensa a respaldar públicamente las aspiraciones secesionistas del actual gobierno catalán

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El protocolo familiar de la Grifols funciona con la exactitud de un reloj suizo, pero atraviesa una etapa de estancamiento de sus resultados, registra minusvalías bursátiles y está marcada por un nivel de apalancamiento superior al que recomiendan las auditorías externas. La deuda financiera es ahora mismo de 3.800 millones de euros. En el momento de lanzamiento en bolsa, los analistas que participaban en los road shows no entendían el negocio de crear flujo sanguíneo a partir de donantes que cobraban por extracción.

Lo cierto es que Grifols se internacionalizó bajo la batuta de su aún presidente porque en España la práctica no era legal. Y quizá esta necesidad marcó el discurso de un empresario significado políticamente, pero sólo de cara a los lobbies políticos y empresariales. Victor Grifols Lucas fundó la compañía con el nombre de Probitas, pero el hombre del lanzamiento internacional, Victor Grifols Roura, le puso el gentilicio siguiendo los consejos de las siete hermanas, las firmas que segregan a los analistas antes de una OPV, con presentaciones en la tercera planta del Meliá Castilla.

El cambio en la cúpula ejecutiva de los laboratorios representa el relevo de la tercera generación. El «procés» independentista perderá tras el relevo a uno de sus empresarios en activo más descarado, puesto que los nuevos gestores de los laboratorios no se significarán. Toman el mando Víctor Grifols Deu y Raimon Grifols Roura. Ambos dejarán sola a Sol Daurella, la empresaria que ya paga facturas y divisiones de clan por exportar el soberanismo, y plantado al «consejero catalán de exteriores», Raül Romeva (JXSI) en el Diplocat. Ni están, ni se les espera (por ahora)

Exactitud suiza

Por lo demás, el protocolo familiar hace gala de esa exactitud suiza. Grifols Roura, que en 2017 cumplirá 67 años, hace efectiva su sucesión con la misma edad con la que él sucedió a su padre, el mencionado Grifols Lucas, como consejero delegado. La empresa de laboratorios ha sido llevada a los mercados al contado (cotiza en la bolsa española y en el Nasdaq americano) por bancos de inversión –Deutsche, Santander de Negocios o JP Morgan, pero especialmente el BBVA–  que realizan emisiones muy respaldadas en el apalancamiento de propio emisor.

Así, el mix entre los recursos propios y la deuda bancaria crece exponencialmente aunque en una etapa de tipos de interés bajos eso no tenga impacto en las cuentas de resultados. Grifols Roura, exalumno del Colegio Suizo y con un buen perfil académico, se ha destacado en los últimos años por su proximidad al proceso independentista catalán y por su buena sintonía personal con el expresidente de la Generalitat, Artur Mas. A Grifols se le ha visto rodeado de altos cargos del mundo soberanista en reuniones empresariales y en citas de aforo asegurado, como las del Círculo de Economía o en las sesiones a puerta cerrada de Fomento del Trabajo Nacional.

Pese a su catalanismo inmoderado, Victor Grifols es pragmático antes que ideólogo; en las juntas de accionistas de su compañía se niega a utilizar el idioma catalán por pura practicidad ante los analistas de la City o sus potenciales socios anglosajones. Sea como sea, el aprouche patriótico del empresario no es consonante con su interés tributario, ya que Grifols se ha deslocalizado en  Irlanda para establecer su sede operativa en Dublín, donde disfruta de una fiscalidad blanda con un impuesto de sociedades de, por lo menos, diez puntos menos que en Barcelona. 

Mentiras piadosas

Grifols ha situado allí su mejor división desde el punto de vista de los márgenes. En 2015 inauguró su centro mundial de operaciones de Bioscience en Dublín, en el que invirtió 100 millones de dólares. En aquel momento, Grifols Roura aseguró que su compañía seguiría pagando el impuesto de sociedades en España, una mentira piadosa que poco después quedó retratada cuando la empresa de laboratorios justificó reiteradamente la deslocalización por su carácter multinacional: España apenas genera un 5% de la facturación de Grifols, mientras que su principal mercado es EEUU.

Y es justamente en el mercado norteamericano donde ahora obtiene la materia primera, el plasma, que se lleva a la factoría de Irlanda y, desde ahí, se distribuye por Europa. Los planes estratégicos del laboratorio se han orientado en los mercados exteriores, hasta el punto de que, en el plan de inversiones futuras de Grifols, España está prácticamente olvidada. Tiene presencia en 100 países y aparece en los cables de Wikileaks como empresa colaboradora en casos de catástrofe. En los próximos cinco años, invertirá  360 millones de dólares en cuatro nuevas plantas: dos en EEUU, una en Irlanda y la última en España, aunque esta última ya está terminada.
 
El plan de sucesión en Grifols contempla el nombramiento de Thomas Glanzmann como vicepresidente no ejecutivo del consejo de administración y el mantenimiento de Iñigo Sánchez-Asiaín como consejero coordinador, cuya misión consiste en garantizar una mayor independencia en el control y gestión de la firma. En términos absolutos, Grifols está cerca de cumplir una década y media de su salida a bolsa con un ingreso cinco veces mayor y un beneficio que ha crecido 20 veces (de 25 a 532 millones); aunque estos dos datos no esconden su importante deuda bancaria.

La tiranía de los diretes

Grifols Roura entrega a su heredero y a su hermano el gran crecimiento de la compañía —pagada con una monstruosa deuda–, sobre todo en los Estados Unidos, donde la última captura de Grifols ha sido la compra de la unidad de diagnóstico Hologic por 1.750 millones de euros. Un buen pico, pero muy inferior a la primera gran operación americana, la compra de Talecris, en 2011, que cerró por 3.334 millones de euros cuando el grupo doblaba en tamaño a la empresa catalana. Grifols fue creada durante la inmediata posguerra en la Barcelona de los Andreu, la familia industrial por antonomasia gracias al doctor Salvador Andreu que inventó las pastillas contra la tos y fue conocido como «el pastilletes».

Nadie se libra de la tiranía de los diretes. Y los primeros Grifols tampoco; a ellos les llamaban «los vampiros de Sarrià», por el barrio en que tuvieron su primer banco de sangre.

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