Esta franquicia de Burger King cae en bancarrota con deudas que ascienden a 2.000 millones
La compañía gestionaba 57 locales y declaró ingresos por 67 millones de euros en el último ejercicio pero acabó con pérdidas operativas de 12,5 millones de euros

Consolidated Burger Holdings, una de las mayores franquicias de Burger King, se declaró en bancarrota bajo el Capítulo 11 al acumular una deuda superior a los 37 millones de euros.
La compañía, gestionaba 57 locales en el norte de Florida y sur de Georgia, declaró ingresos por 67 millones de euros en el último ejercicio, pero acabó con pérdidas operativas de 12,5 millones de euros y no pudo solventar los problemas de años de balances negativos.
Colapsos similares que derivan en declaraciones de bancarrota se replica en compañías de todo el sector. La empresa Red Lobster sufrió una pérdida aproximada de 11 millones euros y tuvo que cerrar más de 100 sucursales, mientras Subway (cadena famosa por ser la más franquiciada del mundo en años anteriores) redujo en 2025 el número de locales en más de 631 tiendas solo en EE.UU, acumulando el cierre de más de 7.600 restaurantes desde 2016.
Otras afectadas, como Hooters, empresa de hostelería abiertamente criticada por cosificar a sus empleadas, o Sticky’s (franquicia especializada de pollo frito) o cadenas regionales como Pollo Stop, han sucumbido o están al borde de la liquidación.
Los problemas que han dado pie a esta debacle tienen un origen multidimensional. La inflación acelerada, con una subida cercana al 30% en los precios de la comida rápida durante los últimos cinco años, los mayores costes de alquiler y energía, y la persistencia de deudas acumuladas año tras año.
Además, la pandemia de COVID-19 alteró de forma estructural los hábitos de consumo, muchos clientes no han regresado a los restaurantes, y la demanda sigue por debajo de los niveles prepandémicos, a pesar de la reapertura generalizada.
En 2024, incluso grandes colosos de la alimentacion como McDonald’s experimentaron un descenso del 2% en sus ingresos, su primera caída desde la pandemia, en un sector tradicionalmente resistente a las crisis.
Deudas: cambios de hábitos
El consumidor medio estadounidense, golpeado por la inflación, ha reducido su asistencia a restaurantes y prioriza el gasto en bienes esenciales.
El menú económico, antes estandarte de la comida rápida, ya no alcanza para atraer un caudal suficiente de público. Incluso se habla de la “guerra del Big Mac”, una batalla de precios que evidencia que las principales cadenas debieron sacrificar márgenes y promociones, afectando la rentabilidad del negocio.
A este escenario se suman conflictos internos y exigencias externas. Burger King le abrió recientemente un juicio a Consolidated Burger Holdings por no renovar ni modernizar los locales según los estándares exigidos, generando nuevas tensiones entre la empresa matriz y sus franquiciados. El resultado fue una estrategia de concentración exclusiva en operadores rentables, mientras los de bajo rendimiento son desplazados o asfixiados financieramente.
Por otra parte, la irrupción de marcas jóvenes, respaldadas por celebridades o conglomerados, intensificó la competencia en segmentos como el pollo frito, trayendo dificultades a cadenas regionales incapaces de sostener grandes campañas publicitarias o adaptar sus modelos de negocio.
La tendencia va, entonces, hacia una reestructuración profunda, lo que llevará a más cierres, fusiones, traspasos de franquicias y en “pro” de una mayor eficiencia operativa para sobrevivir en un escenario distinto al de hace cinco años.
Adaptación o desaparición
Para la industria de la restauración rápida el panorama exige reinventarse. Más allá de los factores coyunturales, la tecnología, la digitalización de pedidos, el auge del delivery, y la expectativa de experiencias más personalizadas se volvieron la norma para seguir captando nuevos consumidores.
Mientras gigantes como McDonald’s o Taco Bell invirtieron en nuevas plataformas para desarrollar el negocio de forma online, muchas cadenas medianas o regionales quedaron atrapadas en una estructura rígida y altos costes operativos que ya no pueden cubrir sin la presencia en el mercado digital, debido al descenso de consumidores presencialmente.
Aunque algunos especialistas sostienen que este proceso “depurará” el sector, seleccionando solo a quienes logren combinar escala, eficiencia y capacidad de adaptación, también implica la pérdida de miles de empleos y el cierre de negocios familiares o franquicias que durante décadas formaron parte del paisaje urbano estadounidense.