Pedro Saura se prepara para el curso más complicado de Correos: prejubilaciones y tensión entre los trabajadores

Tras el rescate de 3.000 millones, la empresa pública encara un proceso de transformación lleno de incógnitas

Pedro Saura, presidente del grupo Correos

Pedro Saura, presidente del grupo Correos. Foto: Correos y X

Correos inicia septiembre con una mezcla de alivio y preocupación. El alivio llega tras la aprobación en el Congreso del rescate de 3.000 millones de euros en cuatro años, que garantiza la continuidad de una compañía que rozaba la quiebra. La preocupación, en cambio, se centra en los enormes retos que aguardan a Pedro Saura, su presidente, y al equipo directivo: redefinir una plantilla sobredimensionada, calmar la tensión sindical y ordenar una gestión interna marcada por años de desorganización.

Un rescate con condiciones implícitas

El dinero del Estado no resuelve por sí solo los problemas de Correos. El plan de viabilidad contempla que el gasto en personal, que actualmente absorbe el 90% de los ingresos, se reduzca hasta el 70% para que la empresa recupere sostenibilidad. Esa diferencia es clave: sin ella, los números nunca saldrán. La reducción no implica necesariamente despidos, pero sí ajustes en la organización laboral, prejubilaciones y nuevas fórmulas de flexibilidad interna.

Una de las primeras medidas en marcha es la llamada “bolsa de horas”. Firmada el 31 de julio entre empresa y sindicatos, permitirá a los trabajadores redistribuir hasta un 10% de su jornada anual –equivalente a unas 170 horas en 2025– en función de las necesidades del servicio. El mecanismo busca cubrir picos de actividad sin tener que recurrir de forma masiva a contrataciones temporales.

Los sindicatos, sin embargo, han blindado su carácter voluntario y compensado. Es decir, solo se aplicará a quienes acepten entrar en la bolsa, y aún está pendiente concretar la remuneración y los incentivos económicos que recibirán. El objetivo empresarial es claro: ahorrar costes. Pero para los trabajadores, la clave será que se respete la conciliación y la salud laboral.

Prejubilaciones sin concreción

El otro gran frente es el plan de prejubilaciones. Se baraja la salida de hasta 7.000 empleados de una plantilla actual de 47.000, aunque las cifras todavía son especulativas. La negociación formal con los sindicatos aún no ha comenzado, y todo apunta a que será un proceso largo y tenso.

La plantilla reclama garantías sobre cómo afectará esta reestructuración a la carga de trabajo. Temen que la reducción de personal desemboque en más presión y precarización, en un contexto donde ya existen quejas por falta de refuerzos en épocas críticas como el verano o la campaña navideña.

Imagen de la entrega de un paquete de una oficina de Correos

El verano ha vuelto a evidenciar los problemas de gestión interna. Oficinas saturadas, retrasos en la distribución de paquetes y ausencia de sustituciones han generado malestar entre usuarios y empleados. Los sindicatos insisten en que Recursos Humanos no ha sabido anticipar las bajas ni planificar las necesidades de personal, algo que se repite año tras año.

La improvisación, unida al absentismo, se ha convertido en un lastre para la operativa. Este desorden, heredado de la etapa de Juan Manuel Serrano y aún no corregido del todo, es uno de los puntos más urgentes que Saura debe encarar si quiere recuperar la confianza de la plantilla y de los clientes.

La sombra de los años anteriores

La herencia que recibe Pedro Saura no es sencilla. Los últimos cinco años de gestión, marcados por el nepotismo y decisiones erráticas, dejaron a Correos al borde de la quiebra. Ejemplos como el polémico grupo de los “Leones del cambio”, un equipo de 60 personas elegidas a dedo para vender un discurso corporativo vacío, son recordados por los empleados como símbolo del despilfarro y la falta de rumbo.

Las tensiones sindicales también forman parte de ese legado. Favores a determinadas centrales y marginación de otras han generado desconfianza. Reconstruir un clima laboral equilibrado será imprescindible para avanzar en los acuerdos que requiere esta nueva etapa.

La Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI), accionista mayoritario, seguirá de cerca cada paso. La inyección millonaria se aprobó gracias a un pacto político que incluyó a PSOE, Coalición Canaria y la abstención del PP. Ese consenso permitió salvar el presente, pero ahora el futuro dependerá de si Correos logra convertirse en una empresa viable y adaptada a la era digital.

La presión política y social será constante. Correos no es una empresa cualquiera: es un servicio público con fuerte arraigo en la España rural y un símbolo histórico. Cualquier error en el ajuste laboral o en la prestación de servicios tendrá un eco inmediato en la opinión pública.

Saura, ante su prueba de fuego

Pedro Saura encara su curso más complicado desde que asumió el cargo. Economista y con experiencia política, sabe que la tarea no consiste solo en cuadrar balances, sino también en liderar una transformación cultural en una organización anclada en inercias del pasado.

El reto es doble: recuperar la solvencia financiera y restaurar la confianza de los trabajadores. Sin estos dos elementos, el rescate de 3.000 millones corre el riesgo de ser solo un parche temporal. Saura deberá combinar firmeza en los ajustes con sensibilidad social para que el plan sea creíble y aceptado.

Correos entra en un curso decisivo. Con el dinero del rescate garantizado, el futuro dependerá de cómo se implementen las bolsas de horas, las prejubilaciones y la reorganización interna. El camino no será fácil: las tensiones sindicales, el desgaste de la plantilla y los recuerdos de una gestión desastrosa siguen presentes.

La pregunta es si Pedro Saura sabrá convertir esta crisis en una oportunidad para reinventar Correos. De su habilidad negociadora y de la capacidad de su equipo para ejecutar cambios dependerá que la empresa postal más importante del país logre salir definitivamente del túnel.

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Alba Carbajal

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