Sareb congela promociones de Árqura y ofrece a los compradores un portazo disfrazado de devolución
Las promociones de Árqura, con licencias ya concedidas y reservas firmadas, permanecen paralizadas por la negociación entre Sareb y Sepes
Montaje realizado por Economía Digital.
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«Si quieren, les devolvemos el dinero y rompemos la reserva». Esa ha sido la respuesta que decenas de familias han escuchado tras meses de silencio sobre las promociones de Árqura Homes, la promotora de Sareb.
Donde debería haber grúas y cemento solo hay solares vacíos, y donde los compradores esperaban certezas, reciben la amarga opción de recuperar su dinero y olvidar el sueño de una vivienda.
«Reservamos en noviembre del 2024 y no sabíamos nada. La licencia de obra se aprobó, pero todo se paralizó en marzo», denuncia un portavoz de una congregación de afectados por los retrasos en las obras. El calendario se incumplió sin que nadie diese explicaciones claras.
A cambio, Sareb ofrece mantener precios y condiciones mientras los avales sigan en los bancos.
«Nos dicen que va para adelante, pero nadie se atreve a poner una fecha. La semana que viene se reúnen con Sepes. Llevamos meses esperando y cada día hay más nervios», insisten los compradores.
El problema nace del encaje entre dos agendas distintas. Por un lado, Sareb necesita cumplir compromisos ya firmados y dar continuidad a Árqura, una de sus principales plataformas de gestión de suelo.
Por otro, el Ministerio de Vivienda ha decidido convertir a Sepes en el gran brazo público para promover vivienda asequible en alquiler, y los suelos de Sareb son pieza central de ese plan.
De ese matrimonio forzado surge la parálisis. Sepes quiere ordenar y centralizar el desarrollo de las nuevas promociones, pero Sareb prefiere que Árqura concluya lo que ya está en marcha. El resultado es un terreno intermedio: las grúas no entran y las familias esperan.
«No tiene sentido interrumpir promociones en curso ni trasladar compromisos adquiridos a otro organismo, eso genera inseguridad jurídica», explican fuentes del sector.
La lógica es clara: Sareb debe terminar lo que empezó, y Sepes asumir después el relevo en los suelos todavía vírgenes. Pero esa división de tareas aún no se ha firmado negro sobre blanco.
La incertidumbre afecta a promociones en distintas comunidades autónomas, desde Madrid hasta Sevilla, donde el desarrollo previsto en el barrio de la Algodonera acumula meses de retraso.
En varios casos, los plazos de finalización apuntaban inicialmente a principios de 2027, pero hoy pocos creen en ese calendario.
Desde la dirección de Sepes, la posición es ambivalente. Leire Iglesias, su directora general, aseguró a representantes de los compradores que «las reservas se tendrían en cuenta».
En el trasfondo late un reloj político. El Gobierno ha puesto la vivienda asequible en el centro de su discurso, y el traspaso de activos de Sareb a Sepes es la piedra angular del plan.
Pero la ejecución no se improvisa: las familias que ya han firmado reservas no entienden de estrategias estatales ni de engranajes institucionales, solo miran un solar vacío donde debería estar el inicio de su futuro hogar.
Sareb y Sepes continúan negociando por Árqura
La paradoja es evidente: Sareb nació en 2012 para dar salida a los activos tóxicos de la banca y hoy, a las puertas de su ocaso, se ha convertido en un engranaje esencial de la política de vivienda pública. El papel que debía ser transitorio ahora determina el futuro de miles de familias.
Por ahora, las grúas siguen guardadas. Las viviendas de Árqura que deberían estar en construcción esperan a que dos entidades públicas —Sareb y Sepes— resuelvan sus cuentas pendientes.
Y en ese compás de espera, la mayor víctima es la confianza de los ciudadanos, atrapados entre la retórica política y el barro que nunca se mueve.
