La banca descarta la morosidad récord de 197.000M pero calcula 50.000

El sector confía en que la recuperación de la economía le mantendrá lejos de los niveles récord de impagos de hace seis años

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El Banco Santander inaugura este martes la semana grande de la temporada de resultados del sector financiero. Por el momento, solo Bankinter ha publicado sus cifras hasta marzo, que recogen muy tímidamente el impacto de la crisis generada por la pandemia del coronavirus. El banco que lidera María Dolores Dancausa redujo su beneficio un 10%, pero no por los efectos del estado de alarma en las cuentas -solo registran 14 días-, sino porque incrementó las provisiones -el dinero que se reserva para cubrir posible pérdidas- para estar más seguro de cara a los próximos meses. Si bien el sector espera escapar a una crisis de morosidad similar a la anterior crisis, hay informes como el de Barclays que pronostican un aumento de las insolvencias en los grandes bancos de hasta 50.000 millones (de los 73.611 millones de 2019 a los 123.233 millones en el plazo de tres ejercicios).

Los números de los bancos este trimestre pueden no ser representativos de la realidad actual del negocio y existen muchas dudas sobre hasta dónde van a llevar las provisiones. Bankinter fue discreto, dejando la puerta abierta a un incremento posterior, y existían distintas opiniones sobre la decisión que tomaría el banco presidido por Ana Botín.

Unas provisiones excesivamente elevadas pueden dar a entender que el sector está muy preocupado por el futuro, pero si se quedan cortos puede crear más dudas entre los inversores, que ya han penalizado fuertemente las cotizaciones bursátiles desde que comenzó la expansión del virus.

El mercado anda balanceando cómo de profunda puede ser la crisis económica -algo que hoy es una incógnita ante la amenaza de nuevos rebrotes- y, por tanto, todavía no puede calibrar exactamente el golpe que les espera a los resultados de las entidades financieras. Jacobo Diaz, director financiero de Bankinter, apuntó la semana pasada que no pensaba que ahora se fueran al alcanzar los mismos niveles de morosidad que durante la crisis anterior.

De acuerdo con datos del Banco de España, el pico de crédito dudoso se alcanzó en enero de 2014, por encima de los 197.000 millones. Las entidades comenzaron entonces un proceso de limpieza que les llevó a finalizar ese ejercicio con una tasa de morosidad del 12,51%, que se había reducido en febrero de este años a los 56.703 millones, y al 4,73% de la cartera de crédito a residentes, después de reducir más de 140.000 millones en dudosos.

Sin embargo, todo apunta a que inevitablemente, y a pesar del guiño de reguladores y supervisores, el coronavirus va a provocar un incremento de los niveles de impago tanto empresariales, como de particulares, que irán contra los resultados de los bancos y, según fuentes consultadas, los primeros efectos se verán en mayo. Su virulencia dependerá en gran medida de que se controle la pandemia y de que la economía, efectivamente despegue en 2021.

Medidas para posponer la morosidad

Todas las grandes economías mundiales están planteando un mismo escenario para la Covid-19 que comparten la mayoría de analistas: un fortísimo golpe, pero acotado en el tiempo y que provocará una brusca recesión en 2020, pero que podría colear durante años en el mercado de trabajo español. Con esta hoja de ruta, el servicio de estudios de BBVA retrasa hasta 2023 la posible recuperación del nivel de empleo de finales de 2019, lo que podría condicionar el consumo -y con él la concesión de crédito- y también presionar la morosidad. 

La banca española no llega a la crisis en la misma situación que en 2012 -cuenta con un capital superior y se ha limpiado fuertemente de activos tóxicos en los últimos años-, pero la salud de su negocio está muy ligada a la evolución de la economía y en la crisis del coronavirus se ha convertido en el brazo ejecutor de las medidas de estímulo.

Los supervisores han relajado los requisitos de solvencia, han limitado su capacidad de repartir dividendos y serán más laxos a la hora de provisionar crédito moroso, pero a cambio los bancos deberán asumir parte de la factura de la crisis. Además del crédito que concedan por su cuenta y riesgo, el 20% de todo el crédito avalado por el Estado -la garantía máxima que otorga el ICO es del 80%-, es riesgo directo para su cuenta de resultados. 

El impacto en morosidad hipotecaria está más controlado a corto plazo. Los créditos afectados por las medidas económicas del estado de alarma -los colectivos que pueden acogerse a la moratoria por su situación económica previa-, no se provisionan. Las moratorias extra que están ofreciendo los bancos españoles -hasta un año en hipotecas y en crédito al consumo- tampoco repercutirían en la mora, siempre que se continuaran abonando los intereses.

La duda más inmediata es el sector empresarial, que está parado por las medidas de contención y que se ve obligado a asumir una serie de costes, que en muchos casos tiene que refinanciar y que podría presionar al cierre o llevar a la quiebra a muchas empresas, que impagarían.

Tras la debacle de la crisis anterior a la construcción, la exposición de la banca a este negocio es mucho menor, pero, dado el peso de la hostelería, el comercio, o la restauración en nuestro PIB, probablemente también lo tenga en la cartera de crédito de las entidades españolas. Y ahora estos sectores son los que crean más dudas.

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