Aurea mediocritas

Esta expresión latina, tan querida por poetas como Horacio, alude a la dignificación de lo mediocre, entendido el término es su etimología, lo mediano, ni ‘patrás’ ni ‘palante’, en lo inamovible de la equidistancia, lejos y cerca de la polarización

Leire Díez

Leire Díez. Archivo. Europa Press

¡Vaya chapuza todo lo que está saliendo gracias a las nuevas tecnologías! Ahora, todo son wasups y llamadas de teléfono, fácilmente localizables, nada de declaraciones como se hacían en el Interviú con los pósteres aquellos de taller de pueblo, sí, sí, aquellos con un par. ¡Con lo útil que era “hacer una perdida”!, y ya, después, si eso, hablábamos; pero en la calle…

Ya no se roba y extorsiona como antes. Además, la implicada más mediática tiene un nombre de los ahora, Leire, nada de Míster X o algo debidamente organizado y con títulos en clave tipo GAL o Batallón Vasco Español; como en las películas buenas de espías. Pues no, ahora todo son Koldos, aizcolari como algo destacado en su currículum, Aldamas, que bien parece sacado del listado de alumnos en un colegio de escolapios o Hamlym, que sólo le falta un e para convertirse en flautista, sino lo es ya. Pues va a ser verdad lo que dicen los artistas del descuido, que siempre es mejor que te robe en casa un profesional, y no un pobre toxicómano con el mono que, al final, pa llevarse cuatro cuartos, va y te destroza el mobiliario. ¡Aquellos sí que eran tiempos, cuando las cloacas eran cloacas, pero de verdad! Estas de ahora, meros desagües de piscina comunitaria, ahora que se acerca el verano, que se anuncia tórrido.

La opinión de Horacio

Hemos conseguido dignificar el punto medio, los cero grados, ni frio ni calor. La expresión latina “Aura Mediocritas”, tan querida por poetas como Horacio, alude a la dignificación de lo mediocre, entendido el término es su etimología, lo mediano, ni patrás ni palante, en lo inamovible de la equidistancia, lejos y cerca de la polarización. En definitiva, en ningún sitio, como en casa.

Los romanos, esos sí que eran un pueblo de gente lista; mira que si lo eran, que hasta escribían en latín. ¿Dónde está el orgullo de pertenecer al Comando Rubalcaba o el recibimiento triunfal de salida propinado en su momento a Barrionuevo y Vera? Antes, las cosas se hacían con contundencia, y si había que hacer desaparecer pruebas, pues nada, acudías a derribos Bárcenas y se solucionaba a martillazos. Nada de tecnologías tipo Blockchain, que, en el fondo, nadie sabe bien lo que es, ni hay que pedirles a hackers de esos tan listos que aprendieron en los cursos de CCC, hoy Planeta, que entren en cuentas privadas. Si eso, llamas a Chema Alonso ahora que está disponible, sí, hombre, aquel tan pinturero de Telefónica que más bien parecía eso que ahora llaman raider y que antes era el mensajero.

Ya lo decía Horacio en sus Odas, la mediocridad dorada: “el que se contenta con su dorada medianía no padece intranquilo las miserias de un techo que se desmorona ni habita palacios fastuosos que provoquen a la envida”. Eso es, poeta, de esto se trata. Nada de palacios, mejor, casas de lenocinio, prostíbulos, vaya, para entendernos; nada de techos desconchados, chalets como los de Ábalos; ni nada de provocar envidia, tan solo provocar. Menos mal que sigue Feijóo para poder echarle la culpa de todo; y sino, pues a Melody.

Vulgaridad extrema

Y los listos que saben de la cosa política, diciendo por ahí que todo este desaguisado a quien más daña es al sistema democrático. Pero, ¡no queríais pueblo, vulgo en latín, pues toma vulgaridad! Hay por ahí un disque filósofo o neurólogo, que más dará, y que tiene escrito que somos cada vez más tontos, que desde el año 2.000 estamos perdiendo neuronas. ¿Será cosa de la Inteligencia Artificial?

Pero, para tenerlo claro, nada mejor que lo importante te lo explique un periodista. Y uno italiano, un tal Pino Aprile nos obsequió con un libro de título muy clarificador: “Elogio del imbécil. El imparable ascenso de la estupidez”. Ahí va y dice que el número de imbéciles está creciendo imparable. Claro, todos menos él, que para eso se le ocurre escribirlo. Cuando lo lees, pues ves que tiene razón, pero que todo eso, por supuesto, le pasa a otros, a los demás. “El estúpido cuando no tiene argumentos grita, a veces levanta las manos y si tiene poder destruye a todos los que hacen preguntas, el poder tiene miedo a la inteligencia”. ¿A ver si va a ser por eso la inquina que le tiene Trump a Harvard?

En este ya capitalismo tardío, cada vez más decaído, si ya merecía más la pena ser rico, sobre todo por herencia, que da menos trabajo, que ser listo, ahora se está demostrando que es mejor ser tonto, que se llega más lejos. Y si eres rico y tonto, pues tienes ya mucho ganado, sobre todo en política. Y si no, hazte influencer.

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