Lecciones de ‘management’ desde la Capilla Sixtina
El cónclave papal, más allá de su dimensión religiosa, ofrece valiosas lecciones de liderazgo, sucesión y cultura organizacional que pueden inspirar a organizaciones modernas en contextos de incertidumbre y cambio

En pleno siglo XXI, mientras las organizaciones debaten sobre liderazgo ágil, planificación estratégica y cultura organizacional, el cónclave que reúne estos días a cardenales del todo el mundo en la Capilla Sixtina para elegir un nuevo papa representa un fascinante ejercicio de management institucional. ¿Qué puede aprender el mundo empresarial de este proceso único? Mucho, porque la Iglesia católica lleva más de dos mil años administrando poder, navegando entre crisis, y eligiendo sucesores.
El cónclave, lejos de analizarlo simplemente como un evento religioso, es un caso claro de gestión organizacional, especialmente en lo que se refiere a la sucesión, la gobernanza y la legitimidad. En primer lugar, la sucesión papal es un ejemplo de cómo enfrentar transiciones de liderazgo en contextos de alta incertidumbre. El vacío de poder que se produce tras un fallecimiento o renuncia del líder es dispar según el tamaño de la organización. En el caso de la Iglesia católica, ha institucionalizado ese momento disruptivo con un proceso ritualizado, claro y aceptado por todos los actores. En el caso de la empresa privada un caso de éxito ha sido el de Apple. La desaparición de Steve Jobs enfrentó el reto de legitimar a un sucesor de menos carisma, pero altamente competente. La transición hacia el liderazgo de Tim Cook no solo fue un proceso cuidadosamente planificado, sino también una operación simbólica de continuidad institucional.
En segundo lugar, los planes de sucesión y protocolos familiares son vitales para la continuidad de las organizaciones no cotizadas. El cónclave es una herramienta de continuidad. No hay procesos de headhunting ni entrevistas públicas: hay reglas claras, tiempos definidos y un ritual que combina tradición con eficacia organizacional.
En España tenemos ejemplos de éxito de esto en empresas centenarias como el grupo cervecero Corporación Hijos de Rivera, cuya marca más conocida es Estrella Galicia. O internacionales, como Grupo Bimbo, cuya cuarta generación pilota la firma mexicana presente en 35 países.
Por último señalaría la cultura corporativa. La Iglesia sostiene su unidad gracias a un lenguaje común, normas compartidas y símbolos potentes. Esa cultura no solo da estabilidad, también guía las decisiones cuando el liderazgo entra en stand-by. En el mundo corporativo, las organizaciones que dependen demasiado del CEO o del presidente suelen tambalearse cuando hay cambios. En la Iglesia, la estructura trasciende a la persona.
No creo que las organizaciones en procesos similares necesiten encierros en capillas ni votos secretos, pero lo que está ocurriendo estos días en el cónclave vaticano es una invitación a las empresas a repensar cómo liderar, cómo planificar y cómo sostener la identidad más allá de las personas.