Madrid, desde Galicia

Años ha, una despistada andaluza me preguntó si tenía alguna vaca en casa; le contesté, por supuesto, que sí, pero que, por una mínima higiene, la teníamos en el baño

Pablo Casado, Isabel Díaz Ayuso, Martínez Almeida y Teodoro García Egea celebran la victoria electoral desde el balcón de la sede del PP en Génova / EP

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Era visto!  El triunfo del PP en Madrid, de la mano de Isabel Díaz Ayuso, ya no era ni tan siquiera un secreto a voces. Momento propicio este para aportar una perspectiva antropológica desde más acá del telón de grelos a lo sucedido. Culturas ancestrales como la gallega, más sujetas al sosegado análisis que da el ver pasar los años, en ese cauto deixa a ver ya milenario tan nuestro, resultan esclarecedoras en momentos tan sorprendentes como los actuales.

La estrategia de la gallina

Hubo uno de los nuestros que se atrevió a contabilizar, en formato literario, a nuestro animal más emblemático estimando así Manuel Rivas en Un millón de vacas el censo de nuestro ganado más socorrido. Tal resulta ser aquella reconocida querencia que se nos atribuye por el astado que, años ha, una despistada andaluza me preguntó si tenía alguna en casa; le contesté, por supuesto, que sí, pero que, por una mínima higiene, la teníamos en el baño.

Esta proclividad vacuna nos hizo olvidar, o al menos no tener tan presente, a otro animal doméstico al cual criamos siempre que tenemos un pedazo de tierra en Galicia: la gallina. El bípedo plume (Platón definía al hombre como “bípedo implume”) presenta unos comportamientos muy curiosos, cuestión que conocen todos aquellos que, conduciendo un vehículo, se la encuentran de frente. No sabes bien cómo, pero la atribulada ave suele acabar, inevitablemente, debajo del coche, librándose milagrosamente también casi siempre de un merecido atropello… por gallina.

Gabilondo, ten claro, casi Redondo que ya no te puedes fiar ni de los tuyos

Pues bien, hay otro comportamiento muy propio del perfil gallináceo. En su habitual “esparruñar”, consigue localizar un gusano tras haberse dedicado, de manera contumaz y concienzuda, a rastrillar una hectárea. Ejemplo vivo de metáfora: para conseguir un aumento de tres escaños en la Asamblea de Madrid, amigo Pablo Iglesias, no hacía falta “esparruñar” tanto. Eso si, no sabremos bien cómo, pero como las gallinas, se salvará de un más que justo atropello y en este caso, también huyendo.

Deportes típicos gallegos

Existen una suerte de viejas tradiciones galaicas, convertidas ya en meras referencias literarias, pero que, en su día, fueron deportes muy ejercitados por los autóctonos y que nos caracterizaban tanto como nuestro tan mentado baldón por permanecer “todos xuntos na metade da escaleira”. Como todos los pueblos con raíces prehistóricas, tenemos nuestra propia visión deportiva de la vida, aunque no hayamos sabido convertirla en unas caseras olimpiadas aborígenes como vascos y escoceses. Citaremos solo los tres más destacados:

Corrimiento nocturno de mojón (o piedra limiar)”: es esa demarcación que con un pedrolo se hace para concretar el terreno del que, se supone, uno es propietario. Las modificaciones físicas del perimetraje se suelen hacer con nocturnidad y en perneta, sobre todo porque es un momento en el que la oscuridad ampara la intención de aumentar el propio territorio disminuyendo el del vecino. Además, a esas horas no están abiertos los juzgados para formalizar el avance. La pérdida de “espacio político” del PSOE resulta histórica, provocada tanto por sus vecinos de la derecha como de la izquierda. Gabilondo, ten claro, casi Redondo que ya no te puedas fiar ni de los tuyos.

Tiro al vecino: actuación nunca medida ni mesurada, producto de la pérdida de la paciencia ante comportamientos considerados como perturbadores y sostenidos en una burla continuada, llegando incluso a tener raíces en alguno de los ancestros que ya fue agraviado por un pretérito pariente del merecidamente abatible vecino. Certero el disparo de Más Madrid a Unidas Podemos, tanto como para que la propuesta de Iglesias haya convertido a los suyos en quinta fuerza política en Madrid.

Ayuso se ha convertido en nuestra Thatcher de Chamberí, alumna aventajada de la pragmática Esperanza Aguirre

Lanzamiento de ligoña (o azada)”, deporte también ampliamente practicado y que implica el uso de elementos de convicción en un formato material contundente. De esta manera, el respaldo de la razón se fundamenta en la política de hechos consumados que se instrumentaliza con la debida herramienta. El órdago de Ayuso, tildado en su momento de un descabellado oportunismo, acaba de convertir a una revalidada presidenta en nuestra Thatcher de Chamberí, alumna aventajada de la pragmática Esperanza Aguirre, nuestra Churchill patria. Una jugada maestra, al estilo de aquellas a las que nos tenía acostumbrados Rajoy, consiguiendo ahora para sí un carisma similar al que logró Aznar al bajarse de aquel coche cuyos bajos reventaron por una bomba. Todo queda en familia, bien estés Casado o meramente arrejuntado.

Gaiteiro pago, nunca ben toca

Que no se nos olvide un tal Rotundo, Moribundo, no, no, Edmundo, Edmundo, dicen que todavía Bal. Convertido en alma en pena, le permitiremos formar parte de nuestra Santa Compaña, donde se encontrará muy a gusto con algunos de sus antiguos compañeros (y compañeras) de fatigas. Nunca mejor dicho.

Recurramos, finalmente, a nuestro fecundo acervo cultural gallego para iluminar lo sucedido y lo que queda por suceder. Pero nada de alusiones a glorias patrias, no recurramos a consabidos castelaos o rosalías, ni tan siquiera a la actualidad pardobazanesca. No. Cultura popular, filosofía con boina, Farruco todavía vigente: “¿Que lle dí un feixe de herba a outro? Estamos apañados”.

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