¡Gracias, ministro!

Nuestro ministro del ramo de los transportes no desiste en su empeño de educarnos; tira de sapiencia y utiliza el sarcasmo también con otro fin, activar nuestras descansadas neuronas veraniegas y prepararnos para poder entender que eso de estar de vacaciones sobrevaloradas no va con él

El ministro de Transportes y Movilidad Sostenible, Óscar Puente, a su llegada a su comparecencia ante la Comisión de Transportes y Movilidad Sostenible del Senado para explicar los reiterados retrasos y múltiples incidencias en la red ferroviaria española, en el Senado

El ministro de Transportes y Movilidad Sostenible, Óscar Puente, a su llegada a su comparecencia ante la Comisión de Transportes y Movilidad Sostenible del Senado para explicar los reiterados retrasos y múltiples incidencias en la red ferroviaria española, en el Senado. Jesús Hellín / Europa Press

Nunca podremos agradecer suficientemente a nuestros políticos su denodado esfuerzo por facilitar nuestra vida, incluso, su demostrada capacidad para educarnos y formarnos; sobre todo, con el ejemplo. Una vez más, el ministro Puente, genio y figura, apellido y función acordes, tendiendo pasarelas con la oposición. No, no se va a disculpar por sus declaraciones, porque su estilo narrativo está plagado de ironía y sarcasmo, modelos de relación más adecuado para expresarse ante patanes con pocas sinapsis neuronales, mentes arrasadas por el incendio provocado tras una devastadora ideología contraria. Apáñate si eres tonto y no entiendes el lenguaje trabajado a base de una inteligente y mordaz sorna.

Ironía versus Sarcasmo

Acudamos, hoy más que nunca, a “fuente limpia”. Dice nuestro diccionario académico que, en una primera acepción, la ironía es una burla fina y disimulada; en un segundo matiz, porque en los matices está la verdad, que esta conlleva, para expresarla, un tono burlón. Bien, aún queda un poco de respeto por el cogitar ajeno. Un paso más adelante, ese respeto por el pensamiento ajeno se topa con el sarcasmo, que a juicio de Real Academia supone una burla sangrienta, ironía mordaz y cruel con que se ofende o maltrata a alguien o algo. Menos mal que una segunda definición, albergada en la retórica, la tizna de ser utilizada con fines expresivos. Es decir, y resumiendo, un escupitajo en el cerebro.

Pero nuestro ministro del ramo de los transportes no desiste en su empeño de educarnos. Tira de sapiencia y utiliza el sarcasmo también con otro fin, activar nuestras descansadas neuronas veraniegas y prepararnos para poder entender que eso de estar de vacaciones sobrevaloradas no va con él.

El Sarcasmo necesite calle

Hay que agradecer al ministro Puente sus desvelos formativos, sobre todo si estos son en verano. Científicos argentinos (pues sí, parece que en Argentina todavía hay quien piensa, e, incluso, publica), seis para ser exactos, acaban de referir en la revista Brain Topography que es necesario revisar los correlatos neuronales del sarcasmo gracias al uso de la resonancia magnética funcional adaptada al idioma español. Bueno, más bien al español argentino, que no deja de ser un español mejorado, si se nos permite la ironía. ¿O es sarcasmo?

El estudio determina que “la comprensión del sarcasmo implica una extensa red fronto-temporal-parietal, con una activación prominente de áreas relacionadas con la Teoría de la Mente”. En palabras entendibles para mentes carentes del divino don del sarcasmo, este, el sarcasmo es para listos. No especifica el estudio si listo (o lista, claro) lo es quien emite el sarcasmo o quien lo entiende; o no. Vista la dolicocefalia posicional detectable en la testuz del ministro, está claro que es más del que lo excreta. Y ya, después, al oírlo, vas tú, y lo compones; o no. Dicen los doctores argentinos que la siguiente fase del estudio será la confirmación, o no, de que la incomprensión sarcástica pudiera ser un indicador fiable en el diagnóstico de patologías neurológicas y problemas de salud mental, por ejemplo, la esquizofrenia, debido a la dificultad que tienen estos pacientes para identificar situaciones sarcásticas. Pues, che, va a ser que no.

Empatía sarcástica

Que no, que todo tiene que ser mucho más sencillo, sin engorrosa explicación científica. Gracias al ministro, podremos identificar por las reacciones observadas, si los que no entiendan su peculiar estilo son progresista o no, si lindan con la ultraderecha o no, o si fueron amigos de Marcial Dorado o no. Es más, gracias al dominio del paralenguaje, los mensajes cuyo sentido viene dado por el tono e inflexiones de la voz, los comentarios sarcásticos servirán como elemento de validez para identificar de inmediato al listo y señalar al tonto. El contexto, lo importante para entender el sarcasmo es saber moverse en la complejidad del contexto. Y para que este funcione, el sarcasmo, se entiende, tiene que haber empatía, vibrar en la misma onda, además de, como no, un poco de picardía y calle. Y de todo eso, al ministro, le sobra.

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