Oler a Trump

Entre las quince medidas expresadas por el presidente Pedro Sánchez para combatir la corrupción, dado que esta, al putrefactar, emite siempre un olor nauseabundo, no se encuentra ninguna que se refiera a la detección; en definitiva, al intuitivo olfato que se debiera tener para detectar la apestosidad de lo corrupto

El presidente de EEUU, Donald Trump, y el secretario de Comercio de EEUU, Howard Lutnick

El presidente de EEUU, Donald Trump, y el secretario de Comercio de EEUU, Howard Lutnick

Resulta difícil prever el futuro con exactitud, aunque se intenta. Incluso hay quien utiliza los saberes ocultos para ello, como las mancias o la astrología. Siempre resulta curioso que alguien pueda “visualizar” el porvenir auscultando y remexendo en el poso del café. Hasta hubo un personaje que aparecerá en una serie próxima quién era capaz de adivinar por el intermedio de hortalizas y tubérculos, un tal Paco Porras. Como derivada de estos últimos vegetales, hay una prospectiva adivinatoria que utiliza las nalgas como bola de cristal humana; se llama Rumpología y tiene su mayor “exponenta” en Jackie Stallone, sí, sí la madre de Rocky. Aunque pueda parecer una humorada, la parte interior de estas se puede también utilizar como telescopio para el mañana, a pesar de su negrura: dentro, dispensando, de la fisiognomía se denomina anomancia. ¡Si es que te hay de tó y por disfrutar de las partes pudendas ajenas se hace casi de tó!


Trump desencadenado

Y ya lo que faltaba, el olfato empresarial y oportunístico del flamante presidente norteamericano (no lo olvidemos, reelegido e investido con honores al comienzo del 2025), sigue dando frutos, quizás tubérculos. Saca de donde sea. No solo consigue alterar a toda cuanta nación se le pone por delante, arreglar los desperfectos con un clip y dos gomas (elásticas, eso sí, Stormy Daniels aparte), y tumbar el wokismo con golpes tan certeros como la nueva legislación fiscal sobre energía, sino que también, va y lanza un perfume, además, inspirado, cómo no, en sí mismo con el objetivo de celebrar sus victorias electorales; y, por qué no, sacarse unos dólares, como si ya tuviese pocos. Hace unas semanas anunció en su propia red social “Truth” (“Verdad”, la nueva matraca de los que quieren engañar, otro juramento más por Snoopy) el lanzamiento de Victory 45-47, una novedosa fragancia de edición limitada a mayor gloria, si cabe, de su figura. Lo que ya tendremos que afirmar con toda razón es que está promocionada, y nunca mejor dicho, “en olor de multitudes”.

Con una efigie de cuerpo entero, Victory 45-47 semeja la figura de un Óscar hollywoodense. Visto lo visto, quizás hubiese sido mejor, para así engrandecer incluso más su porte, que le hubiese dado forma de moneda grande y gorda, más acorde con el anhelado premio Nobel de la Paz. La fragancia, además del frasco, que no tienen desperdicio, lo muestra a él erguido, triunfante, envuelta en dos poco discretos pero elegantes contendores, negro y rojo con letras doradas. En edición limitada, como si eso fuese un impedimento, la página web creada al efecto, https://gettrumpfragrances.com/, tilda el perfume para las mujeres “como una fragancia sofisticada y sutilmente femenina” y la colonia “para los hombres que lideran con fuerza, confianza y propósito, esto es más que una colonia; es una celebración de la resiliencia y el éxito”. Si no fuese porque son banderas del aborrecido wokismo, solo les faltaba ser tildadas de sostenibles e inclusivas.

El precio de ambos artículos es de 249 dólares, sumándose una cuantía importante de otros productos con el sabor Trump, llegando las zapatillas doradas a cotizarse en 500 dólares.

A qué huelen las nubes

Hace años, un anuncio de compresas popularizó la desodorización como reclamo publicitario. Pues, a juicio del sociólogo quebequés Anthony Synnott, va y existe una antropología del olor. Atribuye este estudioso del fenómeno fisiológico también para este un componente moral, dado que, “lo que huele bien, es bueno”; nos permitimos deducir, por lo tanto, que lo que huele mal, es malo. Y no solo ayuda a la construcción moral del yo, sino también del grupo. Pero hemos de admitir que la dicotomía moral bueno/malo huele a subjetividad.

Entre las quince medidas expresadas por el presidente Pedro Sánchez para combatir la corrupción, dado que esta, al putrefactar, emite siempre un olor nauseabundo, no se encuentra ninguna que se refiera a la detección; en definitiva, al intuitivo olfato que se debiera tener para detectar la apestosidad de lo corrupto, aunque se menciona, cómo no hoy en día, el uso de la inteligencia artificial para automatizar y optimizar la identificación de patrones anómalos o indicios de fraude. Pues, la verdad, Truth, a ver y cómo… Quizás porque lo que habría que mantener es la nariz predispuesta y desatascada, presidente, y no acomodada a lo cotidiano, a la esencia habitual; salvo que lo hediondo sea un aroma habitual y acostumbrado. Para que ello no ocurra y poder identificar los patrones, al menos gracias a la olorosidad, bastará con llamar a Jackie Stallone y convertirla en asesora. Y si la cosa se pone complicada, dado el lugar de trabajo de la nigromante, que acuda con su hijo, versión Koldo a la americana; por si acaso alguien se pone chulito.

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