Pérez Jacóme o la inútil pasión

"Que la picaresca haya sido una literatura con neto sello patrio, casi que nos identifica. Jácome es la prueba viviente de que todavía el tópico del listillo embebido de gracejo y habitual de las artimañas, todavía persiste"

Jácome, en una rueda de prensa en el Ayuntamiento

Jácome, en una rueda de prensa en el Ayuntamiento. – Agostime – Europa Press

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Habitual manejo hubo entre los autores de la picaresca española, Alemán, Quevedo, Espinel, Vélez de Guevara, hasta el propio Cervantes, en la utilización de subterfugios para dar a conocer a los protagonistas de las novelas de este género tan español. Hasta su origen precursor, “La vida del Lazarillo de Tormes”, goza de una autoría aun hoy en día envuelta en brumas. No deja de resultar curioso que únicamente uno de los héroes del embeleco y la maniobra distractora como género literario, el Estebanillo González, natural de Salvaterra do Miño aunque de inmediato retoñado en Roma, fuese oriundo de Galicia. Habría que esperar algunos siglos más adelante hasta que las arteras mañas del pícaro en esencia asomasen, en este caso, ya no por Pontevedra sino por el sur de Galicia, en concreto, por Ourense.

Jácome, una inútil pasión

Que la picaresca haya sido una literatura con neto sello patrio, casi que nos identifica. Jácome es la prueba viviente de que todavía el tópico del listillo embebido de gracejo y habitual de las artimañas, todavía persiste. No sabemos bien para qué, pero subsiste. Y por ello, nos permitimos el lujo de alterar la frase de Sartre cambiando su archiconocido aserto “el hombre es una pasión inútil”, por otra más acorde con lo acontecido en Ourense en las pasadas elecciones gallegas, poniendo el énfasis más en el adjetivo que en el nombre, que es donde, en realidad, reside la importancia; Jácome, una inútil pasión.

Acostumbra el pillo a gastar un hablar cuco y plagado de apreciaciones simpáticas, un tanto alejado de la verdad. No miente, simplemente decora la realidad, la hace más llevadera, y, por qué no, también más digerible. Varias son las galas que adornaron a nuestros pícaros del Siglo de Oro que perviven todavía por el cauce del Miño a su paso por la ciudad de las Burgas.

Memorias de la unidad

Tan solo uno, la mayor unidad posible, habiendo pasado de ser llave a llavín. Como todo pícaro oportunista que se precie, tiene sus propias memorias autoinfligidas, eso sí, con pseudónimo, siendo el bardo glosador de una existencia trepidante, llena de matices y digna de ser contada por inverosímil, reivindicación de la supervivencia y el ingenio sin rubor, perpetradas por un tal Gudinsalvo Ferreira, nombre que bien merecería estar en el santuario de los personajes ideados por Camilo José Cela.

Aunque sin la prosapia y buen hacer literario del fenecido Marqués de Iria Flavia, el texto se antecede, como no, con un título reivindicador del siempre origen foráneo de la responsabilidad propia: “Me informaron mal”. Y contiene, no perlas sino diamantes, aún en bruto, pero con una morea de futuros quilates tales como: “¿Algo que declarar? La verdad es que aparte de algún documento falsificado, no, no llevaba nada raro” o la impagable “Ya lo solucionaré, al fin y al cabo, las artimañas existen para momentos así”. Hilarante memorial que deja traslucir una envidiable capacidad para un trilerismo más que sorprendente y descarado, convertido ya en refrendada filosofía vital. El que avisa, no es traidor, dice nuestra sabiduría popular, aunque, por lo visto, no bien es sabido de lo que se habla.

De honda tradición anglosajona, la cultura exudada después de una buena carrera con escalones en algún que otro edificio notable, se mueve al ritmo de los Village People. La culpa de lo bueno siempre es propia, y de lo malo, como no, ajena; una vez más, el PPdG gana, por ir contra Ourense, tierra olvidada, más incluso que Lugo, que no sabemos seguro sí existe. Es lo malo de pasar de ser bisagra a pomo de mesilla, que se pierde mucho por el camino. Pero se van a enterar, Democracia Orensana en el Parlamento gallego será como el BNG en el Congreso nacional, una voz que clama, una voz con la razón, una voz útil, en definitiva, una voz; sí, pero una.

Es lo que tiene ser un inadaptado, como los pícaros del XVII español, trasterrado a una Galicia que no entiende que lo local es lo global, arropando así a un neologismo, la reivindicación de lo glocal, reflejo del universo en una nuez. Para qué mayorías, simples o absolutas, lo importante es la voz, nada de restricciones administrativas o meras cortapisas para tapar la verdad, la propia, la única, una. Ya no vale aquello de que la cantidad hace la calidad; es al revés, la calidad en frasco, en un pequeño frasco. Tal cual, eso tan traído, y llevado, del pensamiento único, pero en frasco, en uno.

Como bien dice el refranero español, tan citado en estos momentos de la política dizque local, nada de necesidades ni de virtudes, sino mejor que el polvo siga antecediendo al lodo, y que los presentes provengan de unos anteriores. El Tito Berni no apareció de repente y el actual lodo de la Koldosfera no es de anteayer. Los desplantes, la prepotencia, el uso del cargo en beneficio propio, la verborragia impositiva y el exabrupto no son más que esas polvaredas convertidas ya en fangos, y que, tras la riada, se vuelven imposibles de limpiar totalmente.

Resulta curioso que algunos de los pícaros barrocos más destacados tuviesen relación con Italia; no en vano, el citado Estebanillo González viviera, literariamente, en Roma, y su sosias actual, Jácome, cita en sus desbarrantes memorias que paso por ser un 007 italiano. El tufo proveniente de las actuales aguas turbias de la política española cada vez se parece más a las pestilencias de la época de un italiano olvidable, Bettino Craxi. Recurriendo al sabio Gudinsalvo, y abriendo sus recuerdos plasmados, “Prácticamente basado en hechos reales

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