Retrato empresarial

"La figura del empresario y su mundo no son o no parecen los más adecuados, según nuestras expresiones culturales más populares, como es en este caso el cine"

Imagen de archivo de un grupo de empresarios

Imagen de archivo de un grupo de empresarios / CC

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Fernando León de Aranoa lo ha vuelto a hacer o, como se suele decir, lo ha vuelto a clavar; lo mismo que Javier Bardem, que lleva a cabo otra magnífica actuación. Si la película Los lunes al sol, además de reconocida y laureada, es o supone una descripción prototípica del fenómeno del paro en nuestro país, el reciente estreno de El buen patrón se puede decir que también logra retratar al empresario español (quizás, incluso de otras partes del mundo).

Aunque los estereotipos sean atajos para el conocimiento de algo, así como la película del paro referida puede configurar uno al respecto, también en este caso ocurre lo mismo. Es decir, no es que todo el mundo empresarial español esté representando en este nuevo film, pero sí que es una forma abreviada de transmitir y hacerse, más o menos, una idea al respecto. Y también para entresacar -además del boceto, perfil o idiosincrasia empresarial- moralejas, lecciones o, incluso, conclusiones.

Ya la película estrenada en 2002 hizo un retrato visual del micromundo de los deseempleados, de sus problemas, de sus relaciones y, en definitiva, del bucle que es y supone este hecho y problema social en nuestro país; caracterizado por unas tasas de paro difíciles de entender, quizás precisamente porque ese bucle es o resulta difícil de romper, ya que ninguno de los actores, sociales en este caso (tanto trabajadores, como empleadores o la administración), se muestran incapaces para ello, no saben cómo hacerlo. Siendo que este nuevo film de 2021, asimismo, retrata la otra parte del mundo laboral español, la de los empleadores o empresarios, también con sus problemas, sus relaciones y, en definitiva, su “modus operandi”; el cual pienso que la película condensa en la moraleja recogida en la popular frase de que “el fin justifica los medios” o es lo que más importa.

Pero si esa puede ser la conclusión a modo de síntesis de esta nueva radiografía sociolaboral que nos ofrece León de Aranoa, las descripciones narradas visualmente en este caso también contienen mucha carga sociológica. Desde el paternalismo en las relaciones con los trabajadores, falso e hipócrita ya que antepone el interés propio y no el de una relación que se precie. A poder verse y entresacar de la película cierta característica habilidad empresarial española a la hora de enfrentar y resolver problemas, más bien de forma picaresca y escasamente honesta, incluso llegando a lo ilegal y penal. Aunque, a este respecto, pienso que merece la pena destacar la pericia del patrón que recoge el film para hacer de esos problemas ventajas, dándoles la vuelta como a una tortilla (en este caso, para ocultar la parte quemada y que se vea solo la buena); incluso supeditando su parecer, preferencias u orgullo, lo que haga falta o cualquier cosa con tal de que la empresa consiga sus objetivos. Es decir y en este sentido, hasta el propio empresario parece que es secundario ante la empresa, lo que claramente supone y es “vendido” como un sacrificio, quizás porque al final (y ahí puede que esté el truco) empresa y empresario se consideran la misma cosa; lo cual también puede darnos una clave y base de los posibles errores en este ámbito de la actividad económica, ya que una empresa es y debe suponer más que algo personal.

«No estoy hablando de buenos y malos, sino de estereotipos sobre unas partes fundamentales del mundo laboral en nuestro país»

Como buena película, la guinda la pone o es el final de la misma. Si en la del paro se puede concluir que el humanismo vencía o estaba por encima de tal situación precaria, en esta ocasión es justo o precisamente lo contrario, ya que tras el desarrollo de la trama y en un momento de reflexión, arrepentimiento o duda, sin embargo es la frialdad, la relación laboral, el desentenderse o “lavarse las manos” y, en definitiva, la “vena empresarial” la que el patrón antepone a la empatía, la solidaridad o la expresión de afecto y sentimientos. Esto es y como dije antes, parece que para el empresario (“Julio Blanco”) el fin u objetivos están antes que lo humano.

No estoy hablando de buenos y malos, sino de estereotipos sobre unas partes fundamentales del mundo laboral en nuestro país. De hecho y a nivel internacional, a nadie le extraña que la insensibilidad, los nervios de acero, que no le tiemble la mano y demás aptitudes por el estilo formen parte de las características que se consideran “idóneas” o que se le piden y exigen a un/a “buen/a” empresario/a, incluso que sea autoritario/a e inflexible no suena raro o también se corresponden con la imagen que se suele tener de estos actores sociales, los cuales tienen un papel trascendente en la economía y en la sociedad.

Asimismo y en un análisis somero sobre cómo ha abordado el mundo laboral el cine, y en general el ámbito de la cultura, se puede comprobar cómo al trabajador se le suele retratar o sale mejor parado que la parte empresarial. Así y por ejemplo, ya desde los inicios del cine tenemos referencias como las del gran Charles Chaplin, Charlot, y su icónica película Tiempos modernos (1936) sobre el trabajo mecánico y a destajo en la producción industrial en cadena (taylorismo); suponiendo toda una referencia al respecto, como en el caso de las prácticas de la asignatura de Sociología General, en la carrera de Administración y Dirección de Empresas (ADE). Sin salirnos de estas clases, que he impartido en varios cursos académicos, otra película que se suele utilizar como ejemplo es la de Recursos humanos (Laurent Cantent, 1999), basada en la aparente y superficial compresión que tiene la dirección con los empleados. Sin olvidar la gran obra de Elia Kazan, La ley del silencio (1954), sobre los conflictos sindicales y la patronal. O qué decir de la exitosa película The Full Monty (Peter Cataneo, 1997), en la que un grupo de parados -ante su situación- montan un espectáculo de striptease, convirtiéndose este film en un fenómeno con varias versiones y adaptaciones (remakes) que se han llevado a musicales o al teatro en varios países.

Mientras que, en cambio, sobre el otro espectro del ámbito laboral tenemos referencias cinéfilas más críticas. Como la afamada Ciudadano Kane, de Orson Welles (1945), inspirada en el magnate Howard Hughes; lo mismo que Bernard y Doris (Bob Balaban; 2006) sobre Doris Duke, la rica heredera de un imperio tabacalero pero sola en la vida y sobre todo a la hora de morirse. Siguiendo en el mundo del tabaco y también basada en hechos reales, tenemos cómo El dilema (Michael Mann; 1999) escenifica que los objetivos empresariales se anteponen incluso a la salud pública. Lo mismo que, sobre el sistema económico predominante, viene a decir Margin Call (J. C. Chandor; 2011), inspirada en la caída de Lehman Brothers (principio de la crisis de 2008) y en cómo operan los “altos” ejecutivos, sobre todo a la hora de salvarse y, en general, con una característica ausencia de ética y escrúpulos. Con el retrato aún peor o más pérfido del “ejecutivo tiburón” relatado en Le Capital (Constantin Costa-Gavras; 2012).

En definitiva, que la figura del empresario/a y su mundo no son o no parecen los más adecuados, según nuestras expresiones culturales más populares, como es en este caso el cine. Aún así, tanto la mayoría de los estudiantes de ADE como muchas personas en general siguen queriendo o prefiriendo parecerse a esos perfiles, incluso o a pesar de que salgan mal retratados.

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