Caminos rebeldes y destinos desconocidos para explotar la última tendencia del sector: el antiturismo

El valle de la Gavarresa ofrece posibilidades para aquellos que busquen sumergirse en un territorio sin los efectos colaterales del turismo

Recibe nuestra newsletter diaria

O síguenos en nuestro  canal de Whatsapp

Una de las últimas tendencias del turismo es el antiturismo. Es decir, buscar la inmersión más profunda en una realidad desconocida y sin mistificaciones destinadas a la galería. El concepto es bastante contradictorio por dos razones: primera, porque como en los experimentos cuánticos, el observador, por más sumergido que esté, ya influye en lo observado; ya interactúa. Segunda, porque como el tema se ponga de moda, el peligro de masificación puede matar el «nuevo producto».

En todo caso, nos encontramos ante una necesidad creciente en la era del 2.0. De redescubrir lo social, las relaciones interpersonales directas, la participación en la vida cotidiana de gente diferente a nosotros para enriquecerse mutuamente. En Cataluña, con el 80% del territorio que no es de mar ni de alta montaña, casi virgen de experiencias turísticas, puede darse la paradoja de que estamos muy bien posicionados para ofrecer este turismo antiturístico.

En cualquier caso, aunque sólo sea para atraer este público que busca visitar las fronteras desconocidas, los límites, ni que sean interiores, hay que presentar un relato sobre la gente y el territorio que lo convocan. Y una vez más, son las actividades productivas o artesanales, las formas de vivir el ocio y las festividades, las historias singulares del patrimonio inmaterial (aquél protagonizado por la gente), las que pueden ser la carta de presentación como informa ampliamente la publicación de turísmo 02B, editada por el Grupo Economía Digital.

 

Avatar

Recibe nuestra newsletter diaria

O síguenos en nuestro  canal de Whatsapp