10-N: Pedro Sanchez fía a Vox la salida de su laberinto

El líder socialista cierra en Barcelona la campaña vendiéndose como el único freno a la ultraderecha

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Las alarmas antiVox que fueron saltando a medida que avanzaba la carrera hacia el 28-A sirvieron para activar el voto de izquierdas y rebajar la magnitud de la tragedia de la entrada de la extrema derecha en el Congreso. Así que Pedro Sánchez ha cerrado la campaña exprés del 10-N subiendo el volumen de los altavoces y la intensidad de las alertas rojas.

El lunes, en el debate, Sánchez ya ignoró a Santiago Abascal salvo con una finalidad instrumental: la de recordar los acuerdos a los que ha llegado con PP y Cs en Madrid o Andalucía. Y este viernes, cerró la campaña percutiendo sobre esa idea, la de que ambas formaciones y Vox son uno y trino.

Tanto los sondeos que siguen elaborando los partidos y El Periòdic d’Andorra, cuyos resultados no se pueden difundir en España los últimos cinco días antes de los comicios, siguen dibujando una trayectoria ascendente de los de Abascal. Y, por si eso no bastara, la espoleta para actualizar el argumento se la sirvieron en bandeja a Sánchez las llamadas «tres derechas» el jueves con la aprobación en la Asamblea de Madrid de una moción de Vox que tiró adelante con los votos de populares y naranjas y que aboga por ilegalizar de inmediato los partidos independentistas «que atenten contra la unidad de la nación». 

Escuche el último episodio de la tertulia ‘La plaza’, sobre la campaña electoral del 10-N

Sánchez irrumpió a las nueve de la noche en el Pabellón Téxtil del complejo que Fira de Barcelona tiene en Montjuïc; presumió de ser el primer presidente del Gobierno que cierra campaña en Cataluña, donde el PSC no descarta ganar las elecciones que en abril, por primera vez, ganó ERC, y luego remachó la campaña con el argumento que en el que ha venido insistiendo: el de que el único voto útil es el que vaya a los socialistas, el de que solo cabe un gobierno del PSOE o más bloqueo. El de que o es él o el acabose.

Antes que él, Miquel Iceta había venido a decir más o menos lo mismo, pero con un matiz: para el líder del PSC, se trata de escoger entre un gobierno de derechas liderado por Pablo Casado y «secuestrado por Vox» o un gobierno presidido por Sánchez, que acto seguido reclamó el voto con tres objetivos: desbloquear el sudoku político, formar un ejecutivo «progresista que luche por la justicia social» y «frenar a los franquistas». Literal.

«Frente a aquellos que están proponiendo la prohibición de partidos políticos democráticos, nosotros proponemos tipificar los delitos de odio», insistió. «Y sí que vamos a ilegalizar algo: la fundación Francisco Franco», dijo, reiterando la promesa lanzada en el debate del lunes.

La otra idea fuerza es la de su oposición firme al independentismo, aunque en el reparto de tareas del acto final de campaña a quien le tocó incidir en ese punto fue a Iceta y, sobre todo, al socialista que ha ejercido de ariete mas contundente contra el separatismo en los últimos años, el ministro de Exteriores en funciones, y futuro jefe de la de la diplomacia europea, Josep Borrell, cuya intervención anunció que probablemente sea la última en un mitin, cuarenta años después del primero. 

Borrell recordó a Tarradellas y sus advertencias de inicios de los 80 sobre el nacionalismo «exacerbado» y victimista de Jordi Pujol y el lugar al que conduciría, que es el lugar en el que estamos, y apeló al espiritu del 78 y al del 92, al de la transición y al de la Barcelona olímpica. Lo hizo como si fuera una despedida, porque anunció que, a punto de asumir la jefatura de la diplomacia europea, el de este viernes probablemente sería su último míting, cuarenta años después del primero.

Claro que las andanadas de última hora al independentismo se lanzaron también desde otro frente, el de la Moncloa, que, si en la campaña del 28-A tiró popularizó los llamados viernes sociales, en la carrera del 10-N ha tirado de viernes antisoberanistas a base de abrir frentes en el Constitucional contra la mayoría independentista del Parlament. Así que a 48 horas de la cita con las urnas no podía faltar una última apelación al TC, esta a vueltas con la admisión a trámite en la cámara catalana de una moción de la CUP que insiste en la autodeterminación.

Buenas noticias de última hora para el PSOE

Que, tras la polémica del miércoles, este viernes Reino Unido tramitara finalmente la euroorden contra la exconsellera Clara Ponsatí tras recibir las aclaraciones solicitadas al juez instructor de la causa, Pablo Llarena, es otra buena noticia para el cierre de campaña de un PSOE que ha sufrido una semana convulsa y que no está nada claro que consiga mejorar sus resultados de abril, aunque en el partido cuentan con obtener alrededor del 30% de los votos y nutrirse de la caída en picado de Cs.

Albert Rivera, por cierto, marcó distancias este viernes con esa moción aprobada en Madrid con el apoyo de Cs que llama a ilegalizar partidos independentistas, cerrando así una campaña que los liberales han encajado en pleno ataque de pánico por el desplome que les auguran las encuestas con el enésimo bandazo. Y tanto eso como el toque de la Junta Electoral Central a Vox por sus vetos a periodistas son también buenas noticias para los socialistas.

Casado, por su parte, cerró en Las Ventas y también pidió el voto útil. Y también él resumió la situación diciendo que solo hay dos opciones: se trata de de «PP o crisis», de «PP o división». Vamos, que para el candidato, torero, o es él o el acabose. Al menos en eso sí coindice con Sánchez.

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