“La política lingüística en Cataluña es retrógrada y anacrónica”

El trato del castellano en Cataluña preocupa en la academia. El secretario general de la asociación de las academias del español admite inquietud

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Las academias de la lengua, además de discutir la aceptación de nuevas palabras en el diccionario, han admitido en su seno un debate más acalorado, del que también participan intelectuales catalanes: el tratamiento del castellano en Cataluña.

El debate sobre la idoneidad de la inmersión lingüística ha saltado en los últimos meses a las academias de lengua española del mundo, en especial, a las de América Latina. Pero no se trata de un debate de tertulia televisiva, sino de un temario con fondo histórico: ¿Está repitiendo Cataluña los errores de Alemania y su política lingüística del siglo XIX?

La idea de lengua-nación

Las academias de la lengua española de cada país están integradas en la Asociación de Academias de la Lengua Española, Asale, que despacha desde la sede de la RAE los asuntos lingüísticos que afectan a más de 570 millones de hablantes. Estudian como laboratorio lo que ocurre con el español en Puerto Rico y debaten sobre la admisión de términos usados en los países hispanoamericanos.

Su secretario general, el académico venezolano Francisco Javier Pérez, también ha entrado en uno de los asuntos de actualidad.

“Tal como se ha planteado, la política lingüística en Cataluña es retrógrada y anacrónica. La idea de ‘lengua-nación’ surge en Alemania en el siglo XIX. Había una obsesión con el aprendizaje y el dominio de la lengua alemana, porque aprender esa lengua era aprender la nación y su cultura. Hoy, Alemania, en cambio, fomenta en sus escuelas el aprendizaje de lenguas modernas y el estudio del latín porque están convencidos de que eso los conecta con el mundo, de ayer y de hoy”, explica el académico.

Los académicos de la lengua española están claros en que la política lingüística en Cataluña fuerza una situación que no se corresponde con la realidad. En la calle, la situación de bilingüismo es habitual y la academia considera que el bilingüismo en Cataluña convive en perfecta armonía e interacción. Pero en las instituciones, la realidad es otra.

“Las lenguas no son sólo herramientas de comunicación. Son maneras de construir y entender el mundo. Es muy grave que hagas desaparecer una lengua o que limites o restrinjas su uso por motivos ideológicos y que los organismos públicos resten libertad al querer hacer prevalecer una lengua por sobre la otra. En la medida en que fomentas la preponderancia del catalán sobre el español, estás haciendo que el mundo de un hablante se empequeñezca y se limite a un territorio pequeño, por más importancia cultural que pueda tener. En este caso, estás limitando el conocimiento una lengua potente que te conecta con 570 millones de personas”, explica el académico.

El español, apolítico, como marca panhispánica 

Pero las máximas autoridades de la lengua española tampoco quieren ser confundidas con un instrumento del nacionalismo español. Todo lo contrario. Cuando el gobierno de Mariano Rajoy lanzó una campaña promoviendo el español como “Marca España”, llovieron críticas desde todas las academias de la lengua española.

Los académicos del presente, superando cualquier idea sobre la hegemonía lingüística de otro tiempo, conciben hoy al español desde una norma policéntrica, esa que está por encima de nacionalismos lingüísticos y de  ideologías políticas. De hecho, la voz de los hispanoamericanos también tiene un asiento en la RAE desde muchas décadas atrás.

“Yo propuse hablar del español como marca panhispánica, entendiendo el patrimonio común que compartimos 570 millones de hablantes, incluyendo en esta cifra los de España, Hispanoamérica, Estados Unidos, Puerto Rico, Filipinas y Guinea Ecuatorial, y que supone la aceptación de giros y particularidades de cada región. Porque debemos entender el español lejos de ese concepto de purismo lingüístico del siglo XIX que fijaba cuál era el español correcto o no y cuál era la mejor o peor manera de hablar. El español es una lengua que sin perder su unidad acepta armónicamente la más prodigiosa diversidad”, explica Pérez.

Los restos de esos viejos tratos solo quedan hoy en una institución con un lema llamativo en sus vitrales y alfombras. Es el eslogan de la más antigua de academias españolas: “Limpia, fija y da esplendor”. Con el mensaje, intentaba dejar claro la RAE dejar claro que también puede ser una empresa que elimina manchas y suciedades. Dos siglos después, acepta variantes de todos los territorios, incorpora palabras indígenas e impulsa el diccionario en línea. Es la transformación de la academia que intenta posicionar la lengua por encima de nacionalismos, ideologías y países. 

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