Porta: «El ecologismo se basa en tachar al disidente de reaccionario»

El escritor reflexiona sobre el fundamentalismo que caracteriza al ecologismo, un movimiento que ve como "el heredero natural del integrismo progresista"

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La celebración de la Cumbre sobre el Cambio Climático que se celebra en Madrid hasta el próximo 13 de diciembre ha colocado en primer plano el dogma ecologista. Incontables columnistas y analistas lo han asumido de forma acrítica, pero también hay quien se atreve a discrepar. Es el caso del escritor Miquel Porta Perales, que en su último artículo reclama, en primer lugar, diferenciar entre lo que es la ecología, «una ciencia», y lo que es el ecologismo, «una religión», «un movimiento que se considera a sí mismo como el único sistema global de interpretación del mundo». 

Porta carga contra el «contramodelo social» que se desprende del ecologismo al considerar que pretende «organizar las relaciones entre sociedad, biología, economía, cultura y política». «Un ecologismo cuya última ratio se encuentra en un cientificismo moralizante que conoce con exactitud la existencia del bien y el mal», sostiene el columnista. «El ecologismo se basa en tachar al disidente de reaccionario», lamenta el escritor. 

El autor de libros como Paganos (ED Libros, 2017) o Totalismo (ED Libros, 2016) también arremete contra la tendencia de muchos defensores del movimiento ecologista, «que no admite la refutación de sus postulados bajo amenaza». En este sentido, Porta critica el «fundamentalismo» que olvida la capacidad de adaptación del ser humano y que ha terminado por constituirse como un «lobby en toda regla». 

«El ecologismo -como sus predecesores difuntos- ya ha definido un ‘nuevo ideal emancipatorio’ que permita ‘cambiar la vida y transformar la sociedad’ previa constitución de una ‘nueva conciencia crítica’. Una ideología substitutoria que ocupa la vacante dejada por la quiebra de los llamados relatos emancipatorios», afirma Porta. 

Greta Thunberg, la «inquietante portavoz»

En opinión del también autor de Sumisión en la granja (ED Libros, 2019), entidades como Greenpeace o Ecologistas en Acción, y formaciones políticas como Unidas Podemos u otros movimientos como el 15-M permiten detectar «la vocación substitutoria del ecologismo».

Porta también dedica unas líneas a la activista sueca Greta Thunberg, la «inquietante portavoz autorizada del activismo ecologista». El autor enumera una ristra de textos en los que Thunberg afirma, entre otras cosas, que «la crisis climática la han creado y alimentado unos sistemas de opresión coloniales, racistas y patriarcales» o que «los poderes económicos han optado por seguir adelante con este modelo [capitalismo] suicida». 

Comunismo homeóstatico 

A juicio del autor, los enunciados que repite Thunberg en sus intervenciones públicas a lo largo y ancho del globo se «asemejan» a un trabajo previo, el publicado en 1975 por el profesor Wolfgang Harich y titulardo ‘¿Comunismo sin crecimiento?’.

Según Porta, este manifiesto defiende ideas como que «la primacía es la conservación de la biosfera» o que «la producción ha de adaptarse a las exigencias de protección de la naturaleza y la política ha de actuar como juez», es una de las bases teóricas del pensamiento tanto de Thunberg como del ecologismo actual. 

Por último, el veterano periodista catalán analiza una «peculiaridad» del movimiento ecologista, aquella que hace que se «autolegitime» y se «autoverifique» en un «discurso y una actitud que lo convierten en la reencarnación de los viejos inquisidores» y en el «heredero natural del integrismo progresista». Por ello, el autor concluye: «menos ecologismo y más ecología». 

 

 

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